Capítulo 25. Amaru

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Estamos recostados sobre la arena con la vista fija en las estrellas, el sonido del mar nos arrulla y pese a que unos metros más hacia la derecha hay una especie de fiesta entre un grupo de acampantes, nosotros solo oímos el silencio y la calma.

—Hoy ha sido uno de los mejores días de mi vida —digo mientras entierro mis dedos en la arena. Me encanta la frescura que toma en la noche.

—¿Sí? ¿Qué ha tenido de especial? No hemos hecho nada —dice Gonza.

—Eso mismo —respondo—. Hace millones de años que no recordaba lo que era solo disfrutar de un día sin pensar en estudiar, en trabajos que presentar, en pacientes que atender, en descansar para aguantar las horas de guardia...

—¿De verdad? ¿En eso se ha convertido tu vida?

—Sí, no he parado desde que salí de aquí —respondo y suspiro—, y me hacía falta respirar, poner pausa a la vida, a las preocupaciones, a las decisiones —admito—. Y te doy gracias por eso, porque no sabía si este viajecito iba a ser una buena idea, pero ahora veo que sí...

—Me alegra saberlo...

—Hemos hecho lo mismo que cuando éramos chicos, ¿no? Correr, jugar con el agua, dormir una siesta, comer y hasta me ha dado tiempo de leer un poco...

—¿Has leído?

—Sí, un libro que tenía dormido hace meses... Leo en el celular —explico cuando me mira confuso.

—Te quedarás ciega —reprocha y yo sonrío.

—Me resulta práctico porque leo en cualquier minuto libre que tengo en el hospital...

—Suena bien... Y sí, hemos hecho todo eso y ha sido divertido. Para mí también ha sido un gran día, Amaru... porque lo he compartido contigo y extrañaba mucho no hacer nada a tu lado —sonríe.

Nos quedamos en silencio por un buen rato con una canción de fondo que viene del grupo que está celebrando.

—Tienes razón —digo de pronto.

—Casi siempre la tengo —bromea—. Pero ¿a qué te refieres?

Niego con diversión y volteo para mirarlo. Tengo arena hasta en las zonas más impensadas, pero no me importa.

—A que pasarlo contigo lo hizo incluso mejor —susurro—, hacer todo esto sola no sería lo mismo...

Sonríe y las estrellas parecen brillar en sus ojos. No sé por qué se lo dije, quizá porque lo pensé. En el mismo instante en que mencionó que su día había sido bueno por pasarlo conmigo, pensé que tenía razón y que no había nada malo en que se lo dijera.

Pero ahora, con sus ojos brillantes clavados en los míos comienzo a dudarlo. Cuando éramos pequeños decirnos cosas bonitas y sinceras era parte de nuestra relación, pero ahora y después de nuestra conversación, toman otro matiz. Y no solo eso, además se me acelera el corazón y la piel se me estremece.

—Me gusta saberlo —susurra.

—Creo que será mejor que vaya a darme un baño, luego de tanta arena y agua salada estoy agotada —miento. La verdad es que podría quedarme aquí a su lado, pero no me parece una buena idea. Me pongo de pie y me sacudo la arena del bikini. Es algo que hago de manera instintiva, pero de pronto siento sus ojos clavados en mi cuerpo.

He tenido este bikini todo el día, no es que me vea recién, pero parece como si de pronto me descubriera.

—No deberías mirarme de esa manera —digo y él sonríe pícaro y divertido porque lo descubro. No se avergüenza en absoluto, lo que me hace pensar que lo hace a propósito.

El verano que derritió tu corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora