Horas antes...
AMELIA
—Concéntrate, Amelia. Puedes hacerlo.
De vez en cuando oía la voz de Madeline a través de un pequeño altavoz que había en una esquina de la habitación, y que me permitía escucharla desde el otro lado del cristal.
—¡No puedo!
—Sí que puedes, lo has hecho otras veces. Solo te pido que lo hagas ahora, enfrente de mí.
Con los dientes apretados y las lágrimas secándose en mis mejillas, intenté bloquear el dolor que recorría mi cuerpo para concentrarme únicamente en desaparecer a la vista de los demás. Pero cada grito, cada descarga eléctrica, solo parecía alejarme más de mi habilidad.
Esto no era como concentrarse para responder una pregunta complicada o mantener el equilibrio sobre una sola pierna. Me estaba pidiendo algo que para los demás era simplemente inalcanzable. Y yo no estaba cerca de conseguirlo.
Pensé en todas aquellas ocasiones en que probablemente lo hice. Siempre me dominaba una emoción fuerte: el miedo, la ira, la tristeza. Pero, aunque Madeline creyese que el dolor era ese impulso que necesitaba para provocar mi habilidad, era todo lo contrario. Bloqueaba todas mis emociones, y solo podía pensar en que acabase esa tortura.
Les rogué y supliqué que pararan. Incluso me ofrecí a intentarlo en otro momento, aún sabiendo que no lo conseguiría. Jamás había perdido tanto mi dignidad como ahora. Pero estaba tan desesperada que traté de hacerles entrar en razón.
Madeline se dio la vuelta para hablar con su ayudante, un hombre ataviado de blanco que manipulaba la maquinaria. Pensé que los habría convencido, pero supe que estaba muy equivocada en cuanto leí los labios de Madeline: "aumenta la intensidad."
No, por favor.
Me retorcí sobre el asiento, haciendo que las correas se tensaran más. Estaba segura de que tenía la piel a carne viva, podía sentirlo. Pero quería liberarme como fuera, no creía que pudiese aguantar más dolor.
—¡No funciona así, maldita sea!
Iba a explicarles que todas las veces que había usado mi habilidad fue de forma inconsciente, que jamás había logrado usarla a mi favor. Pero una descarga más dolorosa que cualquier otra cosa sacudió todo mi cuerpo. El dolor se extendió desde los dedos de los pies hasta la cabeza, enviando una corriente eléctrica que pareció quemarme hasta los huesos. Lo sentí por todas partes.
Y creí que moriría, de verdad que lo pensé. Dudaba que mi cuerpo estuviese preparado para soportar un dolor tan extremo y aterrador. Pero entonces el sufrimiento cesó.
No entendí lo que estaba pasando hasta que abrí los ojos de nuevo y no encontré a Madeline por ninguna parte. Ahora solo me observaba el hombre, con ese rostro sereno. Giré la cabeza todo lo que mi cuerpo pudo al escuchar la puerta abrirse.
—Madeline, por favor... —Mi voz salió áspera de tanto haber gritado.
Esa mujer habría escuchado tantas súplicas a lo largo de su vida, que dudaba que hiciese caso a las mías. Pero la esperanza es lo último que se pierde. Además, era lo único que me quedaba.
—¿Sabes, Amelia? —empezó a decir, acercándose a mí hasta quedar a tan solo unos pasos—. Aunque no te lo creas, eres una chica fuerte. Lo vi en esa pequeña pelirroja que estaba en el orfanato. Había algo en ti que destacaba. No era solo tu pelo rojo brillante o esa mirada que era demasiado dura para una niña de tan solo cinco años. Era la manera en la que te enfrentabas al mundo, incluso cuando todo parecía que iba en tu contra. Podías estar rota por dentro, pero no dejabas que nadie lo notara. Siempre te escondías de todo el mundo cuando querías llorar, y si veías a algún niño hacerlo, le decías que las lágrimas solo debías mostrarlas delante de las personas que quieren ayudarte, porque sino le estás dando un arma para herirte.
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En la Sombra del Olvido ©
Mystery / ThrillerTras los aterradores eventos en el hospital psiquiátrico, Jules ha podido retomar la vida que tenía antes. Con el asesino entre rejas, al fin ha logrado devolver la paz a la tranquila comunidad de Harpers Ferry. Sin embargo, cuando el pueblo finalm...