Capitulo 12

1.1K 137 3
                                    

Greta Rossi

—Cuentame la noche de tu secuestro—me pide la psicóloga

Relamo mis labios y me reacomodo en la silla.

—Acababa de salir de la casa de una compañera e iba de camino a la parada del autobús

—Antes de salir de la casa de tu compañera, ¿Que hacías exactamente?

—Teniamos que terminar un informe para una clase, ese día nos juntamos en su casa y se nos pasó la hora, cuando me di cuenta que ya había oscurecido me fui rápidamente.

—¿Llamaste alguien para que te recogiera?

—Llame a mi hermano Angelo, sabía que era el único que podía irme a buscar sin ganarme un regaño de por medio, pero no atendió.

—¿Y no pensaste tomar algún Uber?

—No traía dinero ese dia—admito

—¿Que paso al salir?

—Las calles estaban oscuras y vacías, era demasiado tarde. La parada del autobús no quedaba tan lejos, quizás una tres a cuatro cuadras.

—¿Cuando te interceptó su atacante?

—A dos cuadras de la parada del autobús

—¿Y puedes relatarme que hizo?

Aprieto mis manos envolviendolas en puños, trago grueso y miro a la psicóloga.

—El cubrió mi boca y me metió a un callejón—comienzo y siento un nudo en mi garganta al tener que volver a recordar esa noche—empece a patalear tratando de zafarme del agarre que tenía sobre mi, trate de gritar, pero nadie me escuchó. Dijo que me callara. El doblaba mi estatura, estaba borracho y apestaba a tabaco barato, dijo que yo era muy bonita para estar sola a esas horas de la noche—lagrimas se deslizan por mis mejillas—dijo que la pasaríamos bien y yo trataba de gritar, enserio trataba de que alguien me escuchaba, pero el me cubria la boca.

La psicóloga me tiende pañuelos y saco uno para limpiar mi rostro, seguramente ya me encontraba con toda la cara rojiza.

—Empezo a rasgar mi ropa y sus manos me tocaban. Me tocaba todo el cuerpo y—sollozo sin poder evitarlo y rompo a llorar.

Paso las manos por mi rostro sollozando sin control. El sonido de sus jadeos y gemidos de esa noche me estaban atormentando, los golpes que recibí y el dolor que sentía en cada parte de mi cuerpo.

La psicóloga toma asiento a mi lado y me ofrece un vaso de agua. Bebo un poco del líquido y seca las lágrimas de mi rostro.

—¿Quieres parar? Estás en todo tu derecho

—¿Siempre será así? ¿Nunca podré hablar lo que sucedió?

—Lo que te sucedió no es algo que debas hablar con tanta facilidad. Si hay mujeres que pueden hacerlo, pero es porque ellas afrontan todo esto de otra manera, no todos afrontamos situaciones traumáticas de la misma forma.

—Quiero que todo acabe—admito—ya no aguanto este dolor

—Me gustaría que fueras sincera con esto, ¿Alguna vez te has hecho daño o pensando en hacerlo?

Recuerdo mis días de cautiverio en cómo día tras día pensaba en las mil maneras de como hacerme daño para finalmente acabar con todo. Sabía de antemano que si tenía algún defecto, dejarían de solicitarme, aunque nunca tuve el valor para hacerlo.

—Siempre lo pensaba cuando estaba secuestrada—susurro—pero nunca tuve el valor para hacerlo

—¿Por qué no?

InefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora