Tentación

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—Danos siempre la luz perpetua— susurré de rodillas frente a la gran estatua de la tercera diosa Rowena Ravenclaw, una pieza artística de casi treinta metros de altura, hecha de mármol blanco con algunos detalles en azul como sus ojos los cuales estaban hechos de zafiro, dicha pieza estaba tan bien tallada que se podían apreciar los bordes de las venas en sus manos, las arrugas naturales de la piel de los dedos de los pies, la comisura de los labios, todo era tan realista, una verdadera obra de arte, colocada en el centro de aquel gran salón del templo, edificada junto a otras tres estatuas, dos de ellas masculinas y otra femenina, los cuatro deidades máximas de Hogwarts mi nación, siempre había admirado lo hermosas que se vean siempre, durante el día el sol que las iluminaba a través del enorme traga luz en el techo las hacia brillar en un tono tan claro que dolía a la vista observarla, mientras que dichos rayos del sol se reflejaban en toda la sala, era algo celestial, casi divino, mientras que en las noches, su color no resplandecía pero aún era algo magnifico de ver, cuando las llamas de las velas le iluminaban desde abajo dándole un toque místico y solemne, estar en este salón rodeada de los dioses en completo silencio, a pesar de la tormenta que se desataba afuera era mágico, y es por eso que me encontraba aquí encendiendo todas y cada una de las velas que estaban a sus pies luego de haber derramado las libaciones en estos mientras elevaba las oraciones correspondientes — ilumina nuestro camino, líbranos de la tentación del mal...

—La tentación del mal— murmuró una voz grave pero femenina que conocía bastante bien detrás de mí, demasiado cerca de mi oído sobresaltándome por completo hasta el punto que la vela resbaló de mis manos cayendo al suelo, apagando de paso la llama allí para demasiado cerca de mi estaba una figura enorme que, a pesar de la iluminación de las velas, parecía una con la oscuridad.

—¿Q...que haces aquí? — pregunté temerosa, mirando a todas partes dentro de la capilla en busca de alguien más, de algún otro clérigo — por favor vete, este es un lugar sagrado— pedí retrocediendo, intentando poner la mayor distancia posible entre nosotras.

—¿Por qué me evitas? — preguntó dando pasos hacia mí, su rostro pálido siendo iluminado por las tenues llamas de las velas, la luz se perdió por completo entre la vestimenta de su traje completamente negro, parecía que había elegido sus ropajes a posta, para escabullirse entre las sombras como una abominación, desde la camisa interior, el chaleco, el abrigo, la corbata, todo era negro como el cielo durante la noche, lo único brillante era su anillo, con el sello de la serpiente grabado en el, una evidente reliquia familiar.

—¿Tienes el descaro de preguntar? — dije indignada sintiendo la rabia comenzar a surgir en mi — me besaste.

—Eso no es un pecado— respondió con la voz baja, con una pequeña sonrisa de burla en sus labios, tuve que hacer uso de todo mi autocontrol para no abofetearla, no pienses en eso, la violencia no es la solución, no dejes que el mal se apodere de ti.

—Si lo es, cuando lo haces con una novicia, ¿olvidas que tengo un voto de castidad que seguir?, he sido muy diligente en guardar dicho voto durante años, T/n esta misma mañana renové mis votos por segunda vez, la lujuria y el pecado no son para mí.

—Lo que sentimos la una por la otra no es un pecado.

—¡Si lo es! — hablé demasiado alto, por lo cual me aclaré la garganta mirando la vela en el suelo un poco apenada— si lo es— volví a decir con suavidad— he sido demasiado considerada con tus atenciones, comprendo que eres una mujer joven, en una etapa de tu vida demasiado fértil y por tanto los ardores de la juventud te invaden con frecuencia, puede que el no despreciar tus regalos desde un principio haya creado una idea equivocada de que favorezco tus atenciones, pero no es asi T/n, no estoy interesa en ningún tipo de cortejo, tienes que dejar de pretenderme, eso no es correcto, no es adecuado.

Hermione Granger OSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora