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En el presente...


JULES

Había tres sonidos que no soportaba, en especial por la mañana: el estridente tono de la alarma, el molesto zumbido de un mosquito cerca de mi oído, y el insistente timbre de casa. No estaba segura de si lo primero había ocurrido y simplemente no me había dado cuenta; lo segundo solo pasaba en verano, y lo tercero acababa de suceder en este preciso momento.

Y si a eso le sumabas que tenía una resaca del copón, todo apuntaba a que iba a ser un día de mierda. Y eso que no había hecho más que empezar.

Retiré las sábanas, que se me habían enredado en mis piernas, y me dirigí hacia la puerta bostezando. No sabía ni qué hora era, pero supuse que sería de día por la luz que se filtraba por las dos grandes ventanas que tenía a ambos extremos de la puerta.

Me esperaba a cualquier persona, incluso a Steve, y eso que seguía despertándome con el periódico en el suelo. Pero no imaginé que, al abrir la puerta, me encontraría con el inspector Morgan.

A diferencia de mí, exhibía una apariencia pulcra y preparada, como si llevara horas despierto. Su traje estaba impecablemente planchado, su cabello perfectamente peinado, y su mirada alerta y clara, sin rastro de la fatiga matutina que me estaba consumiendo a mí por dentro.

—Lamento haberla despertado, señorita Miller.

—Supongo que mi aspecto me ha delatado —dije en tono de broma.

—En efecto. —Sonrió—. Y su ropa también indica que anoche lo pasó bastante bien.

Inmediatamente bajé la vista hacia mi atuendo, sintiendo cómo el rubor ascendía por mis mejillas al percatarme de que aún llevaba puesto el vestido de mi cita con Lorenzo. Luego caí en la cuenta de que seguramente tendría el maquillaje de ayer corrido por no habérmelo quitado.

Menudas pintas.

Todavía no entendía cómo no se había ido corriendo ya.

—Me alegro de verle, inspector. —Espero que no notara que era un intento desesperado por cambiar de tema—. ¿En qué puedo ayudarle?

Su cara adoptó una expresión más seria.

—¿Puedo pasar?

Aún sintiéndome desorientada por la resaca y la abrupta visita, logré esbozar una respuesta amable.

—Claro, adelante. ¿Quiere tomar algo? ¿Café? ¿Té?

—No, gracias —respondió con cortesía mientras cruzaba el umbral—. Ya he desayunado.

Sentí un alivio instantáneo al saber que no tendría que preparar nada, permitiéndome un momento más de calma para lidiar con la resaca.

¿Desde cuándo me dejaban tan mal tres copas de vino? Había llegado a beber más, pero nunca me había sentido así. Era como si me hubiese pasado un tren por encima.

El inspector le echó un rápido vistazo al interior de mi acogedora casa, pero enseguida volvió a centrar su atención en mí. No creo que hubiese venido solo para contemplar los marcos de mis fotos y las telas de mis cortinas.

—En realidad estoy aquí para informarle de que ya han salido los resultados de la autopsia.

Me quedé ahí de pie, como una boba, en medio del salón.

—¿Y qué indican los resultados?

—Eso fue obra de un humano, no hay duda de ello.

No estaba segura de si alegrarme de que mis sospechas iniciales resultaran ser ciertas, o preocuparme por lo que implicaba eso.

En la Sombra del Olvido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora