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Salimos del coche patrulla en el que habíamos venido y nos adentramos en el bosque junto a la unidad policial. Habían asistido prácticamente todos los agentes, pues hacía tiempo que una muerte no sacudía el pueblo.

Tras el arresto de Nolan Jenkins, la comunidad al fin pudo volver a respirar con normalidad, disfrutando de nuevo de una paz largamente esperada. Después de que el responsable de todas las muertes y secuestros que habían inquietado durante años a Harpers Ferry estuviera entre rejas, ya no había nada que temer.

O eso creíamos hasta ahora.

—¿Dónde está el médico forense? —preguntó Foster, acelerando el paso.

—En camino, debería llegar pronto —respondió uno de los agentes a su lado, manteniendo el paso.

En cuanto la penumbra del bosque nos envolvió, encendimos las linternas. El aire frío del bosque y el crujir de las hojas bajo nuestros pies eran los únicos sonidos que rompían el silencio sepulcral. Nunca me habían gustado los bosques de noche, ya de por sí eran espeluznantes. Pero imaginar que habían encontrado un cuerpo sin vida allí hacía que se me erizara toda la piel.

Nos llevó aproximadamente quince minutos caminar hasta el límite del bosque, donde empezaba la orilla del lago. Al llegar a la escena del crimen, nos encontramos con un perímetro claramente demarcado por cintas amarillas de "Policía: No Pasar", que se entrecruzaban entre los árboles, sellando el área. Dos agentes de policía estaban hablando junto a un hombre, mientras uno de ellos tomaba nota de todo lo que les iba diciendo.

El hombre era un cazador, lo cual se evidenciaba por su chaquetón de camuflaje que se mezclaba con los tonos marrones y verdes del bosque, las botas altas de lodo que indicaban que había estado caminando por el área, el sombrero de ala ancha que le sombreaba el rostro y la escopeta de caza que descansaba en un árbol próximo. Sus manos, curtidas y fuertes, se movían con gestos expresivos mientras hablaba.

El oficial que no llevaba una libreta a mano nos vio llegar e indicó, señalando al cazador:

—Este hombre fue quien reportó haber encontrado el cuerpo sin vida.

Los ojos de Foster volaron hacia el hombre con bigote tupido que cubría su labio superior y lo escrutó con la mirada de arriba a abajo.

—La caza nocturna está prohibida en nuestro pueblo —decretó con autoridad.

—No estaba cazando de noche —aclaró rápidamente el hombre para que no hubiesen malentendidos—. Fue al caer la tarde, cuando me encontraba recogiendo mis trampas.

Foster le echó un rápido vistazo al oficial de policía, indicando con una mirada que esa información debería ser verificada más adelante. No podíamos basarnos solo en declaraciones verbales. En esta situación, cualquiera podía ser sospechoso, y ese hombre no era una excepción.

—¿Cómo encontró el cuerpo? —preguntó Foster.

—Estaba casi anocheciendo cuando me topé con algo... extraño entre unos arbustos —empezó, su mirada fija en un punto indeterminado del suelo, como si reviviera el momento—. Al principio, pensé que podría ser un animal grande, quizás un ciervo. Pero, cuando me acerqué, vi que era un cuerpo humano.

Landon, que había estado escuchando atentamente, intercambió una mirada preocupada conmigo.

—¿Vio algo inusual por la zona? —preguntó mi amigo.

El hombre frunció el ceño, como si estuviera haciendo un esfuerzo por recordar cada detalle.

—Ahora que lo menciona, sí —dijo finalmente—. Había una mochila abierta cerca del lago. Me fijé en que tenía una toalla, ropa de recambio y un bañador. No quise tocar nada. Imagino que era de esa pobre chica. Los jóvenes suelen venir aquí a bañarse en el lago.

En la Sombra del Olvido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora