JULES
No podía dormir. Cuando finalmente lo lograba, tenía pesadillas que me quitaban el sueño. Tampoco podía comer, porque cuando lo conseguía, sentía tantas náuseas que tenía que parar. No podía pensar, no podía concentrarme. No podía hacer nada. Porque cada vez que lo intentaba, mi mente se desviaba inconscientemente hacia el recuerdo de aquel día. Del día que intentaron matarme.
La frase que más se repetía cuando hablaba con algunas personas era: "Al menos estás viva." Y recuerdo que pensaba en cada ocasión: "No, no lo estoy. Esto no es vida."
Vivir con miedo no es vivir. Y yo estaba viviendo cada maldito día con temor. ¿Cómo se supone que debía vivir sabiendo que no solo me acechaba un asesino, sino dos?
Sentía que no podía confiar en nadie. Aunque, para ser honesta, tampoco podía hacerlo antes de que todo esto sucediera. Las personas en las que más confiaba ya me habían traicionado mucho antes de aquel día. Me dejaron sola cuando más los necesitaba y me demostraron que todo lo que me juraron una vez no eran más que palabras vacías.
Nunca me sentía cómoda en ningún lugar. Tenía miedo de salir de casa, pero también de quedarme. Y no hay nada más doloroso que no sentirte segura ni en tu propio hogar. Incluso consideré la idea de cambiarme de casa y empezar de nuevo. Pero, en un pueblo tan pequeño como el mío, mudarse no habría servido de nada. Las calles, los rincones y las personas eran las mismas.
No podía bajar la guardia, no podía relajarme. Cada vez que sentía una mirada fija en mí o escuchaba un ruido inesperado, mi corazón se aceleraba y mi cuerpo entraba en pánico. La sensación de estar en peligro persistía, incluso cuando no lo estaba.
La mayoría de las víctimas de ataques como este encuentran consuelo en la certeza de que su agresor está tras las rejas, sin posibilidad de volver a hacer daño ni acercarse a ellas. Pero mi caso era diferente. El hombre que intentó matarme seguía suelto. Eso es lo que más me desesperaba, saber que él seguía allí afuera, esperándome en alguna parte para terminar lo que había empezado.
La única persona que realmente estaba allí para mí era, curiosamente, Morgan. Lo llamaba cada vez que sentía que me costaba respirar, y él parecía ser el aire que necesitaba. Incluso sin que yo se lo pidiera, recibía por lo menos dos llamadas suyas al día para saber cómo estaba. Si no contestaba, insistía, no de una forma molesta, sino con esa paciencia que solo alguien que realmente se preocupa puede tener.
A veces se ponía su mujer al teléfono. No la conocía antes de todo esto, pero me pareció una persona tan maravillosa como él. Siempre intentaba animarme. Me contaba anécdotas del trabajo de Morgan o historias absurdas de cosas que le pasaban en el día a día, hasta que me encontraba sonriendo sin quererlo.
Ambos me hicieron creer que aún había personas dispuestas a tenderme una mano sin esperar nada a cambio, que podía ser querida por alguien, y que las personas no eran tan malas después de todo.
Entré en la ducha y me metí en el agua caliente. Mis músculos en seguida se relajaron, como si el calor lograra arrancar, aunque solo por un instante, la tensión acumulada en mi cuerpo. Al salir, me envolví en una toalla, ajustándola bien a mi pecho. Cuando el espejo empañado por el vapor empezó a aclararse, vi el reflejo de mi cuerpo, cada vez más lleno de cicatrices.
Mis ojos se posaron irremediablemente hacia esa herida que los médicos me dijeron que probablemente nunca desaparecería; la marca del cuello. Pasé los dedos suavemente sobre ella, pensando que sería imposible luchar contra mi propia mente si a partir de ahora tendría que verla todos los días.
Era injusto. Todo era injusto. Había sobrevivido, sí, pero ¿a qué costo? Vivir con esa cicatriz, con ese recordatorio constante, era como si él aún tuviera poder sobre mí. Como si cada mirada al espejo fuera otra forma de revivir ese momento.
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En la Sombra del Olvido ©
Mystery / ThrillerTras los aterradores eventos en el hospital psiquiátrico, Jules ha podido retomar la vida que tenía antes. Con el asesino entre rejas, al fin ha logrado devolver la paz a la tranquila comunidad de Harpers Ferry. Sin embargo, cuando el pueblo finalm...