René

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Es de madrugada y me siento mareado. Cada paso al subir escaleras es más lento que el anterior. Mis ojos están hinchados y siento una pesadez insoportable en los hombros. El hombre que conocí en aquel bar me animó un poco, pero al estar a solas mi mente vuelve a traicionarme.

Paro en seco al vislumbrar a Erik sentado al pie de la escalera que da al siguiente piso. Clava sus ojos en mí. Parece que me estaba esperando, y francamente no tenía ganas de verlo.

—¡René, hola! —se pone de pie—. T-Te estuve... buscando. Quería hablar contigo. No te encontré en tu departamento y...

—¿Tú me estabas llamando? —inquiero, ceñudo—. ¿Cómo conseguiste mi número?

—Walter me lo dio cuando te busqué en el gimnasio.

Desvío la mirada.

—Estoy cansado, Erik. Hablamos mañana.

Se interpone en mi camino, y mis músculos se tensan.

—Sólo quiero disculpame —suaviza su tono de voz y baja la mirada. Me relajo—. Lamento... Lamento cómo se dieron las cosas en nuestro último encuentro. De seguro te hice sentir presionado y bastante incómodo. Lo lamento, René. Tampoco debí reaccionar de esa forma cuando... Lo siento. En verdad. No quisiera que quedemos en malos términos. Me importas mucho y eres un gran tipo. De todos modos, si decides que es mejor marcar una línea entre los dos, respetaré eso.

—Me sentí muy mal —afirmo, con voz quebrada—. Ver tu expresión de horror me hizo sentir un fenómeno...

—¡Lo siento! ¡No fue mi intención! ¡Me sorprendí! ¡Es todo! No... era algo que esperaba... Ni que me haya pasado antes al estar con alguien.

—Soy un hombre trans. Para que lo sepas. Aún tengo ese conflicto sobre si aclararlo desde un inicio con las personas que acabo de conocer. A veces pienso para qué hacerlo.

—Está bien. Es algo muy personal. Me alegra que me lo aclares. Pudiste sólo mandarme al carajo y estaría bien.

—¿Y qué te parece eso? ¿Me ves de la misma forma que antes? ¿Te sigo pareciendo atractivo?

—Claro —frunce el ceño—. ¿En qué cambiaría eso?

—No tengo un pene. Para muchos ni siquiera soy un hombre. Sólo una lesbiana muy masculina.

—¿De qué hablas? Yo no soy así. A mí no me importa eso. Eres un hombre, ¿no? ¡Yo no me fijo en los hombres sólo por el pene!

—Por lo general, se echan para atrás al enterarse. ¿O sabes qué? Lo ven como un fetiche.

—Deja de pensar así. ¿No crees que un hombre como yo pueda sentirse atraído por un hombre trans? No me subestimes y no te menosprecies así.

Agrando los ojos. ¿Menospreciarme? ¿Por creer que alguien como él no se fijaría en mí? ¿Que ser trans es alguna clase de defecto?

Lo es para mi madre, al menos.

—Estoy cansado, Erik. Hablamos mañana —lo evado para acercarme a mi puerta.

—¡Espera! ¿Estamos bien? ¿No estás molesto?

—No te preocupes. Descansa.

—Sí, hasta mañana...

Ingreso a mi departamento, y lo primero que hago es alimentar a mis tortugas, para luego despojarme del saco y desplomarme en la cama.

Busco en mi celular el contacto de Ted, y veo su foto de perfil. Es una selfie suya y un monumento detrás.

Escribo su nombre en el buscador. Parece algo famoso. Ha dado conferencias en universidades y hay muchas fotos de carteles y espectaculares suyos. Parece que también diseñó el logo de muchos restaurantes que frecuento y la señalética del metro. En su instagram está todo su trabajo y tiene más de diez mil seguidores.

Qué atractivo.

El libro de los hombres coloridosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora