— Por favor tomen asiento, los estábamos esperando. —Los deseos de vomitar se activaron por los nervios. Ella no se sentía cómoda con la situación. Después de todo el apuesto Carlo había resultado ser el mejor amigo del hombre que roba su sueño.
— ¿Cómo estuvo el viaje?— preguntó Marco sin mirar a sus otros dos acompañantes.
— No como se supone, por qué un cobarde salió corriendo a la primera negativa — contestó ella con sus ojos cristalizados.
Carlo al ver sus ojos puso su mano sobre la de la mujer en forma de apoyo. Marco miró el gesto y se vió apretando los cubiertos en la mesa. Destiny sacó su mano y la puso en sus muslos. Estaba más que nerviosa.
— Disculpen necesito ir al tocador — se disculpa parándose de la silla, pero su cuerpo la traicionó. Sus piernas no respondieron y se sintió desplomarse en unos brazos que su cuerpo reconoció de inmediato.
Marco la tomó en brazos y la sacó de allí sin mirar atrás. Pidió un taxi y se montó en él colocándola en su regazo. La llevaría al hospital. No era la primera vez que ella se sentía mal en su presencia. Recordó en Francia que también se sintió mal por el supuesto vino o la comida, eran varías coincidencias. Esta vez iría a la segura.
En todo el tiempo que le llevó llegar al hospital más cercano él estuvo pendiente de su pulso y respiración. Cuando llegaron él bajó con ella en brazos y rápidamente pidió ayuda. La pusieron en una camilla y la entraron al área donde le harían los exámenes de rigor.
Cuando Destiny despertó él estaba a su lado, mirando algo en su celular.
— ¿Qué pasó?¿Dónde estoy?— preguntó ella sentándose en la camilla.
— Te desmayastes y te traje al hospital, creo que ya estás bien, que me puedo ir. —sugiere molesto, si bien es cierto que no se iría sin saber que ella está bien tampoco quería verse tan desesperado.
— Marco, espera — Destiny lo toma de la mano. Él siente su toque y cierra los ojos,eso era muy difícil para él.
— Ya avisé a Carlo para que venga. — dice con sus dientes apretados, sentía coraje y decepción.
— No es lo que tú crees. —Trata de aclarar las cosas—. Todo es un mal entendido, Carlo y yo...
— ¿A no? Destiny, conozco a Carlo desde que tenía cinco años, Destiny. Sé como es mi amigo, no te hubiera traído si ya no te hubieras revolcado en la cama con él.
— Marco eso no es...— no termina de hablar al ver como la puerta se abre, dando paso al doctor.
— Señorita, ya despertó, me alegro. —dice el doctor sonriente.
— ¿Ya me puedo ir doctor, verdad que no es nada?— pregunta Destiny.
— Bueno si ya se puede ir pero antes debo darles una buena noticia a ambos. —los dos se miran sin comprender. — Serán padres, la señorita está embarazada.
— ¿Qué? —grita Marco y mira a Destiny.
— Lo que escuchó señor D'Angelo, su novia está embarazada. —dice el doctor muy contento.
Destiny no sabe ni que decir, si estaba embarazada era de Marco. El médico da la prescripción y sale de allí dejándolos solos.
— Debemos hablar de nuestro bebé, Marco. —dice en cuanto el doctor cierra la puerta.
— ¿Nuestro? No tengo la certeza que ese niño sea mío. — escupe con dolor.
— No te atrevas siquiera insinuarlo. —pide Destiny con su dientes apretados.
— Me atrevo a eso y mucho más, eres una... — Destiny se levanta de la cama y le regala una sonora bofetada.
— ¡Basta! — grita frenando al hombre — eres un completo imbécil si piensas que voy por la vida acostándome con el primero que me dé las gracias.
— Ah ¿y no es cierto? —cuestiona Marco aún con su mano en la cara.
— No, no lo es.
— Pues conmigo no fue que — otra bofetada fue a parar a su otra mejilla.
— Escúchame bien Marco D'Angelo, te vas a arrepentir una y mil veces por haber negado a este niño, te veré llorando lágrimas de sangre por él o ella.— dice muy determinada Destiny.
— Eso nunca ocurrirá— dice Marco furioso
— Eso ya lo veremos. — Tomó sus cosas y salió del hospital.
Para Destiny sus vacaciones habían terminado, debía volver a casa antes de lo planeado. No volvería a verlo nunca más.
*****
Cinco años después— Mía, no corras, Mía, no camines al frente, Mía, espera que hay mucha gente. —Destiny gritaba mientras caminaba con dos maletas detrás de la rubia pequeña, que iba caminando al frente como si ella supiera donde estaba.
Había llegado a España, tenía una convención en ese bendito país donde según el tiempo que tenía de embarazo procreó a su hermosa hija, Mía Alessandra O'Reilly. Destiny decidió ser madre soltera y tras las desilusiones que tuvo con Justin y Marco prefirió seguir así. En fin, ella no necesitaba de nadie para mantener un estatus de vida alto y darle una calidad de vida a su hija.
Mía había nacido en el tiempo acordado, nació saludable. Era una niña con sus ojos azules, su cabello rubio y un tono de piel bronceado que había heredado de su padre. Tenía cuatro años y tres meses. Era muy inteligente, ya sabía escribir su nombre y él de su madre. Cuando preguntó la primera vez por su padre, Destiny le dijo que por razones desconocidas su papá no pudo estar con ellas y lo describió como un hombre inteligente, apuesto, pero inseguro de sí mismo. Y eso hizo que en ese momento no estuvieran juntos.
Al pasar los meses ella entendió un poco a Marco, si bien es cierto que ella no había estado con ningún otro hombre entendía el por que de sus celos. Ella había llegado del brazo de su amigo, que ella pretendía que él pensara. Seguro el amigo le dijo que habían llegado juntos y dió por hecho que eran pareja o algo así.
Esa misma noche recibió un mensaje de Carlo disculpándose por cómo se dieron las cosas y que él siempre sería su amigo, por si necesitaba de él siempre estaría para ella. Ella no contestó, se limitó a empacar sus cosas para irse. Llamó a Vanessa camino al aeropuerto y explicó lo que había pasado. Vane le dio su apoyo desde España. No quería dejarla sola pero las circunstancias la obligaban a quedarse allá. Había despotricado contra Marco, dijo de todo hasta que los rumores sobre su hombría eran ciertas. La sartas de improperios salieron cuando llamó al escurridizo Jean Paul, este no tardó en montarse en un avión para llegar a Estados Unidos donde la mujer vivía. Él la ayudaría y apoyaría en todo lo que necesitara.
Ya en el avión Destiny sacó la tarjeta del teléfono y la botó, no deseaba que Marco la consiguiera. Nadie excepto los de la subasta del cuadro sabían su dirección y ella había amenazado con demandarlos si alguien decía su dirección. Así que estaba tranquila, no la conseguiría por más que buscara. Ella no lo perdonaría, aunque lo entendía. Los meses pasaron ella se enfocó en su embarazo, montó su tienda de antigüedades con la ayuda de su nuevo socio Jean Paul. Les ha ido muy bien, en el momento del parto se sintió sola a pesar que estuvieron Jean Paul y Vanesa que pidió días para irla a ver. Su hermoso pedacito de sol, que llegó para iluminar su camino.
Camino frente rápido hasta poder alcanzar a la inquieta Mía. Vió a su madre correr y pensó que era un juego.
— Mama a que no me cojes— dice Mía acelerando el paso cuando la ve correr para alcanzarla.
— Mia no — la ve chocar con la pierna de un hombre.
— ¡Miaaa!— grita desesperada, una maleta se encaja y al tratar de desencajarla ve como el hombre se pone en cuclillas para levantar a la niña y sonreirle. Su mundo se quiso caer en pedazos cuando vió al hombre de ojos azules, cabello castaño y piel bronceada.
— Hola —escucha a Marco decir a Mía levantandola del piso al que había caído cuando chocó con él.
— Hola — dice Mía limpiando sus manitas.
— ¿Estás sola? ¿Dónde están tus papás?— pregunta Marco mirando a todos lados.
— Mi mamá está por allá —dice señalando a Destiny que miraba impactada y petrificada la escena— y mi papá no lo conoce. Mi mamá dice que era muy inseguro para poder verme crecer.
Marco mira a Destiny, al fin había dado con la mujer que amaba y con su hija. Siempre busco una mujer con un niño no se sentó a pensar que había podido ser niña.
— ¿Y cómo te llamas? —pregunta Marco, cogiéndola entre sus brazos.
— Mia Alessandra O'Reilly. —dice muy orgullosa de su nombre.
— Hermoso nombre que mamá te puso. Sabes que no debes hablar con extraños, verdad.
— Si, pero usted fue quién me habló primero. Yo solo respondí. —Marco comienza a reír, definitivamente era hija de Destiny no perdería una.
— Qué dices si ayudamos a mamá, la veo muy liada por no quitarte la mirada de encima. — Mía asiente y Marco camina con su hija en brazos.
— Veo que necesitas ayuda. —Destiny mira a Mía cupón reproche.
— Te he dicho que no hables con extraños. Tu y yo arreglaremos en el hotel. —La niña hace un mohín, sabía que le iría mal con su mamá, le quitaría algo que le gustaba para castigarla.
Al fin Destiny se digna a mirar a Marco que no soltó a su hija en ningún momento.
— No necesito ayuda y menos de ti. Gracias por traer a «MI» — hizo hincapié en la palabra —. Hija, ahora puedo seguir mi camino. —Destiny trata de tomar a Mía pero él no se lo permite.
— Destiny. —susurra el hombre que lucía arrepentido de todo lo que hizo en el pasado. No se daría por vencido tan fácil, esta vez no cometería los mismos errores.
— No Marco, no hay Destiny para ti. Se acabó hace cinco años cuando decidiste creer en lo que pensabas que era cierto, en vez de en lo que ocurría en realidad.
— Se que no tengo justificación.
— Me alegro que lo sepas — dice tomando a su hija para marcharse.
— Pero es mi... — Destiny lo interrumpe.
— No se te ocurra decirlo y mucho menos delante de Mía. Ella es solo mia. — dice con los dientes apretados para que Mía no la escuchara.
— Te espero mañana para desayunar en el restaurante donde hablamos por primera vez. — la cita Marco.
— No me esperes que no llegaré.— dice caminando para alejarse.
— Hazlo por nuestra hija, ella necesita a su padre. —Destiny vira su rostro para encararlo.
— Eso debiste pensarlo hace cinco años. Hoy ya no sirve de nada. —se voltea y sigue camino a la salida del aeropuerto. Debía ir al hotel y pensar en todas esas emociones que le causó verlo. Se sentía con sentimientos encontrados y no era para menos, el padre de su hija estaba ahí, frente a ellas.
Ya en el hotel Mía se acerca a su madre con su característica curiosidad
— Mami, ¿quién era ese hombre que vimos en el aeropuerto? — Destiny la miró sin saber que contestar, no quería mentirle a su hija, pero tampoco quería decirle que era su padre.
— Mi amor, él es un pintor famoso Italiano.
— ¡Ohhhh! ¿Es un pintor como mi papá? — pregunta la niña que de tonta no tenía un pelo.
— Sí cariño, un pintor como tu papi. — Destiny suspira y mira por la puerta de cristal que da al balcón de su habitación.
Nunca pensó que volvería a verlo y mucho menos en ese viaje a España, ya había viajado otras veces, en una llevó a su hija a Francia con el tío Jean Paul, esa fue la primera vez que Destiny le había hablado de su padre. En ese viaje Destiny había recordado todo lo que pasó con Marco, en Francia fue donde todo se destapó, sus celos, su propuesta, todo. No entendía por qué si él decía que la quería, había sido tan cruel con ella. No fue digno ni siquiera de escucharla. Solo la atacó sin más.
Cerró los ojos dejando salir sus lágrimas. La escena la vivió una y otra vez por cinco años, el día que debió ser el más feliz de su vida, fue uno de decepciones.
Cuándo llegó a Estados Unidos su padre solo le reprochó por todo lo que había pasado, desde su desaparición hasta su embarazo. Ya después Mía se convirtió en la bebé del abuelo y la consiente como nunca consintió a Destiny. Su madre se turna con Jean Paul para cuidar a Mia, mientras trabajaba pero siempre que ella llegaba les pide espacio con su hija, para dedicarle tiempo de calidad. A todos lados que va, Mía va con ella.
Era una niña muy inteligente, a pesar de tener cuatro años, le enorgullece que fuera su hija. Siempre que la veía coloreando recordaba a su padre, miraba su cuadro que estaba en una de las paredes de la habitación y un taco en la garganta se formaba. Había días que pasaba mirando el cuadro y recordando cada locura que éste le hizo pasar por querer recuperar esa pintura.
Esa primera noche, en la que encontró esos hermosos ojos azules tirando a grises. Recordaba lo absorta que estaba cuando le habló en la exposición. Lo recordaba todo, con su corazón roto. Nunca entendió los motivos, él nunca le dijo por qué era así para ella poder entenderlo.
Y allí era donde empezaba con su disyuntiva, siempre pasaba lo mismo cuando pensaba en él. Cuando recordaba que ella no lo aceptó y él se fue, cuándo él la siguió por toda Europa los hermosos momentos que pasó con él. Recordó las pocas veces que se dejaron llevar por la pasión del momento y lo hicieron sin protección. Si él se hubiera detenido a pensar en eso, si él hubiese pensado en esas veces. Él sabía que desde que estaba con él se sentía mal. Aún no entendía las razones para negar a su hija. Los celos eran malos consejeros de eso no había ninguna duda. Escucha la puerta y se sobresalta. Solo pensó en que Marco la había encontrado.
Miro a Mia que hacía lo que más le apasionaba, colorear y fue a la puerta.
— ¿Quién?
— El portero. — dice la voz masculina. Abre la puerta con calma pero no ve al hombre sólo ve un ramo hermoso de rosas rojas y en el medio cuatro rosas amarillas.
— ¿Quién las envía?
— No sé señorita, solo me dieron la orden de subirlas en recepción. —explica el joven hombre.
— Bien, por favor pongalas en esa mesa. —El portero lo hizo mientras Destiny buscaba en su cartera una propina decente para darle.
El joven salió y ella se acercó a las rosas con un poco de temor, no podía bajar las defensas ante un hermoso ramo. Tomó las dos tarjetas, una en el medio de las rosas amarillas y otra entre las rosas rojas. Abrió primero la de las rojas. "Te demostraré lo arrepentido que estoy por ser tan imbécil, eres la única mujer que he amado y a la única que amaré toda mi vida. Atrás te dejo mi número para cuándo decidas escucharme" tuyo siempre Marco D'Angelo.
Su corazón quería salir del lugar, no se iba a dejar, no con unas palabras bonitas recuperaria su amor. Ella lo amaba más que a su vida, no lo negaría, era el padre de su hija, pero eso no cambiaba el hecho del abandono y desconfianza. Tomó la tarjeta de las rosas amarillas y leyó "Para la mía pequeña Mía, una rosa por cada año que no he podido estar contigo, de ahora en adelante buscaré la manera de estar para siempre con la mía pequeña principessa". Ti amo tu papá, Marco D'Angelo.
Su corazón dolía, nunca pensó que volverlo a ver y recibir esas flores dolería como el primer día. La herida no había sanado como ella pensaba. Estaba aún latente en su corazón.
— Mami, ¿quién te envió esas flores, tu amigo el pintor? —Destiny asintió con pesar.
— Mira mi niña, estas cuatro son para ti. —El rostro de su hija se ilumina.
— ¿Para mí? —pregunta con una hermosa sonrisa, mientras su madre asintió.
— Si, mi amor. —se veía tan emocionada, nunca le habían regalado rosas a pesar que Destiny recibía semanal de un anónimo que siempre le enviaba y ella botaba pero siempre Mía las veía y le preguntaba.Marco se encontraba hospedado en el mismo hotel, planeaba la subasta de sus pinturas como cada año en España a favor de los más necesitados, está vez había escogido las instituciones que ayudaban a las familias que habían salido de Siria y necesitaba techo y comida. Especialmente a los niños que habían perdido a sus padres. El sábado era el día de la exposición pero siempre gustaba supervisar todo. Nunca había sido tan feliz por haber llegado antes a una de sus subastas.
La había encontrado, después de tanto tiempo encontró a la mujer que ama y a su hermosa hija. Era tan parecida a su madre, sus ojos definitivamente eran los suyos pero su cabello rubio, su piel de porcelana lo había heredado de su madre, que para él era la mujer más hermosa.
