El delicioso aroma del desayuno siempre lo hacía levantarse de buen humor. Si inhalaba profundo, podía saborear la mantequilla, el café que aún no le dejaban beber, pero sabía que le encantaba y la suave música que ayudaba a su hermana a cocinar con gusto.
Todos eran indicios de que el día anterior fue día de paga.
Se levantó y colocó las pantuflas tan rápido como pudo para bajar corriendo hasta la cocina. Su hermana mayor lo recibió con una sonrisa y la mesa puesta.
-Buenos días, Eric, ¿tuviste lindos sueños?
Gia era la persona más maravillosa que Eric alguna vez pudo conocer. Su hermana no solo era inteligente, sino que era amable como ninguna otra y amorosa como si no conociera otro sentimiento para compartir. Muchos decían que se debía a su naturaleza omega, pero él estaba seguro de que no tenía nada que ver.
Gia podría ser alfa, y juraría que seguiría siendo la misma.
- ¡Soñé que era un dinosaurio! De esos que vuelan, no los ridículos con brazos cortos que no sirven de nada.
Su risa era suave, como la brisa de primavera que agitaba las flores del jardín de su abuela. Casi siempre llevaba su cabello rubio recogido en un moño y aunque a Eric no le gustaba el aroma que los supresores causaban en ella, dejó el pensamiento siempre para él.
No importaba que tan raro o descabellado fueran sus sueños, Gia siempre lo escuchaba con atención, se reía de sus chistes y besaba su cabeza antes de continuar con sus tareas y pedirle que fuera a alistarse para ir a la escuela.
Su madre no estaba en casa, probablemente ya había salido al trabajo o doblado turno y ni siquiera había regresado. Su padre, por otro lado, probablemente seguía dormido.
Camino a la parada del autobús se topó con su madre, quien, como intuyó, apenas regresaba del trabajo. Se veía cansada, su uniforme de enfermera seguía limpio, pero un poco arrugado, sus ojos parecían tirar hacia abajo como si luchara por mantenerlos abiertos.
-Miren a mi muchacho responsable—le saludó con un beso y un abrazo, hincándose para estar a su altura— ¿Cómo estas, Eric? ¿Desayunaste? ¿Tu hermana te dio dinero para el almuerzo?
Eric le sonrió como había aprendido para tranquilizarla y asintió confiado, pero llevaba los bolsillos vacíos. El rostro de su madre se relajó, su aroma a durazno lo hizo sentirse como un cachorro, ansioso por simplemente aferrarse a ella, pero ya casi eran un hombre, tenía diez años y era un alfa, no podía hacerle creer a su madre que aun la necesitaba.
Después de apretarlo con cariño y un sonoro beso en la mejilla, le deseó un buen día y lo dejó para que no se retrasara.
Gia siempre le dijo que mentir era malo, pero pronto descubrió que las mentiras eran bastante frecuentes en su familia.
Su madre mentía sobre no estar cansada, Gia mentía sobre no querer regresar a la escuela y su padre mentía respecto a conseguir un trabajo pronto.
No creía que ninguno disfrutara de mentir o que lo hicieran con malas intenciones, sabía que intentaban ser fuertes y cuidarlo, así que decidió hacer lo mismo dentro de las posibilidades. Por eso ponía el dinero de su almuerzo en el frasco de ahorros, por eso llevaba zapatos que ya le quedaban chicos y prefería caminar hasta la escuela que tomar el autobús.
Pero no todo eran malos ratos, la vida tenía sus momentos buenos, como cuando Gia pasaba a recogerlo al finalizar la escuela. Su hermana trabajaba medio turno en un restaurante nuevo, la madre de su mejor amiga era la dueña y le ofreció trabajo casi de inmediato, lo que le permitió a Gia seguir en contacto con las compañeras que creyó no volvería a ver cuándo tuvo que dejar la escuela.
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Entre el amor y la guerra
Hayran Kurgu¿Qué piensas cuando escuchas la palabra "guerra"? Apuesto a que más de una mala definición se asoma por tu cabeza, y no te equivocas en ninguna. Pero, si tuviéramos que concluirla en una sola, creo que "muerte" es lo más apropiado. Los betas se han...