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El aire en la sala pareció esfumarse en cuanto apareció, como si lo hubiese robado su presencia y nos dejara a todos sin oxígeno. O al menos a mí.

Nolan era sorprendentemente atractivo, lo que lo hacía aún más perturbador. Por su altura, su complexión atlética y su rostro casi perfecto, podría fácilmente ser el tipo de hombre que ves desfilando en una pasarela de moda, o en uno de esos enormes carteles publicitarios mientras esperas el autobús o das un paseo.

Ya lo había visto en algunas imágenes, pues su rostro ya había aparecido en todos los canales y periódicos posibles. Todo el mundo lo conocía. Pero en persona impactaba más.

Cabello negro, ojos oscuros, mandíbula bien definida...

Llevaba el mono de preso naranja, y a pesar de las esposas en sus muñecas, Nolan caminaba con una calma que daba incluso miedo, como si él fuera quien controlara la situación. Parecía tener el control siempre, ya estuviera en un hospital psiquiátrico o en una prisión. No importaba el lugar.

Cuando sus ojos se clavaron en los míos, mi cuerpo reaccionó de una forma muy extraña. No era solo miedo lo que sentí; hubo algo más, algo que no pude identificar. Era como si mi mente intentara recordar algo que estaba tratando de hurgar en mi memoria, algo que, por alguna razón, se me escapaba.

Pero tan rápido apareció esa sensación, desapareció con la misma facilidad, dejándome aún más desconcertada.

Era evidente que una chispa de reconocimiento apareciera al verle, pues ya había interactuado con él en el psiquiátrico. Sin embargo, había algo en él que me hacía pensar que lo conocía de otro lugar, en un contexto completamente distinto. Y eso era imposible.

Respiré hondo, obligándome a mantener la compostura mientras él se sentaba frente a mí. Sus manos esposadas estaban ahora también atadas a la argolla de acero incrustada en la mesa, limitando cualquier movimiento brusco.

Una vez que los guardias verificaron que las cadenas estaban bien sujetas, intercambiaron una mirada conmigo, y luego se retiraron, dejándonos solos en el cuarto. Aunque sabía que estaban justo afuera, preparados para intervenir si algo salía mal, sentí una desagradable inquietud en el momento en que la puerta se cerró, aislándonos del resto del mundo.

Sus ojos oscuros y penetrantes me observaron con una mezcla de curiosidad y diversión.

—Mira quién ha venido a verme —dijo con una voz oscura y grave, curvando los labios en una sonrisa que no alcanzó a iluminar su mirada—. La detective que me arruinó la vida. ¿A qué debo el honor?

Era evidente que teníamos las mismas ganas de vernos.

Recuperé mis cuerdas vocales como pude.

—Necesito tu ayuda —dije, tratando de mantener mi voz firme—. Estamos investigando un caso y creemos que podrías tener información valiosa.

Él levantó una ceja, claramente intrigado.

—¿Y qué podría yo saber que te sea útil?

Saqué las fotografías de la herida y las puse encima de la mesa, observando su reacción cuidadosamente.

—¿Reconoces esto? —pregunté.

Nolan despegó los ojos de los míos para observar las imágenes. Si le resultó familiar, lo disimuló muy bien. Porque se mostró impasible.

—¿Has venido a que te diga si reconozco una herida?

—No es una herida —corregí—. Es una marca intencionada. Alguien la ha hecho a propósito.

La sonrisa que esbozó era más de burla que de simpatía.

—Así que crees que alguien ha dejado su firma, ¿eh? —Su voz era baja, casi un susurro cargado de malicia—. Y me imagino que te preguntarás si yo sé algo al respecto. Es más, me atrevo a decir que piensas que puede haber sido algún aliado mío, alguien que me ayudaba en los asesinatos que, según vosotros, he cometido.

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⏰ Última actualización: 2 days ago ⏰

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En la Sombra del Olvido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora