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El día del accidente...


BETH

Algo había salido terriblemente mal.

Lo supe por el zumbido en mis oídos y el dolor sordo en mi cabeza. Y mis sospechas se confirmaron cuando abrí mis ojos con pesadez.

Todo estaba al revés. El mundo se veía extraño y distorsionado desde mi perspectiva, atrapada en el cinturón de seguridad, que se clavaba dolorosamente en mis costillas. Pero al menos me mantenía sujeta al asiento del coche volcado. De no haberlo tenido puesto, las consecuencias podrían haber sido mucho peores.

Fragmentos de vidrio brillante se esparcían sobre el techo del coche, ahora convertido en el nuevo suelo. El sabor metálico de la sangre llenaba mi boca mientras parpadeaba, tratando de entender cómo había llegado a este punto.

Al intentar mover los dedos, un escalofrío recorrió mi cuerpo; todo era extraño y confuso. Mi mente, que hasta ahora estaba nublada, luchó por conectar los fragmentos dispersos de mi memoria.

El impacto. Los gritos. La oscuridad. Y luego, nada.

Con cada segundo que pasaba, comenzaba a recuperar lentamente mis sentidos. Mis ojos se ajustaron a la penumbra dentro del coche volcado, y noté dos figuras en los asientos delanteros.

Nolan y Jules.

Intenté llamarlos, pero mi voz apenas fue un susurro rasposo. El pánico se apoderó de mí al ver que ninguno de los dos se movía. Así que me obligué a moverme yo, a pesar del dolor que atravesaba mi cuerpo con cada gesto que hacía.

Mi mano temblorosa alcanzó el cinturón de seguridad, luchando por desabrocharlo. Fue una tarea bastante complicada puesto que estaba demasiado tenso, pero finalmente logré liberarme y caí al techo del coche, haciendo que ahogara un grito agonizante al doblar el cuerpo.

Tenía que alcanzar la ventana más próxima para salir. Me arrastré hacia un lado, ignorando el dolor en mis costillas y la sensación abrasadora en mis brazos por los cortes de vidrio.

Me dejé caer de nuevo al suelo cuando sentí la tierra húmeda del bosque bajo las palmas de mis manos, dándome unos segundos para recuperarme. No sabía cuánto tiempo había estado inconsciente. Solo sabía que tenía que sacar a Nolan y a Jules de allí cuanto antes, pues el olor a gasolina ya empezaba a impregnar el aire.

Pero no pude hacer nada de eso, porque se escucharon voces en la distancia.

Podía ser alguien tratando de ayudarnos, pero también cabía la posibilidad de que se tratara de Madeline y su gente. Y no iba a estar para comprobarlo.

Me puse en pie tambaleándome, agarrándome a un árbol cercano para mantener el equilibrio, y me escondí detrás de un grueso tronco que ocultó todo mi cuerpo.

Las voces se acercaban, y mi corazón latía con fuerza mientras aguardaba en silencio para descubrir quién venía. Eran varias personas, lo supe porque distinguí muchas pisadas bajo las hojas secas. Pero no me atrevía a asomar la cabeza por si me veían. Tan solo estaba a unos pocos metros, no me había alejado mucho de la zona.

Cuando los pasos se detuvieron, ordenó una voz femenina, una muy reconocible:

—Sacadlos.

Madeline Gerlach.

Apreté los dientes con rabia.

Me asomé un poco, lo suficiente para ver cómo sus hombres trajeados sacaban a Nolan y Jules del vehículo, arrastrándolos como si fueran dos malditos muñecos, mientras Madeline observaba la escena impasible, con los brazos cruzados. Los dejaron recostados en el suelo, boca arriba.

En la Sombra del Olvido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora