Gonzalo le dio el libro que trajo para ella con mucha emoción.
—Te traje muchos más, pero este es especial.
—¿Sí? —preguntó la niña—. ¿De qué se trata?
—Vamos a leerlo, ¿quieres?
Así fue como Amaru conoció por primera vez la historia de Pocahontas en un libro de cuentos, pero Gonzalo le prometió que podían verla en dibujos animados cualquier día que ella se animara a ir a su casa.
—¿Qué dirá tu abuela si me llevas?
—No dirán nada, son muy buenos —explicó Gonzalo.
Desde ese día, Amaru se leyó una y otra vez la historia de aquella muchacha tan valiente que se enamoró de un extranjero, pero que decidió quedarse con su tribu por el amor a sus raíces.
En aquel momento, Amaru solo tenía diez años, y lo que más le gustó de la historia no fue la historia en sí, sino que la protagonista fuera una chica como ella. En los libros que la profesora le había prestado, la protagonista siempre era una niña blanca de trenzas rubias y ojos claros, a veces tenía algunas variaciones, pero en su mayoría era así, sin embargo, Pocahontas era parecida ella en tono de piel y en cultura, era indígena y provenía de una tribu, amaba la naturaleza y era valiente para defender a sus seres queridos. Eso hizo que el corazón de Amaru se convenciera de que por más que las chicas de la escuela la trataran mal y se empeñaran en humillarla, ella podía ser más que eso.
En una de sus charlas con Gonzalo, cuando él le preguntó cómo le iba en la escuela, ella decidió contarle todo. Le habló sobre las clases, cuáles eran sus preferidas y cuáles le resultaban aburridas, le comentó de los profesores y lo mucho que la querían, incluso le dijo que había obtenido uno de los mejores puntajes del grado, pero también le contó de los demás niños.
—No son como tú, ¿sabes? Y yo pensaba que serían como tú —explicó.
—¿Cómo yo?
—No quieren jugar conmigo ni con los demás niños nativos... Uno de mis amigos dejó de ir a la escuela porque no soportaba cómo nos trataban...
—¿Qué les dicen?
—No sé, muchas cosas... Se ríen de nuestras ropas o de los cuadernos que tenemos y que nos regalan las maestras, se burlan de las frutas que llevamos para nuestra merienda y dicen que somos como monos. A veces cuando nos acercamos hacen como que se van porque dicen que olemos mal...
—¿Todos son así? —Se indignó Gonzalo.
—Sí... Los niños se rindieron, se juntan entre ellos y ya, pero yo tenía esperanzas de hacer amigas, ¿sabes? Hay unas niñas que me odian...
—¿Te odian? ¿Pero por qué?
—No lo sé, porque soy indígena... Un tiempo quise acercarme a ellas, les llevé regalos y ellas se acercaron a mí, pero luego vendían lo que les llevaba y no me dejaban jugar con ellas. A veces me obligaban a cargar con sus mochilas y cosas así, decían que como la india que soy debo servirles...
ESTÁS LEYENDO
El verano que derritió tu corazón
RomantizmUn verano para conocerse, Ocho veranos para enamorarse, Muchos veranos para odiarse, Y un último verano para reencontrarse. Amaru y Gonzalo son como el agua y el aceite, a simple vista no tienen nada en común más que el amor por la naturaleza y por...