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Los hombres esquivaron un par de coches aparcados con agilidad. Observé ansiosa lo que estaba haciendo Nils, esperando ver resultados.

Uno de ellos llegó primero. Se posicionó a unos metros delante del coche en el que estábamos, alzó su pistola y nos ordenó:

—¡Salid del coche!

Solté una risa irónica, y antes de poder controlar mi lengua, le contesté:

—¡Pues no entraba en nuestros planes, capullo!

Nils se giró hacia mí con el ceño fruncido.

—¿Qué?

—¿Quieres cabrearlo y que nos meta un tiro? —cuestionó.

—No lo hará. Nos necesitan con vida.

—O no.

Más hombres se colocaron al lado de su compañero. Ahora teníamos más de siete pistolas apuntándonos, formando una especie de barrera humana. Estábamos tardando demasiado.

En un movimiento hábil, Nils conectó el último cable necesario y el panel de instrumentos se iluminó, al igual que nuestros rostros. Un segundo después, el motor del coche cobró vida con un gruñido bajo. Fue un alivio sentir el coche vibrar.

—Mantente agachada —me pidió Nils.

Obedecí sin pensarlo, escondiéndome tanto como el espacio lo permitía. Se aseguró de que estaba bien posicionada antes de pisar el acelerador, haciendo que el coche avanzara con un tirón hacia adelante.

Los neumáticos chirriaron contra el pavimento del estacionamiento mientras maniobrábamos rápidamente hacia la salida. Supuse que los hombres se habían movido a tiempo para evitar ser atropellados, ya que el coche no experimentó ningún impacto brusco.

Levanté la cabeza, cosa que fue un grave error, porque presencié el momento exacto en el que la luneta del coche estallaba en innumerables fragmentos diminutos a causa de una bala.

—¡Mantente abajo! —gritó Nils cabreado, sin quitar la vista del camino que se abría ante nosotros.

El coche tomó una curva cerrada, haciendo que las ruedas derraparan en protesta mientras él pisaba el acelerador al máximo.

Como no podía quedarme escondida sin saber qué demonios estaba pasando ahí fuera, me incorporé de nuevo para quedarme sentada. Al girar mi cabeza, no vi a nadie persiguiéndonos, y el sentimiento de tranquilidad fue inmenso.

—Creo que los hemos despistado —dije con un hilo de esperanza en mi voz.

Nils, sin embargo, mantuvo su expresión tensa.

—No, han ido a por sus vehículos —respondió con demasiada seguridad—. Los tendremos detrás en cualquier momento.

—¿Por qué tengo la sensación de que no es la primera vez que te persiguen?

Mi respiración se cortó de golpe cuando sentí que el brazo de Nils se clavaba en mi cadera. Un calor repentino subió a mis mejillas, y la presión de su agarre me desorientó brevemente, nublando mi capacidad de pensar con claridad.

Sin embargo, ese contacto inesperado pronto cobró sentido al volver la mirada hacia adelante. Nos estábamos acercando a la rampa del estacionamiento.

Sentí un rebote brusco mientras el coche tomaba la rampa a alta velocidad, haciendo que me agarrara más fuerte a mis laterales. El vehículo vibró intensamente bajo nosotros mientras Nils maniobraba con destreza.

Justo cuando salimos al exterior, el coche dio un salto al pasar sobre el umbral, y por un momento, el vehículo pareció volar mientras el brazo firme de Nils me presionaba hacia el asiento, antes de aterrizar nuevamente sobre el asfalto de la calle.

En la Sombra del Olvido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora