—Sí, mamá, están jugando. Walter ha metido el primer gol hasta ahora. Es muy bueno. Desde siempre ha sido competitivo —hablo al teléfono, observando desde las gradas. A mi lado está la esposa de Tim y demás familiares y conocidos que apoyan a los chicos—. Jason está con Terrance y otros niños volando aviones y cometas.
Veo a Erik marcar una falta contra Walter. Empujó a Charles Zobak por accidente. Suele ser brusco sin darse cuenta.
—¿Cómo están tus tíos y primos? —pregunta mamá.
—El tío Jacob juega bien también. Es el que hace sudar a Tim. Por poco le mete un gol hace rato. Jack y Greg son pésimos. Noah está distraído cuidando a René todo el tiempo.
—¿Y René?
—No quiere estar allí, pero hace su mejor esfuerzo. Se ve bastante frustrado.
—No sean bruscos con él.
—No es un niño, mamá. Deja que le den un balonazo en la cara —río.
A quien le dan un balonazo es a Michael. Fue Greg por accidente.
—¡Tremenda ostia que me has dado, gilipollas!
—Es gracioso oír a un español molesto —menciono.
—¡Pero qué dices! ¡Esto merece expulsión! —nuevamente comienza a discutir con Erik. Erik le saca una tarjeta amarilla, y eso basta para colmar la paciencia de mi padrino—. ¡Vete a tomar por culo, mamacallos!
—¡Mire, pinche viejo mamón...!
—¡BASTA! —Walter interviene, sujetando a Erik. El novio de Michael lo sujeta a él—. ¡Cálmense! ¡Se supone que vinimos a divertirnos! ¡Dejen de portarse como niños!
—¡Vamos a eliminar las faltas! ¿Bien? —media tío Jacob—. Reanudemos el juego y aquí nada pasó. ¡Andando!
Y así lo hacen.
—El tío Mickey parece no llevarse bien con un mexicano.
—Ay, hijo, él siempre ha sido así. El señor tiene su lado xenófobo. A mí me trataba hostil en la universidad hasta que tu papá lo puso en su lugar luego de llamarme «india» o algo así —mamá es venezolana—. No me acuerdo. Desciende de nobles europeos. Por eso tiende a sentirse superior a los demás.
—Pensé que sólo era un viejo engreído.
—También lo es.
Reímos.
Charles Zobak, el primo de Michael, tropieza. Parece que se lastimó y ahora no se puede levantar.
—¡Nosotros no hicimos nada! —exclama Tim—. Su edad cometió la falta.
—¿Puede jugar? —consulta Erik, y Charles niega.
—¡Ahora estamos incompletos! —se lamenta Spencer.
—¡Pato! —lo que me temía. Mi tío me tiene en la mira.
—Te llamo luego, mamá —digo, y cuelgo.
—¡Patricio, ven a relevar a Charly! —pide Michael.
—¡Sólo soy el porrista, y no los apoyo a ustedes! —repongo.
—¡Vamos, hijo, únete! ¡Anda! ¡Diviértete con nosotros!
—¿Divertirme? Lo único que hacen es gritar y agredirse.
—¿O es que te da miedo enfrentarte a tu esposo, Gasparín? —el comentario de Noah me calienta.
—¡Mira tú, cocinero...! —me levanto.
—¡Vamos, cielo! —Walter me anima.
Termino aceptando. Charles me presta su camiseta y él utiliza mi camisa. Jugaré con pantalón y zapatos de vestir como un inepto.
Seré delantero junto con Michael. Walter y Noah lo son en el equipo contrario.
—Seré gentil, amor —dice Walter, molestándome.
Erik da luz verde para reanudar el partido. Soy muy ágil, así que soy el primero en patear el balón y guiarlo hasta la portería, pero René logra quitármelo, y lo patea, siendo Walter quien lo recibe.
Michael y Walter se disputan el balón. La intervención de mi tío provoca que vuele, y Noah me lo gana con un cabezazo, volviendo a Walter. Harto, decido ir tras él. Está cerca de la portería. Por suerte, el novio de Michael lo bloquea y le arrebata el balón, lanzándomelo. Esquivo a todos, y pateo hacia la portería.
—¡Empate! —celebra mi tío, y el Santo Grial entero festeja mientras el Black Royal permanecen resentidos.
—¡Eres bueno, muchacho! —me felicita Michael.
—¡Fue sólo suerte! —chilla Noah.
—¡Nos quedan veinte minutos! ¡Vamos por el desempate! —informa Erik.
Sonrío a Walter. Ahora está serio.
Y el resto del partido se vuelve una riña entre ambos. Ninguno pasa el balón y ninguno permite que el otro se lo lleve.
—Muchachos, no pretendía causar un divorcio con este juego —comenta Michael.
—¡Me tienes harto! —grito a Walter, y logro quitarle el balón, pero al patearlo golpeo a René por accidente.
Erik pita. Una falta.
—¡Ranita! —tío Jacob va auxiliar a su hijo. Se llevó un fuerte golpe en la cara—. ¿Estás bien, hijito? ¡Noah, ¿por qué no cuidas a tu hermano?!
—¡¿Qué?! ¡Yo qué iba a saber que el fantasma de Canterville iba a golpearlo!
—¡Estoy bien, papá! —exclama René, apartando las manos de Jacob—. ¡No soy de porcelana!
—¡Hijo, tu carita! ¡Tienes un moretón en la frente!
—¡Dije que estoy bien!
—No tenías por qué hacer eso —dice Walter detrás de mí.
—¡No me fastidies! ¡Tú comenzaste! —lo empujo.
—¡Tarjeta amarilla, Patrick! Una falta más y quedas expulsado.
—¡Bien! ¡Yo ni siquiera quería jugar!
—¡Será tiro libre!
Nuestro equipo hace una barrera en la portería. René es quien pateará el balón.
—No te preocupes, hijo —me dice Michael—. Yo también tenía ganas de que alguien saliera golpeado.
Jacob le da un codazo.
—Pero no mi hijo, euroidiota.
René patea el balón, pero, por fortuna, falla.
—¡Buen intento, hijito! —celebra Jacob.
—¡Buuuu! —Noah fastidiando a su hermano.
Nos vamos a tiempo extra. El partido concluye en empate y gente molesta, incluyéndome.
—Patrick... —Walter intenta acercarse, pero me aparto.
—Ahora no. Necesito cambiarme. Apesto a zorrillo.
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El libro de los hombres coloridos
Художественная прозаUna antología de historias de romance y drama, entrelazadas, donde hombres coloridos y peculiares son protagonistas.