JULES
No quería pensar más, solo necesitaba que Lorenzo apareciera de una vez y me dijera que todo esto era una broma de mal gusto. Merecía una explicación, y más le valía que fuera buena.
«Me necesitan en la redacción. Uno de los reportajes se complicó y tengo que ir a ayudar con la cobertura. No tardaré mucho, pero si encuentras algo mientras tanto, llámame.»
Una sonrisa amarga curvó mis labios y le di otro trago a la botella de whisky. La había comprado en la ciudad, después de que esa tienda con vitrinas abarrotadas de botellas de alcohol se cruzara en mi camino. Tuve la tentación de empezar a bebérmela por el camino, pero... ¿emborracharme mientras conducía? No era tan irresponsable. Así que esperé a hacerlo en cuanto detuve el coche en la calle de mi casa.
La noche ya había caído por completo, y yo seguía dentro del vehículo, con las luces apagadas. Nada más llegar al pueblo, había empezado a llover, y ahora gotas de agua golpeaban suavemente el parabrisas. Mi mente se sentía pesada, adormecida por el alcohol que me quemaba la garganta. Ni siquiera me di cuenta de lo mucho que había bebido hasta que noté la botella mucho menos pesada. Observé el vidrio frío y vi que apenas le quedaban unos pocos tragos para terminarla.
Me pregunté en cuantas cosas más me habría mentido, pues la facilidad con la que lo había hecho me indicó que no era la primera vez que ocultaba la verdad. ¿Se llamaba realmente Lorenzo? ¿O eso también era mentira? ¿Se había inventado toda esa historia de su trágico pasado con su padre? ¿Qué era verdad y qué no?
Pero, lo que realmente me preguntaba era en qué momento me había convertido en esto, en alguien que buscaba respuestas ahogándome en el alcohol. Ya no solo era por Lorenzo. Landon, Lexi... Todos ellos me hicieron sentir que ya no podía confiar en nadie.
Suspiré. Tal vez estaba perdiendo el tiempo esperándolo, tal vez había sido un error quedarme ahí, aferrada a la esperanza de que apareciera la figura de Lorenzo al final de mi calle y una explicación lo cambiara todo. Al fin y al cabo, también me había mentido cuando dijo que no tardaría mucho, pues era la una de la madrugada y seguía sin dar señales de vida.
Alcé la vista y al principio pensé que era un juego de la oscuridad, un reflejo de las luces de la calle o quizás una sombra creada por la lluvia. Pero no, ahí estaba.
Lorenzo.
Mi corazón se encogió con una mezcla de alivio y rabia. Lo seguí con la mirada mientras subía las escaleras de mi porche rápidamente para no mojarse de la lluvia. Picó al timbre, pero nadie le abrió. Estuvo un rato, esperando, pero nada. Se asomó a una de las ventanas que daban al comedor para ver el interior de la casa. Supongo que las luces apagadas le indicaron que no estaba en casa, o tal vez pensó que ya me había metido en la cama, así que dio media vuelta para marcharse.
Sus ojos se abrieron al verme parada justo donde comenzaban las escaleras. Había salido del coche todo lo silenciosa que me permitió el alcohol, y ahora estaba ahí, de pie, observándolo fijamente.
Por un momento, el silencio se alargó entre nosotros, pesado e incómodo. Él pareció tener un debate interno, como si intentara decidir qué hacer o decir a continuación.
—Jules —pronunció mi nombre, sorprendido de verme ahí fuera—. He venido a buscar mi móvil, me lo dejé esta mañana en tu casa. ¿Dónde estabas?
—Qué bueno que preguntes eso —respondí con una sonrisa que no alcanzaba mis ojos—. He ido a tu redacción para llevártelo. O mejor dicho, en la redacción donde dices trabajar. Qué curioso que no te hayan visto por ahí en los últimos seis meses, ¿no crees?
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En la Sombra del Olvido ©
Mystery / ThrillerTras los aterradores eventos en el hospital psiquiátrico, Jules ha podido retomar la vida que tenía antes. Con el asesino entre rejas, al fin ha logrado devolver la paz a la tranquila comunidad de Harpers Ferry. Sin embargo, cuando el pueblo finalm...