Capítulo 23

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Ae.

Mi alarma había sonado como todas las mañanas, normalmente me levantaba a las cuatro de la mañana para ir a correr, pero en el momento en que vi a Pete entre mis brazos, decidí que no pasaría nada si no corría un día.

Su respiración era tranquila, tenía el cabello alborotado y los labios entreabiertos, su cuerpo estaba lleno de marcas que yo había hecho anoche, pero había una más llamativa que tenía mi atención.

Había mordido a Pete.

De hecho, Pete me pidió que lo mordiera; aun puedo escuchar su voz jadeante, rogándome que lo hiciera.

Ahora, gracias a esa marca, no había nada ni nadie en el mundo que pudiera alejarlo de mí. Pete era mío para siempre, al igual que yo le pertenecería toda la vida.

Pero la verdad, es que hay varias cosas que no me dejan tranquilo.

No había tenido contacto con mi padre en mucho tiempo, demasiado tiempo; Ann había vuelto a enviarme mensajes y a llamarme desde hace varios días y según los informes de la base central, nuestras posibilidades de ganar esta guerra seguían disminuyendo. 

Al parecer, hubo un ataque de lobos en varias ciudades. Los betas habían decidido soltarlos en la cuidad como perros rabiosos creando un caos y provocando casi tantas muertes como heridos.

No entendía porque no nos rendíamos, esta guerra civil no nos iba traer nada bueno. Varias personas del consejo habían propuesto una tregua, quizás un acuerdo que tuviera a ambas partes contentas, pero la mayoría se negó.

Por eso desde hace semanas se alargaron las horas de entrenamiento y las lecciones eran más intensas. No podía permitir que estas personas fueran al campo de batalla con más probabilidades de morir que de salir con vida. Todos aquí confían en mí, ellos son mi responsabilidad y si no puedo fallarles. En especial a Pete.

La idea de que algo pudiera pasarle por mi incompetencia o no ser capaz de protegerlo me volvía loco. Tenía tanto miedo de perderlo, no podría soportarlo. 

Acerqué más su cuerpo al mío y deposité un beso en su sien.

-Que buena manera de despertar.

El repentino sonido de su voz me sorprendió por unos momentos, pero terminé volviendo a besarlo.

-Buenos días—dije.
-Buenos días—sonríe somnoliento— ¿Qué hora es? Se supone que debo despertar a las cinco.

Lanza un pequeño bostezo y vuelve a acomodarse en mi pecho como un gatito.

-Vuelve a dormir amor, aun te quedan treinta minutos.

La sonrisa que apareció en su cara después de que lo llame así me provocó ganas de despertarlo para... No. Sera mejor que lo deje dormir.

Me levanté despacio y fui a darme un baño, si seguía a un lado de Pete probablemente no lo dejaría descansar.

Salí del baño y me encontré con Pete sentado en la cama, se tallaba los ojos y sostenía la sabana para que esta lograra cubrir su pecho. Maldición, esto no va a ser fácil. 

Él gira sus ojos en mi dirección y su cara se pone roja al verme solo con una toalla.

Bien, al menos no soy el único que siente "algo".

-Ae, ¿has visto mi ropa? —pregunta con la cabeza agachada y las mejillas encendidas.
- ¿Para que la necesitas? —pregunto de vuelta mientras seco mi cabello con otra toalla más pequeña.
-Debo de ir a mi dormitorio a tomar una ducha—responde con obviedad.
-Puedes ducharte aquí.

Entre el amor y la guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora