Capítulo 2 (Amaru)

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Cuando llego al departamento me saco los zapatos y los dejo en la entrada, voy directo al baño, me saco el uniforme y me ducho con agua helada. Luego, desnuda y envuelta en una toalla camino hasta mi habitación y enciendo el acondicionador de aire. A Mónica le quedan unas horas de guardia, así que estoy sola por un rato. El calor es tan intenso que apenas me baño comienzo a sudar, este verano será insoportable.

Llamo al número del celular que le he dejado a mi madre, pero la llamada no entra, quizás está en algún lugar donde no tiene mucha cobertura por lo que luego de intentar un par de veces más me doy por vencida y voy a prepararme algo para comer.

Regreso a mi habitación y me visto al fin, me pongo un pijama de tirantes finitos y me meto a la cama, quiero dormir porque estoy agotada luego de tantas horas de guardia, pero la preocupación no me deja descansar.

Sé que ellos no están mal porque no dependen de los cultivos pues ya no trabajan la tierra, ahora cuidan los animales de la estancia de los Flores y perciben un sueldo fijo. Todo eso es gracias a Gonzalo Flores, claro, y odio tener que agradecerle cosas a ese idiota.

El resentimiento me vuelve a tomar presa. Una vez en la universidad hicimos un trabajo para la clase de Psicología, teníamos que deducir cuál era la emoción con la que más nos identificábamos y yo llegué a la conclusión de que el resentimiento era la mía. Sé que no es algo bonito, se siente como la humedad que toma los muros de una casa y los va carcomiendo desde los cimientos, o como el tronco y las ramas de un árbol que ha sido invadido por termitas. Es todo por dentro, no se ve, pero te pudre el alma.

Es imposible no sentir resentimiento cuando desde pequeña lo único que alcanzas a ver y a percibir son las diferencias entre los demás y tú. Es imposible que no se te corroan los cimientos cuando los niños de la escuela te marginan por ser indígena o se burlan de tu lengua materna. Es imposible no sentir que te pudres por dentro cuando llevas una vida luchando siete veces más para conseguir los que a otros les viene dado por el apellido o el color de piel, tener que demostrar tus capacidades y cualidades una y otra vez solo para que te den la oportunidad de intentar ser alguien en la vida.

Tengo millones de momentos que me han marcado, que me han dolido y se me han grabado en el alma y en la piel como tatuajes hechos a fuego. Momentos que me hicieron más fuerte, pero al precio de ocultar mi dolor y solo gracias a mi testarudez. El resentimiento es malo me dijo una vez una psicóloga. Y lo sé, porque siento su hedor en mi interior, pero a la vez es lo que me ha permitido luchar y demostrarle al mundo que están equivocados, que mi piel o mi raza no me hacen inferior, que soy igual de capaz que cualquiera de llegar a donde me propongo. Es lo que me ha levantado cuando creí que no podía más, una y otra vez.

Pero Gonzalo es mi punto débil, el que más daño me ha hecho porque a él le permití llegar a sitios que nadie conoce, porque con él comencé a creerme capaz y a sentirme igual solo para descubrir que él tampoco me veía como yo creía que lo hacía. Porque él fue quien me dio esperanzas que luego me arrebató. Y no puedo perdonarlo, jamás podré hacerlo, incluso aunque tenga que darle las gracias por la tranquilidad de mi familia.

Es increíble como una persona puede convertirse en dios y el diablo al mismo tiempo, hacerte bien y destruirte de un solo golpe, dar amor y generar odio con la misma intensidad. Pero Gonzalo me ha enseñado todo eso, a amar y a odiar, a caer y a levantarme, a creer y a desconfiar...

Cierro los ojos y lo veo, sus ojos del color del cielo, sus cabellos como el trigo maduro, sus manos tan suaves sin ningún solo callo por el trabajo pesado. Su inocencia de niño, sus ganas de conocer mi mundo, sus ojos cargados de curiosidad ante todo lo que desconocía y le parecía tan diferente a su vida misma.

Y yo tan pequeña, delgada y con ropas raídas, mi cabello negro y largo hasta más debajo de mis nalgas, mis ojos negros como la noche y mi piel oscura y brillante. Una niña libre, como un pequeño animalito suelto en medio de la selva que conoce a un humano y se deja domesticar a cambio del cariño, de la amistad, de las promesas de un futuro mejor.

Una niña crédula que pensó que podía tener su propio cuento de hadas para despertar y comprender que la realidad es más bien una pesadilla.

Una niña crédula que pensó que podía tener su propio cuento de hadas para despertar y comprender que la realidad es más bien una pesadilla

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El verano que derritió tu corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora