22

6.6K 415 729
                                    

Me quedé helada, procesando sus palabras. ¿Una habilidad? No tenía idea de qué estaba hablando. Mi confusión debió reflejarse claramente en mi rostro, porque Madeline sonrió, como si disfrutara de mi desconcierto.

—Sí, supongo que no es fácil procesar que tienes una especie de influencia mental sobre los demás —continuó ella, acercándose aún más—. Pero la tienes, algo que ni siquiera tú pareces comprender. He visto lo que puedes hacer, y es precisamente por eso que estás aquí.

Mis pensamientos se aceleraron, intentando recordar cualquier momento en el que hubiera demostrado tal poder. ¿Influencia mental? ¿Había hecho algo sin darme cuenta?

—¿Estás insinuando que... que puedo controlar a las personas? —La idea me parecía absurda y aterradora al mismo tiempo.

Asintió.

—Eso es imposible.

Como si hubiese previsto mi reacción, se ajustó el vestido y entrelazó las manos por delante, proyectando una serenidad que claramente estaba fingiendo.

—Sabemos lo que te atormenta por las noches; ese recuerdo que te persigue en los sueños y en la oscuridad. —Hizo una pausa antes de seguir hablando—. El día que mataste a tu padre.

Mis ojos se abrieron desmesuradamente. ¿Cómo podría ella saber algo tan íntimo y doloroso?

—¿Cómo... cómo sabes eso? —balbuceé.

—Porque fueron mis hombres los que entraron en tu casa esa noche. —Su confesión me golpeó como un puñetazo en el estómago. Esto no me podía estar pasando—. Creíste que eran enemigos de tu padre por su... negocio, si es que podía llamarse así. Eso debíamos hacerte creer, pero te equivocabas. Estaban allí por ti, Amelia. No buscaban dinero, ni venganza. Te buscaban a ti.

Estaba segura de que mi corazón iba a salirse del pecho si seguía latiendo a esa velocidad. No solo sabía cuál fue el evento más traumático de mi vida, sino que lo había ocasionado. Yo no fui quien mató a mi padre, fue ella. Si no hubiese enviado a esos hombres, jamás me hubiese visto obligada a coger un arma con tan solo siete años.

Sentí tantas ganas de llorar que mis ojos me escocieron.

—¿Por qué? ¿Por qué mi familia? ¿Por qué yo?

—Tu madre te abandonó cuando naciste, y tu padre desapareció en cuanto se enteró de que su preciada novia de dieciocho años estaba embarazada. Pasaste mucho tiempo en un orfanato, hasta que tu padre se dignó a aparecer y te sacó de allí.

—¿Has venido a recordarme lo miserable que ha sido mi vida?

La ira empezaba a hervir dentro de mí, provocada no solo por el pasado, sino también por la forma en que Madeline usaba esa información, como si cada palabra fuera un instrumento afilado destinado a herir.

—No, Amelia, no he venido a juzgarte —respondió ella suavemente, casi con un tono de compasión que no llegaba a ser convincente—. Estoy aquí para mostrarte cómo todo lo que has vivido te ha convertido en lo que eres ahora.

—Sigo sin entender por qué me estábais buscando a mí.

—El orfanato donde te criaste no era un simple hogar para niños sin familia; estaba diseñado para observar y analizar a todos aquellos niños con tendencias violentas que podrían servir como sujetos para el proyecto. Allí es donde estaba Jules; allí es donde estabas tú.

Dios mío.

¿Estuve en el mismo orfanato que Jules?

—¿Y a que no adivinas para quién trabajan esas personas? Efectivamente; para mí —se respondió a sí misma. Sus tacones resonaron mientras daba un par de pasos hacia mí, hasta que tan solo medio metro nos separaba—. Yo trabajaba allí, observando, buscando talentos especiales como el tuyo.

En la Sombra del Olvido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora