Me casé con una griega. Jacob estuvo allí. Jacob y Jason estuvieron allí, en Atenas, donde se llevó a cabo la celebración. Elegí a Dora porque se embarazó de Elena, mi primera y única hija.
Con mis amigos y cuñados bailamos Sirtaki (o la danza de Zorba).
Fue la mejor noche de mi vida. Al año, Dora me dejó porque se enteró de mis aventuras en las giras. No veía mucho a mi hija debido a eso. Ella ni siquiera me consideraba su padre. Dora me pintó como un Hitler frente a ella. La última vez que la vi, fue en su graduación de la universidad. Y fue una interacción breve. Incluso la incomodé.
¿Me pesa? Claro. Es mi hija. Pero qué se le va a hacer.
—No es tarde para arrepentirse —digo a Thomas, una vez estaciono mi auto frente al club swinger donde nos encontraremos con Jay y un single.
—Deja de repetir eso o te voy a hacer daño —repone, de brazos cruzados—. Parece que eres tú el que está arrepentido.
—Me pone un poco nervioso estar en esta situación contigo nada más. Jamás había involucrado a una pareja en mis travesuras.
—¿Soy el primero, entonces?
—Sí...
Sonríe. No me esperaba esa reacción. Ingresamos al club. A simple vista, un bar cualquiera. La diferencia es las piñas por doquier y algunos asistentes con máscaras, incluyéndome dado mi estatus. Poseo un antifaz de flamenco. Tommy se negó.
Jacob ya se encuentran adentro, en la barra, susurrando a un twink al oído. Mi amigo posee una diadema de laureles dorados. Su apariencia siempre atrae miradas. Es popular en cada club o bar al que vamos.
—¡Flamenco! —exclama al verme—. ¡Y...!
—¡Apolo! —señalo a Tommy.
—Sí, Flamenco y Apolo.
—Él es Arthur —señala al muchacho—. Está interesado en jugar con nosotros. Me adelanté y reservé una habitación.
—Cómo estás, Arthur —estrecho la mano del chico.
—¡Uuuuh! ¡Qué acento tan sexi!
Soslayo a Tommy. Permanece expectante y en silencio, con una mirada inexpresiva. Estoy muy nervioso por lo que sucederá entre los cuatro. Cuando nos encaminamos a la habitación, Jacob y yo cuchicheamos y Tommy y Arthur conversan. El pequeño le hace muchas preguntas a mi novio, que, sorpresa, él responde sin problema, quizá algo cortante.
—No me gusta su cabello —susurro a Jay.
—¿Qué?
—No me gusta el cabello rizado.
Ríe.
—¿Por qué eres tan extraño, Mickey? No te gusta el cabello rizado, ciertas nacionalidades, tonos de piel o estatus sociales. Cualquier otro pensaría que eres Hitler. ¿Cómo te involucraste con un hombre negro?
—¿Qué? ¿Hablas de Thomas? Él no es negro. Es moreno. Su familia es de Brasil. Algo así mencionó.
—Michael, la gente afrodescendiente está en todo el mundo —susurra de vuelta.
—Déjame en paz.
Jacob saca una llave para abrir una habitación. Es una suite espaciosa con dos camas, sillones, velas aromáticas y juguetes sexuales. Mi amigo coloca una corbata en el picaporte y pone seguro a la puerta.
—Está bien. ¿Comenzamos? —Jacob toma asiento en la cama y se desabotona la camisa—. Apolo, me parece que es tu primera vez en una situación así. La dinámica es la siguiente: hay dos camas. Flamenco y yo jugueteamos en una y Arthur y tú en otra. No se trata de una orgía. Se trata de... experimentar. Estudiar las distintas formas de dar y recibir placer. ¿Quieren comenzar primero o nosotros?
—No sé... —Tommy me ve.
—Vamos —Arthur toma la mano de Thomas y lo guía a la segunda cama.
Mi soldadito se sienta, y el pequeño se posa sobre su regazo mientras acaricia su pecho. Tengo una sensación extraña en el estómago. Una molestia. Esto es nuevo para mí también.
—Vamos, Mickey, el voyerismo déjamelo a mí —Jay me hala hacia sí, y comienza a desabotonar mi camisa. Me retira la máscara con cuidado, y acaricia mis labios con su pulgar, para luego acercar nuestros rostros—. ¿Nervioso? Thomas parece estar bien —susurra.
Soslayo a mi novio mientras beso a mi amigo. El pequeño besa su cuello y sube su camiseta, para acariciar sus pezones. Tommy está rojo y parece ceder ante los estímulos. Me relajo un poco. Imagino que quien lo complace soy yo. Verlo desde esta perspectiva es excitante. Es tan grande y musculoso, pero frágil al mismo tiempo; algo que se contempla mejor de lejos.
Nuestras miradas chocan.
—Préstame atención —se queja Jay, empujándome, quedando encima de mí. Recorre mi torso con su lengua. Acaricio su cabello blanco—. ¿Qué quieres hacer, Mickey?
—Espera —oímos. Jay y yo paramos al ver que Thomas detiene a Arthur cuando este se dispone a desabrochar su cinturón—. Yo no... voy a... penetrarte.
—¿Cómo que no?
—Olvidé que tu pequeño Stallone era el pasivo —dice Jay.
—¡¿Pasivo?! —exclama Arthur—. ¿En serio? ¿Con ese cuerpo?
—No me gusta ser yo el que se hace cargo.
—Oh... Está bien. Yo he sido activo, aunque no lo parezca. Puedo hacerme cargo —comienza a desabrocharse el pantalón.
Por alguna razón, todo este tiempo pensé en Thomas siendo el activo. Incluso me emocioné al fantasear con eso. Pensar en que alguien más estará dentro de él como yo lo hago, me disgusta por alguna razón. ¿Sería injusto oponerme siendo que yo nos traje aquí?
—¿Qué quieres ser, Mickey? ¿Quieres penetrarme para que tu angelito no se lleve una mala impresión? —Jay besa mi cuello y masajea mi bulto, haciéndome jadear.
—Creo que sí —me incorporo para cambiar roles. Él boca arriba mientras ahora soy quien toma el mando.
Soslayo a Tommy mientras estimulo el pecho de Jay. El pequeño le practica un oral mientras gime y se estremece. Una imagen amarga. Me conflictúa sentir tanta molestia. ¿Por qué no disfruto este momento?
—Me estás decepcionando, Mickey —masculla Jay, rojo.
—Lo siento, querido —vuelvo a prestar atención a él y le desabrocho el pantalón.
—¿Te gusta la lluvia dorada, grandote?
Jay y yo nos detenemos e incorporamos para observarlos. Thomas parece confundido, y con razón: sin que ninguno se lo espere, el pequeño Arthur orina sobre mi soldado, y éste reacciona violentamente, culminando en un twink desmayado en el suelo.
—¡Jacob! —veo con molestia a mi amigo.
—¡¿Qué?! ¡Yo no sabía! Mencionó algo de líquidos, pero pensé que se refería a un enema. Creí que era normal.
—¿Qué es eso de lluvia dorada? —Tommy se oye muy molesto. Se dirige al baño.
Lo sigo.
—¡Mi amor! ¡Lo siento! No contaba conque un pervertido con fetiche a la orina se iba a colar en nuestro juego. Tommy, lamento haberte arrastrado a esto. ¡Prometo que no va a volver a ocurrir!
—Está bien —desvía la mirada—. Vamos a casa. Me siento incómodo.
—¡Lo que digas!
—¡Hey! —Jacob ingresa al baño con nosotros—. ¡¿Qué pretenden que haga yo solo con el twink?! ¡Ayúdame, Michael! ¡Me lo debes!
—Mierda. ¡Bien!
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El libro de los hombres coloridos
General FictionUna antología de historias de romance y drama, entrelazadas, donde hombres coloridos y peculiares son protagonistas.