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—¿El cadáver está en avanzado estado de descomposición, o es reciente? —le pregunté a Morgan mientras me abrochaba el cinturón y arrancaba el motor de su coche, que lo había estacionado en mi calle.

—Es reciente. Demasiado, de hecho. Todo indica que la mataron hace unas horas. —Hizo una pausa para girarse hacia mí con una seriedad que solo me heló más los huesos—. A plena luz del día, Jules.

Eso es lo que más me inquietaba, que hubiesen matado a alguien a la vista de todos.

—Ha dicho "la mataron". ¿Es otra chica?

Asintió.

—¿Cree que nos estamos enfrentando a un feminicida?

—Es posible —afirmó, activando las sirenas del coche para que le dieran paso—. Los dos cuerpos que hemos encontrado hasta ahora son de mujeres. Puede ser solo casualidad, o podemos estar frente a un asesino que, al igual que Nolan Jenkins, elige sus víctimas basándose en su género. Entre otras cosas.

—¿Quién dio la alerta?

—Un agente que patrullaba la zona. Cuando llegó, ya no había nadie cerca, solo el cuerpo.

—¿Y nadie vio nada antes?

Morgan negó con la cabeza.

El nudo en mi estómago se apretó aún más. Un asesinato tan reciente, y nadie había visto ni escuchado nada. ¿Cómo era posible?

—¿Qué tipo de heridas presenta el cuerpo?

Lo acabaría descubriendo en cuanto llegáramos a la escena del crimen, pero necesitaba saber a qué nos estábamos enfrentando. Los nervios me estaban comiendo por dentro.

Morgan mantenía los ojos fijos en la carretera, conduciendo a gran velocidad por las calles.

—Exactamente las mismas que el otro cadáver.

El silencio que siguió fue insoportable, hasta que llegamos a la escena del crimen minutos después. Esta vez no era en el bosque, sino en un callejón que, a pesar de estar en una zona céntrica del pueblo, quedaba oculto en las sombras. Las luces de las patrullas parpadeaban en las paredes de los edificios, y una gran multitud de ciudadanos se había reunido detrás del cordón policial, murmurando entre ellos.

Morgan y yo salimos rápidamente del coche. Nada más cruzar el cordón, distinguí entre los agentes de policía a Landon y Lexi. Estaban hablando entre ellos, pero al verme llegar con el inspector, me miraron inquietos.

—Menudo sábado —comentó Lexi con ironía.

—¿Qué tenemos? —pregunté, observando el cuerpo, que estaba cubierto por una sábana blanca.

—Mujer, alrededor de veinticinco años. Mismas marcas que el anterior caso —respondió Landon, autoritario—. Nadie vio nada.

—¿La identificación de la víctima? —pregunté.

Esta vez respondió Lexi.

—Se llama Rachel Sprouse. Según su DNI, vive en un apartamento a unas cinco calles de aquí. No tiene antecedentes penales y, por lo que sabemos, trabajaba en una tienda de antigüedades con su madre.

Intuí que era la mujer que estaba llorando desconsolada, intentando zafarse de los brazos del oficial que la sujetaba. Gritaba, desesperada, intentando acercarse al cuerpo de su hija, pero el policía hacía todo lo posible por mantenerla alejada de la escena.

Ver las reacciones de los familiares siempre me destrozaba por dentro. Era demasiado doloroso, pero formaba parte de mi profesión.

Me agaché junto al cuerpo, notando el desagradable hedor de la sangre fresca mezclado con el olor agrio de la humedad en el callejón. Retiré parcialmente la sábana, revelando una mujer joven con las mismas heridas que las del cadáver que habíamos encontrado en el bosque. Tenía cortes profundos y precisos que habían logrado desgarrarle brutalmente la piel.

En la Sombra del Olvido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora