Patio de Invernalia.
Amara estaba junto a Jon en el patio, los hombres retiraban los estandartes Bolton y volvía a ondear el huargo de los Stark. Los cadáveres eran recogidos y los soldados curaban sus heridas. Dos hombres entraron cargando a Rickon en una camilla.
— Enterraremos a mi hermano en la cripta. Junto a mi padre.
Los hombres asintieron solemnemente a Jon y siguieron hacia el castillo. Didi y Briar llegaron a caballo junto a los mellizos y Jon comenzó a caminar hacia ellos.
— Jon. - Sansa lo paró.
— ¿Dónde esta?
La mirada de Jon se oscureció y se dirigió a las perreras, Sansa siguió su mirada y asintió antes de marchar hacia aquel oscuro lugar. Amara la tomó del brazo.
— ¿Estás segura?
— Debo ser yo.
Amara la soltó y Sansa continuó su camino. Los mellizos ya habían saltado de sus caballos y corrían hacia Jon, Amara se dió la vuelta justo a tiempo para ver cómo lo derribaban y los tres caían al suelo. Algunos hombres rieron, Tormund se burló de Jon. En aquel momento todo parecía hermoso. Amara corrió hacia ellos.
— Niños tened cuidado, haréis daño a vuestro padre. - Les regañó de forma cariñosa mientras les ayuda a levantarse.
Los niños se abrazaron a ella también. Jon los miraba con orgullo, luego miró a su alrededor. A nadie parecía importarle, así que rodeó a su familia entre sus brazos.
Un joven jinete cruzó las puertas de Invernalia al galope. Era un guerrero del pueblo libre, joven, rubio y cubierto de sangre, con parte de su pelo rapado y el resto trenzado.
— ¡Reina cuervo! ¡Le traje lo que pidió!
Amara contempló la cara alegre del chico mientras sostenía un saco en el aire. Hizo a los niños entrar de inmediato al Castillo, ya habían visto suficiente muerte.
El joven se bajo del caballo y se acercó sonriente a ella.
— Muéstramelo. - ordenó la chica.
El joven salvaje metió la mano en el saco y le mostró una cabeza. Amara contuvo la respiración, su cara estaba golpeada y llena de sangre y sus ojos abiertos. Jon miraba a Amara que no reaccionaba.
— ¿Sufrió?
El chico rió.
— ¡Oh sí! El cabrón fue duro de matar pero terminó cayendo.
Amara miró al joven con curiosidad, debía de tener unos 18 o 19 años y aunque de apariencia amenazante, no era tan corpulento como Harrion.
— ¿Lo mataste tú? - preguntó Jon sorprendido.
El joven asintió y le tendió la mano.
— Sigorn de la tribu Thenn, señor.
Tormund apareció tras él.
— ¡Sigorn, pequeño hijo de puta! ¡El cabrón de tu padre estaría orgulloso! ¡Deberías de haberlo visto, plantando cara a ese oso!
El joven rió de nuevo. Amara miró al chico.
— Te estoy muy agradecida Sigorn. ¿Qué quieres a cambio?
El joven la miró confundido.
— No deseo nada a cambio señora, sé lo que os hizo, lo merecía.
Amara miró sus claros ojos azules, había bondad en ellos.
— Los lores del norte vendrán a jurar lealtad a la casa Stark, Alys Karstark es ahora la señora del Bastión Kar, necesitará un marido. Te recomendaré para tal puesto.
Tormund, Sigorn y Jon la miraron perplejos.
— Señora, no sé si yo...
Tormund lo interrumpió.
— ¡Claro que sí! El pequeño Sigorn, un señor sureño.
El gigante pelirrojo se reía con estruendo mientras Jon y Amara se alejaban. Jon llevaba el saco en la mano que no agarraba la cintura de Amara. Lo levantó.
— ¿Qué quieres hacer con esto?
— Que lo lancen a las perreras, así podrá hacer compañía a Ramsay.
***
Amara había ido a acostar a los niños mientras Jon hablaba con la mujer roja y ser Davos. Los mellizos ya dormían cuando vio a la sacerdotisa alejarse de Invernalia a caballo a través de la ventana.
Decidió entonces encaminarse al bosque de los Dioses, sentía que debía ir allí. No sabía si a orar o simplemente a ordenar sus pensamientos. Con la batalla ganada y su familia a salvo, podía pensar en todo lo que había pasado, la muerte de Harrion, las palabras de Howland Reed, la profecia de Melissandre, los dragones...
Tendrían que dar explicaciones respecto a los dragones, muchos hombres no entendían lo que había ocurrido, otros lo habían visto claramente. Los murmullos correrían por el castillo como fuego desbocado.
Todos esos pensamientos se arremolinaban en su cabeza mientras se arrodillaba ante el gran arciano.
— Sabía que te encontraría aquí.
Amara sonrió y sintió como una capa se posaba sobre sus hombros. La nieve ya estaba cayendo. El olor de Jon la envolvio. Se puso de pie y lo besó. Él le devolvió el beso, primero tiernamente y luego con necesidad. Profundizando más y más hasta explorar cada rincón de su boca con su lengua. Amara se sentía derretirse en sus brazos. Se separaron al quedarse sin aire. Ambos ronrieron, estaban en casa.
— Hace frío, volvamos dentro. - Jon tomó su mano.
Amara tiró de él para besarlo de nuevo.
— ¿Que hay de la promesa que me hiciste la ultima vez que estuvimos aquí?
— ¿Cuál? - preguntó Jon divertido.
Amara se acercó a él y susurro en su oído.
— Dijiste que me follarias debajo del árbol del corazón para que todos los Dioses pudieran verte.
Los ojos de Jon se volvieron negros de lujuria al recordar esas palabras y la agarró de la cintura para besarla más ansiosamente.
— Créeme que me encantaría, pero no me arriesgaré a que cojas una hipotermia. Por eso, creo que te llevare adentro, a las termas, y te follare hasta el amanecer.
Las mejillas de Amara enrojecieron. Su vientre se contrajo ante sus palabras y también sus muslos. Jon sonreía satisfecho por lo que sus palabras causaban en ella. Amara podría haberse derretido en ese instante. De pronto volvió a ser ese joven con el que creció en Invernalia y que le robaba besos por los pasillos oscuros.
Amara lo besó de nuevo y Jon la levantó en el aire mientras ella reía como cuando era una adolescente. Jon la bajo y junto su frente con la de ella.
— Cásate conmigo.
Amara miró los ojos de Jon pero no dijo nada.
— Sé que no tengo nada que ofrecerte, no tengo tierras, posesiones, ni siquiera un nombre. Pero te quiero Amara, a ti y a nuestros hijos. Quiero cuidaros y amaros para siempre.
Las lágrimas de felicidad desbordaban los ojos de Amara. Ella asintió y Jon besó sus manos.
— Jon, debo contarte algo.
ESTÁS LEYENDO
El príncipe del invierno - Jon Nieve
Fanfiction¿Qué es el honor, comparado con el amor de una mujer? ¿Qué es el deber, comparado con el calor de un hijo recién nacido entre los brazos, o el recuerdo de la sonrisa de un hermano? Aire y palabras. Aire y palabras. Solo somos humanos, y los diose...