Capítulo 17 - Amaru

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El tiempo cura algunas heridas, otras solo las esconde. A lo mejor es mi culpa, no quise sanar esta herida, dejé que se pudriera dentro de mí y tomara todo mi interior. Es como un tumor maligno, crece y toma cada una de las células, te mata poco a poco.

Escucharlo decir que su deseo de que no me juntara con nadie era solo porque le preocupaba que era muy joven remueve el dolor porque en aquel entonces yo pensaba que lo hacía porque no me quería ver con nadie más. ¿Hasta qué punto pudieron ser tan distintos nuestros sentimientos? Me protegía, lo sé, Gonzalo siempre lo hizo, pero no era por lo que yo creía, no era porque me quería como yo a él, sino porque en su mundo y su cultura, él creía que aún era muy joven para estar con alguien.

Decirlo en voz alta duele y no puedo evitar las lágrimas que salen de mis ojos por más que intento contenerlas. A lo mejor son demasiados años de guardarme todo esto. Además, no puedo evitar sentir que ahora todo parece ridículo y aún así me importa.

Él me mira sorprendido y luego se acerca a abrazarme, yo no me suelto, dejo que me envuelva con sus brazos, pero no lo abrazo yo.

—Amaru, era un chiquillo tonto... Te mentí, cierto, iba a irme un mes antes para viajar con mi chica antes de que nos separáramos por la universidad... No te lo dije porque... no sé por qué... Pensé que te enfadarías porque nuestros veranos eran sagrados...

—No nos íbamos a ver por los dos veranos que estarías en Europa, Gonzalo... —recrimino como si tuviera quince otra vez.

—Lo sé, y quería verte y estar contigo, pero era un chico lleno de hormonas y con ganas de comerme el mundo, Amaru... Lo siento, no debí mentirte, pero temía que te enfadaras y que no quisieras estar conmigo esos días... a lo mejor no lo comprendías.

—Nunca fue un problema que no comprendiéramos algo del otro —digo con resentimiento—. Además, tú nunca me habías tratado así, Gonzalo... ¿Tu amiga indígena que no contaba en absoluto?

—No, eso lo malinterpretaste —dice y niega frenético—, me refería a que no te veía como a una chica, eras como una hermana para mí —admite—, por eso lo dije de esa manera... a lo mejor no fue la mejor elección de palabras, pero es eso lo que quería decir.

Mi corazón se rompe de nuevo y me da mucha rabia reaccionar como si otra vez fuera aquella adolescente lastimada. Me pongo en pie y camino para alejarme de allí. Él me sigue, parece que no lo comprende.

—¿Amaru? —inquiere—. Perdóname, no sabía que habías escuchado eso, actué mal, no debí mentirte y no debí expresarme así de ti. Siempre has contado para mí y lo sabes... todo lo que he hecho aquí ha sido por ti, aunque no estuvieras presente...

Me volteo a mirarlo con dolor y me abrazo de nuevo. Siento frío a pesar de que el verano me quema la piel. Es como si mi corazón estuviera helado y desde allí se me helara el cuerpo.

—Pensé que yo era lo más importante para ti en el verano, el resto del año era tuyo y yo no sabía mucho de lo que hacías en ese mundo blanco y perfecto que habitabas. Pero cada verano eras un poco mío y nuestro mundo se unía en una especie de universo paralelo en donde solo cabíamos los dos. Oírte decir aquello me partió en miles de partes. Podía acostumbrarme a que Laura y los demás me trataran despectivamente, pero no tú, no el único que siempre me había visto y me había hecho creer que podía soñar con algo más.

—Amaru... —susurra.

—No, escúchame —digo enfadada—. Me llené de ira y de rencor, de resentimiento y dolor... Primero quise volver a mi tribu y creer en todo lo que decían aquellos que no apoyaban nuestra amistad, les di la razón y me convertí en lo que se esperaba que fuera, comencé a salir con Naran para hacer lo que una chica de mi edad tenía que hacer, casarse, trabajar en la chacra y convertirse en madre. Pero tú me habías mostrado otro mundo y eso ya no era suficiente para mí, así que me negué a unirme a él y pedí la plaza en la universidad de la que una de las maestras me había hablado.

El verano que derritió tu corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora