Hermione Granger OS

Pacto II

—¡JURO POR MERLÍN QUE SI VOLVIERON A ROMPER EL JARRÓN DE LA ABUELA ESTARÁN CASTIGADOS HASTA QUE SU CARTA DE HOGWARTS LLEGUÉ! — grité furiosa saliendo de mi oficina personal al escuchar el ruido de un cristal rompiéndose caminé a paso apresurado por todo el pasillo del segundo piso de mi hogar, sin importarme los ruidosos y enfadados que se escuchen mis pasos, bajé las escaleras casi corriendo dirigiéndome a la sala principal donde se encontraban mis cuatro diablillos, literalmente.

En el centro de la sala de estar habían tres figuras de piel rojiza, cabello negro y ojos dorados, tres de ellas eran pequeños, dos niños y una niña, los tres con el cabello tan oscuro como la noche pero rizado a mas no poder justo como el mío, con la parte superior de su frente luciendo unos pequeños pero adorables cuernos, asi es habían tres pequeños demonios en mi sala de estar luciendo la mirada más asustada que hayan tenido en su vida, es increíble como los humanos serian quienes estarían aterrados si se encontraran con algunos de ellos, sin embargo ellos son quienes me temen a mi ahora, ¿y cuál es la razón por la cual me temen? Pues porque soy su madre y evidentemente han hecho otra de sus travesuras, porque desde el día en que los tres aprendieron a hablar y caminar, mis adorables bebés se habían convertido en un torbellino que arrasa con todo a su paso, y a esto sumémosle las manifestaciones de magia precoz que han tenido, mi esposa tenía razón aquella noche que nos conocimos al decir que nuestros hijos serian sumamente poderosos, nadie me cree cuando les digo que hicieron magia a los tres meses de nacidos, literalmente Rose se apareció frente en mi despacho porque tenía hambre y yo no había acudido a su habitación, Hugo atrajo su sonaja desde el otro lado de la habitación, solo extendiendo su mano derecha y Hermes se lanzó de la encimera de la cocina provocándonos un susto de muerte a T/n y a mí solo para verlo levitar justo antes de tocar el piso, créanme que si no fuera por la magia de mi esposa recorriendo mis venas, ya estaría con la cabeza completamente blanca de tantas canas de estrés que mis adorables retoños han ocasionado desde su nacimiento y ¿saben que es lo peor de todo? Que todo eso tuve que experimentarlo en el mismo periodo de tiempo porque a mi adorable esposa se le ocurrió embarazarme de trillizos, maldita idiota y su enorme miembro mágico, siempre que hacen una travesura tengo ganas de matarla a ella en vez de a ellos.

—Y bien ¿Qué fue lo que rompieron esta vez? — pregunté cruzándome de brazos, taconeando varias veces el suelo con mi pie derecho, mientras los cuatro permanecían estáticos, con sus manos detrás de su espalda.

—Ah...ah pues...— empezó a decir mi esposa rascándose la nuca.

—Rose y yo queríamos practicar quidditch con las escobas que nos regaló el tío Harry, pero como está lloviendo mucho afuera no podemos por lo cual decidimos jugar aquí adentro.

—Ya les había dicho que no pueden jugar quidditch dentro de la casa — dije bastante seria notando como los cuatro se encogían.

—Ya lo sabemos— contestó Rose con una expresión de arrepentimiento, que estoy bastante segura que es fingida— pero no planeábamos hacer tanto alboroto, lo que pasó es que lancé el balón demasiado fuerte y no pudimos reaccionar a tiempo como para pararlo, lo siento mamá— se disculpó.

—Ujumm— contesté entre labios, mirándolos seriamente antes de pasar mi vista hacia mi esposa quien permanecía como una estatua de dos metros— ¿y tú permitiste esta tontería?

—Pues acababa de llegar justo cuando rompieron el jarrón — se defendió encogiéndose de hombros, mientras los trillizos abrían mucho los ojos mirándola de forma acusadora.

—¡NO ES CIERTO! — gritaron los tres a la vez alzando las manos en dirección a su otra madre quien solo los ignoró.

—Ella fue la de la idea — contestó Hermes frunciendo el ceño, señalando a su otra madre de forma acusadora.