Capítulo 12

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-Te lo preguntare una vez más: ¿quién eres?

Ae y Tin habían intentado hacer hablar al extraño que atacó a Pete desde hace dos horas. Como era de esperarse, se negaba a decir palabra alguna y Tin estaba reconsiderando la idea de Ae para hacerlo hablar a golpes.

-Déjame con él a solas unos minutos y te aseguro que va a hablar—gruño Ae.
-Ni lo sueñes. Sigues bastante molesto y no quiero que lo mates.

Ae se dio media vuelta y abandonó la habitación. Sabía que tarde o temprano Tin perdería la paciencia y le daría lo que quería.

Llegó a la enfermería donde había hecho que Pete esperara a ser revisado por ChaAim. Afortunadamente no le había pasado nada, solo tenía un ligero rasguño en el brazo derecho que ya había sido atendido.

Pete estaba sentado en una de las camas y seguía teniendo la misma expresión de pánico. Sus dedos se movían nerviosos y su cuerpo parecía temblar. Ahora más que nunca Ae quería golpear al intruso.

- ¿Estas bien? —preguntó.

Pete se sobresaltó al oír su voz, pero en cuanto vio a Ae, su cuerpo se relajó y su expresión se suavizo. Asintió con la cabeza en respuesta al mismo tiempo que le dedicaba una sonrisa tranquilizadora. 

-¿Necesitas algo? Cierto, no has comido nada, iré por algo a la cafetería.
- ¡Ae, espera! —lo llamó Pete—Quédate, por favor.

Ae jamás podría negarse a esas peticiones, menos si veía directamente a esos ojos brillantes. Caminó hasta Pete y se sentó en la cama con él.

-¿Seguro que no quieres nada? Me preocupas—volvió a decir Ae.
-Estoy bien. ChaAim ya fue por algo de comida, pero por ahora solo quiero que te quedes conmigo.

Ae lo tomó entre sus brazos y trató de calmar sus deseos de irse y matar a golpes a esa cosa que le había hecho daño a su Pete.

-Lo siento—dijo Ae.
-¿Por qué? Si tú me salvaste—respondió Pete.
-No debí dejar que regresaras solo. Si hubiera estado contigo nada de esto habría pasado.

Pete se separó de su abrazo y lo miró con un ligera sonrisa y un brillo en los ojos que le volvió a confirmar a Ae que no había persona más hermosa que Pete.

-Esto no es culpa tuya Ae. Si yo no me hubiera quedado más tiempo del debido en tu oficina...
-Detén lo que sea que estés pensando. No dejare que te arrepientas de lo que pasó—le interrumpió al tiempo que colocó una de sus manos en su mejilla para darle un ligero apretón—Y tampoco dejaré que esa cosa arruine uno de los mejores días de mi vida.

El sonrojo de Pete y la sonrisa nerviosa que apareció en su boca le hicieron brincar el corazón.

-Prometo que nada malo volverá a pasarte—dijo Ae tomando la mano de Pete—Voy a protegerte a costa de lo que sea y contra de lo que sea, sin importar nada.

Ae jamás olvidaría la sensación de pánico que abrazó su cuerpo cuando vio a ese enorme lobo sobre Pete intentando arrancarle la cabeza. Era una sensación tan espantosa que haría lo que fuera para que ninguno tuviera que sentir algo como eso de nuevo. 

El corazón de Pete aceleró sus palpitaciones ante tal promesa, sabiendo que Ae no bromeaba y que si había una persona en todo el mundo que pudiera protegerlo y hacerlo sentir seguro era él. No existía nadie más.

Ambos comenzaron a acercarse lentamente hasta que sus labios se encontraron. Fue un beso suave y tierno, cargado de la satisfacción de saber que los dos estaban a salvo y se querían, aunque ninguno lo hubiera dicho en voz alta todavía.

Entre el amor y la guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora