Estaba preparando mi maleta para cumplir uno de mis más grandes sueños cuando mis ojos se fijaron en la televisión, era un médico joven de cabello negro y ojos oscuros el que hablaba con el periodista.
—Estamos llamando a todos los profesionales de blanco que deseen sumarse a esta iniciativa. Necesitamos personas que estén dispuestas a pasar un mes en las ciudades del norte que están siendo golpeadas con más intensidad por la ola de calor. Enviaremos refuerzos a cada ciudad.
—¿Tendrían que mudarse a vivir allí? —pregunta el periodista.
—No, para nada, sería el tiempo que cada uno pueda, estaremos rotando... Hay mucha gente pasándola realmente mal en las ciudades más pobres del país y no podemos olvidarnos de los pueblos nativos.
—¿Dónde pueden comunicarse los que quieran ayudar?
El médico explica que también están juntando donaciones de ropas, alimentos no perecederos, agua y cualquier cosa que pudiera servir y da un número de teléfono para contacto.
Sin pensarlo mucho tomo mi celular y anoto el número, lo agendo con el nombre de la organización en cuestión y suspiro.
Hace un par de días hablé con Arua, me dijo que no me preocupara, que ellos estaban bien y que estaban haciendo todo lo posible por ayudar tanto al pueblo como a la tribu, que estaba todo bajo control. Pero no puedo dejar de sentir que estoy traicionando mis propias raíces.
Miro mi maleta, ya he metido una toalla, dos trajes de baño y ropa de verano. He juntado por dos años tanto dinero como días de vacaciones para poder visitar el mar del cual muchas veces había escuchado en mi infancia, deseo poner el pie sobre la arena blanca y sentir las olas bañarme el cuerpo, pero algo no está bien y no logro sentirme a gusto con mis decisiones.
Mi vista va de nuevo a la tele, pero están pasando publicidad.
Sé que suena un poco tonto, pero tenía la ilusión de encontrarme con Gonzalo en esas playas o en las calles de esa ciudad donde él vivía de niño, esperaba mirarlo a los ojos y que viera la mujer en la que me he convertido y se sintiera orgulloso. Y también guardaba la esperanza, aunque jamás lo admitiría en voz alta, de que le doliera el haberse olvidado de mí, el haberme dejado de lado y apartado de su vida como si yo no fuera digna de estar en ella. Como si fuera una ciudadana de segunda clase.
Me siento en la cama y suspiro.
Estoy agotada de sentirme de ese modo. Si volviera al pueblo sería una heroína, todos me mirarían con consideración y admiración, sería un ejemplo para los niños de mi tribu y un orgullo para mis familiares. Si volviera podría ir por el pueblo con la cabeza en alto, sin tener que bajar la mirada para esconderme de las burlas de mis compañeras de clase, si alguna de ella siguiera en la ciudad tendría que verme a los ojos y darse cuenta de que yo he logrado todo lo que ellos pensaban que no lograría jamás.
Pero volver al pueblo significa también cortarme las alas antes de tiempo, no es que no pensara volver, claro que lo pensaba, pero primero quería volar, conocer más lugares, viajar y ver el mundo. No estoy segura de que eso esté bien, a veces me siento egoísta y otras pienso que es lo justo, que yo me merezco lo mismo que cualquier otro ser humano en la tierra.
Moni se acerca y se recuesta sobre el umbral de mi puerta, me regala una sonrisa dulce.
—¿Lista?
Niego.
—¿Qué sucede?
—Quizá debería unirme a la organización esa y volver al pueblo ahora que me necesitan, el viaje puedo hacerlo más adelante...
—Amaru... —susurra y se sienta a mi lado, me toma de la mano—. Has lo que te haga feliz.
—Ojalá solo pudiera hacer lo que me hace feliz, pero parece que a mí no me está permitido... Ese es un pensamiento muy occidental —aclaro con una sonrisa—, las cosas en la tribu son distintas, pesa el grupo por encima de las individualidades...
Moni asiente.
—Si decides ir a tu pueblo yo voy contigo...
—¿Y el hospital? —pregunto y ella sonríe.
—Ya lo he averiguado y no hay problema si presentamos una constancia de que asistiremos como médicos de esa ONG.
La miro y ella sonríe.
—¿A dónde te lleva tu corazón, Amaru?
—A mi pueblo —respondo y ella me abraza.
—Entonces está todo dicho, salimos mañana a la mañana.
ESTÁS LEYENDO
El verano que derritió tu corazón
RomantizmUn verano para conocerse, Ocho veranos para enamorarse, Muchos veranos para odiarse, Y un último verano para reencontrarse. Amaru y Gonzalo son como el agua y el aceite, a simple vista no tienen nada en común más que el amor por la naturaleza y por...