Mamá está feliz y orgullosa de la escuela, no para de hablar del buen trabajo que ha hecho Isati y de lo mucho que aportará a la comunidad, mi padre está un poco retraído, no habla mucho y parece distante. Arua se despide luego de un buen rato y se va a dormir, es su última noche en la casa y dice que se siente agotado, además debe levantarse temprano para comenzar los preparativos para la ceremonia de unión.
—Bueno, yo también me retiro —digo entonces.
—Amaru —habla papá—. ¿Ya has decidido lo que harás con tu carrera? —pregunta.
—No, me tomaré un tiempo para pensarlo bien...
—Mañana quiero que conozcas a Imanu, te presentaré —añade como si nada.
Lo miro con el ceño fruncido y veo que mi mamá baja la mirada.
—¿Quién es? —pregunto, aunque ya puedo deducir para donde va esta conversación.
—Es un hombre de la comunidad... se ha acercado a hablarme la semana pasada y creo que tiene algo positivo que ofrecer.
—¿De qué hablas, papá? —inquiero con todas las alertas prendidas.
—Va siendo hora de pensar en tu futuro, hija... en formar una familia, en tener un esposo.
—¿Qué? —inquiero mirándolo a él y luego a mi madre que solo se encoge de hombros.
—No puedes quedarte sola, Amaru. Nosotros ya somos viejos y todos tus hermanos han hecho su vida, solo quedas tú y no puedo dormir tranquilo sabiendo que no has formado familia, que no hay alguien que vele por ti.
—Papá, pero yo velo por mí, no necesito de nadie... Tengo un trabajo en el que gano más de lo que podría ganar ningún hombre de la comunidad —digo ofendida, aunque sé que eso le va a molestar.
—No se trata de dinero, hija, se trata de futuro, de familia. Yo sé que no es fácil conseguir un chico que acepte lo que eres dentro de nuestro entorno, pero Imanu no tiene problemas. Él no se opondrá a tu trabajo, podrás ir y venir a tu antojo. Es viudo, Amaru, eso hace que tenga otras prioridades. Ya es mayor, ya ha vivido, lo único que pide es un hijo para poder perpetuar su linaje. Su mujer ha tenido complicaciones en el parto y no ha sobrevivido ni ella ni el niño.
—¿Qué? ¿Me estás diciendo que quieres que me una a un hombre mayor para darle un hijo? ¿De verdad, papá?
—También es bueno para ti, hija. Es un buen trato, no necesitarás dejar de trabajar y podrás también cumplir con tus deberes como mujer.
Cierro los ojos y respiro profundo para no pegar el alarido que me nace en el pecho. Trato de calmarme sin levantar la voz porque esos desacatos no existen en mi comunidad, los hijos obedecemos a los mayores en todo porque asumimos que desean lo mejor para nosotros, pero esto es demasiado. Hago un esfuerzo para enfocarme en que él no tiene la culpa, su preocupación es genuina y plantea su verdad de acuerdo con su vida y sus creencias.
—Además —añade mi padre—, no me gusta cómo te mira Gonzalo Flores...
—¿No te gusta cómo me mira? —inquiero confusa.
—Pensé que él no tenía interés en ti, pero últimamente no se te separa... Es peligroso, hija, los hombres blancos solo quieren aprovecharse de las mujeres indígenas... Nunca se quedará contigo, te engatusará y luego te abandonará...
—¿En serio crees que él sería capaz de algo así? —Ya no doy más de la sorpresa de todo lo que estoy escuchando. Mi padre nunca ha sido de hablar demasiado, quizá por eso no me di cuenta de que esto se me venía encima.
—Gonzalo es un buen muchacho, lo conocemos desde que era un niño y sabemos que siempre ha sido un buen amigo. Quiere a Arua y lo trata como a un hermano, a nosotros nos ha tratado con respeto y con amabilidad, pero eso no tiene nada que ver cuando de lo otro se trata. Él no va a quedarse contigo, Amaru, porque los blancos no se quedan con las mujeres indígenas... menos alguien con el poder que tiene él. Seguro se casará con una mujer de su nivel económico y de su clase social...
Cierro los ojos para atajar las lágrimas, mi madre me pasa la mano y suspira.
—Hija, deberías al menos pensarlo —susurra—. Imanu es un buen hombre, te respetará y permitirá que sigas trabajando en lo que te gusta...
Niego, sorprendida, anonadada, confundida.
Nunca me he sentido fuera de lugar en mi propia casa hasta esta noche. Pensé que ellos me comprenderían, que al menos mi madre lo hacía. Asumí que ya se habían olvidado de casarme como si fuera una mercancía que hay que ofrecer al mejor postor.
Me pongo de pie y salgo sin despedirme. Escucho que mi madre me llama, pero mi padre le dice que me deje ir. Está seguro de que recapacitaré y terminaré por aceptar su idea, porque eso es lo que hacemos las hijas solteras en la tribu.
Las lágrimas se me escapan de los ojos, me gustaría ir a casa de Gonzalo, pero no me parece buena idea decirle todo esto. Ya suficiente tiene con vivir nuestra relación a escondidas cuando lo que a él le gustaría es que podamos ser como una pareja común y corriente, no lo comprenderá. Ya demasiado ha hecho por mí y ha aguantado para que le venga con esto también.
No tengo ganas de hablar con nadie porque estoy agotada de este constante tire y afloje entre quien se supone que tengo que ser y quien quiero ser, entre lo que se supone que debo hacer y lo que quiero hacer.
Me gustaría gritar a los cuatro vientos que no me importa nada, que solo quiero vivir mi vida como yo decida, pero sé que eso traería consecuencias enormes para mi familia. Los excluirían de todo, y eso no es bueno ahora que Arua se unirá a la directora de la escuela. Incluso podría influir en que los padres no dejaran ir a los niños a la escuela.
Dios mío. Estoy tan cansada de no ser ni pertenecer que me falta el aire.
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El verano que derritió tu corazón
RomantizmUn verano para conocerse, Ocho veranos para enamorarse, Muchos veranos para odiarse, Y un último verano para reencontrarse. Amaru y Gonzalo son como el agua y el aceite, a simple vista no tienen nada en común más que el amor por la naturaleza y por...