Capitulo 1

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Hola mi amor:

No sabes cuán difícil se me ha vuelto escribirte está carta. Imagino lo hermosa que te debes ver y me rompe el corazón saber que no estaré allí, recibiendo tu mano. En este momento, soy el hombre más desdichado del planeta, al saber el dolor que te voy a causar. Mi corazón se desangra mientras escribo estas cortas líneas para explicarte el motivo de mi ausencia.
Ayer por la noche vino tu prima Charlene y me confesó que tendría un hijo mío. Aún no salgo del asombro. Nunca esperé esto, siempre deseé que fueras tú la madre de mis hijos, pero un desliz de una noche de borrachera provocó mi perdición. En mis manos está la vida de ese niño o niña, y no deseo cargar en mi conciencia el no haberlo conocido. Siempre me dijiste que se debe cargar con las consecuencia de nuestros actos y aquí está la mía. Cuando recibas esta carta me estaré casando con tu prima por el registro civil para sellar una unión a favor de mi hijo, un hijo que aunque no fue planeado, existe. Te pido desde lo más profundo de mi corazón que algún día logres perdonarme, ya que yo no lo podré hacer. Te amo y siempre te amaré. Te deseo que encuentres un hombre que te haga feliz y te de el lugar que yo no te pude dar.

Tuyo siempre
Justin Greens

La iglesia llena a capacidad. Todos los altos funcionarios y ejecutivos de la zona. La clase alta aglomerada en un mismo lugar. La prensa a la espera de la reacción de la mujer al pie del altar, vestida de blanco. Su rostro hermético tenía a los curiosos ansiosos. Solo se escuchaban los murmullos de los presentes tratando de encontrar el motivo por el que el novio no llegó al altar. Todos conocían de primera mano el amor que ambos se tenían.
A los pocos minutos la mujer de cabellos dorados, ojos azules, nariz puntiaguda, labios carnosos, su vestido blanco largo con una enorme cola acompañada por un velo largo mira la salida como buscando algo, tal vez un motivo o un por qué, las preguntas que en su cabeza no dejaban de dar vueltas. Quizás la esperanza de verlo entrar. Sus ojos vuelven al papel que sostiene con gran dolor. Una lágrima cae a la hoja llena de palabras que estaban taladrando su corazón para dejarlo frío como un témpano de hielo. Se sienta en el escalón a su derecha.
Un silencio perturbador acoge la catedral seguido por el llanto desgarrador de la joven mujer que a pesar de su intento de permanecer de pie, no pudo. Cuando su corazón dejó de palpitar y sus ojos se secaron de tanto llorar. Se levantó del lugar y salió corriendo evitando causar pena en los presentes. No deseaba la lastima de las personas que la rodeaban. No quería tener que escuchar sus palabras de aliento. Solo quería correr, correr tanto hasta que sus pies no puedan más. Hasta que su cuerpo caiga inerte al suelo, ya que su alma murió al final de esa carta.
Ya veía los diarios del próximo día. No quiso pensar en todas las cosas que intentarán. Alguno de seguro acertarán. La había dejado allí, abandonada a su suerte. Ridiculizada ante todos. Sus padres, tíos, primas, primos y amigos tanto del novio como de ella. Aún no comprendía qué había pasado. ¿Cómo pudo pasar eso? el amor de su vida la había engañado con su prima. No sabía cómo reaccionar ante eso. Siempre se caracterizó por ser centrada y recta en sus cosas. La fidelidad era una de las reglas que se había fijado en la vida y ahora era víctima de la misma. Cinco años, cinco años entregándose en cuerpo y alma a un hombre que le prometió vivir para ella, el mismo al que se juró amar toda su vida y más allá de esta.
— ¡Los odio, los odio a todos!— se escucha el eco de los gritos de la chica, por toda la catedral.
— ¡Destiny, espera!— llama su padre tratando de alcanzar a la chica vestida de un elegante traje blanco.

La puerta de la limusina abierta le hace más fácil el escape. Da la orden de arrancar el vehículo dejando a todos atrás. Su llanto se hacía cada vez más fuerte. Su corazón se sentía como si algo dentro de el se rompiera en mil pedazos causando un inmenso dolor. Su respiración se hacía difícil según aumentaba el dolor en su pecho. Vió en su mano su celular, que comenzó a sonar insistentemente. Lo volvió a sentir vibrar una y otra vez, se dió cuenta que la vida que se había imaginado no era más que un cuento de hadas, así que bajó el cristal de la ventana y tiró su celular.
— Peter— llama al chofer— llévame a mi apartamento. — el hombre asiente y la vuelve a dejar con sus pensamientos.
El camino se sintió eterno. Su mente viajaba a mil por hora mientras la limusina iba a tan solo a cuarenta. Rasgó su vestido hasta que sus manos no podían más. Bajó de la limusina descalza, con sus ojos hinchados y negros por la máscara regada. Era todo un manojo de nervios. Sube al ascensor, pasa su tarjeta y comienza a subir a su penthouse.
Su apartamento era lujoso, todo en cristal y chapado en plata esterlina. Sus paredes blancas, llenas de cuadros de los más famosos pintores. Sus pinturas en óleo eran de gran valor. Entró a su habitación donde vio las maletas que se llevaría a su luna de miel con los boletos donde recorrería España, Francia, terminando en Italia donde soñaba ir al río de Venecia y pasarlo en una góndola destilando amor por doquier.
Cerró los ojos y pensó en que en este momento todos deben estar burlándose de ella, mientras Charlene se casa con el hombre que ama. Miró todas sus opciones solo encontrando la más viable en ese momento. Viajará sola y conocerá nuevos lugares donde las personas no la miren con lástima, curando sus heridas.
Abrió su armario, tomó un hermoso vestido de estampados florales, se bañó ligeramente y se arregló, no le daría paso a deprimirse. Ella era una mujer fuerte y eso no la haría cambiar. Se mira en el espejo, su cabello dorado lo recoge en una cola, su cara lavada, sin rastro de maquillaje, la hacía ver más joven. Su figura esbelta hacía que su vestido tuviera vida propia. Conforme con lo que veía en su reflejo tomó sus maletas y bajó, llamó a Peter para que le ayudará. — Señorita, su padre llamó, viene de camino, debe esperarlo — dice el hombre de unos cincuenta años, de estatura pequeña.
— No Peter, voy a ir al aeropuerto. Si mi padre te vuelve a llamar le dices que no sabes nada de mi.— Pero señ... — está lo interrumpe
— Señorita nada. Vas a hacer lo que te digo. En este momento no quiero ver a nadie. — se monta en la limusina.
El chofer arranca el vehículo mortificado por lo que le va a decir al gran Thomas O'Reilly. Llegan al aeropuerto, ella baja rápidamente y va al área de servicio al cliente pidiendo salir en el próximo vuelo a España. Aquí comienza su aventura.

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Destiny O'Reilly

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