Cerró sus ojos al recordar que por sus estúpidos celos y miedos había perdido cuatro años de la vida de su hija. Por ser tan cerrado y no aceptar que Destiny y hasta el mismo, presentaban síntomas desde mucho antes que Carlo la conociera. Pero no, tenía que ser él quién la despreciara y humillara.
Esa misma noche después que Destiny salió del hospital aquella noche en la que él la humilló, se sentó pensando en todo lo que había pasado hasta que llegó Carlo. Sus ojos estaban hinchados por el llanto. Su corazón está destruido. Admitía que había deseado tener una hermosa familia con Destiny pero sus miedos eran más grandes. Cuándo Carlo llegó se le fue encima para descargar su frustración.
— ¡Wooo¡ ¿qué te pasa? ¿Te volviste loco? —pregunta esquivando el golpe que Marco le había lanzado al rostro.
— Eres un malnacido, dejastes a Destiny embarazada. —dice decepcionado de su amigo.
— ¿Quién, yo?¿Pero te has vuelto loco? —inquiere estupefacto—. Yo no la he tocado. Ella solo cenó conmigo y luego se excusó para irse. Y los demás días ni la vi. Yo la convencí para que me acompañara a nuestra cena inventando que estaría de chaperón contigo. Solo por eso aceptó, pero ya iba a rechazar la invitación. —termina de decir Carlo.
— Entonces, ¿no estuviste con ella? —Carlo niega—. Entonces... Maldición… —gritó en medio de la sala de espera vacía creando eco por todo el lugar—. Mi Destiny, mi hijo.
— No me digas que...— Marco lo deja con la palabra en la boca para correr al hotel donde se encontraba Destiny.
Cuando llegó ya era tarde Destiny había entregado la habitación. Ya se había marchado. Fue directamente al aeropuerto pero no la encontró. Maldijo por lo bajo era su culpa, por sus miedo e inseguridades la había perdido. Era un completo imbécil. Nunca le preguntó su dirección en Estados Unidos. Los primeros meses la buscó desesperadamente por los estados donde la compañía de su padre tenía sucursales pero nada, nunca le supieron dar su ubicación o se la negaban.
Derrotado y con culpas volvió a Italia, se sumergió en una depresión que no lo dejó pensar más allá. No busco otras opciones. Hasta que un día Carlo cansado de verlo de esa manera lo llevó a una especialista con quién comenzó a tratarse. Al paso del tiempo había comprendido que fueron sus miedos los que hicieron que él la perdiera. Sus dudas, sus inseguridades. Todas fueron curándose a través del tiempo y las secciones con la profesional. Cuando al fin estuvo listo contrató a un investigador privado el cual en poco tiempo había encontrado todo sobre ella, pero Destiny había sido tan cuidadosa que en el mundo empresarial y el privado nunca se supo que ella tenía una hija. El investigador buscó en los hospitales de la zona pero había cuidado muy bien la identidad de su hija. Por un tiempo pensó que era un varón. Pero cuando aquella pequeña de cabellos tan rubios como el sol lo miro a los ojos supo que todo el tiempo estuvo equivocado. Que nunca fue un niño si no una hermosa e inteligente niña.
Cogió su paleta y puso las pinturas que pensó idóneas para crear el rostro de su hija. Con ella le confesará la verdad. Él debía ganarse el amor de su hija para poder así acercarse a Destiny, había comprendido que los dos habían tenido tanto miedo al fracaso que no pusieron el empeño que se necesitaba para fortalecer su relación, si no que hicieron de sus miedos la barrera para no aceptar lo que la vida le ofrecía.
Comprendió con el tiempo que no fue Marco el único culpable de todo. Ella con sus miedos también puso una barrera haciendo que todo se fuera por el caño. Debían hablar, debían perdonarse, debían comenzar de cero. Esta vez con su hija. Él quería que ella lo amara. Su pequeña Mía. Como no la amaría si fue creada con el más grande y sincero amor. Siempre la amó aunque se dió cuenta muy tarde.
Marco pasó la noche en su habitación plasmando el rostro de su hija en aquella pintura que sería la obra principal. Se la haría llegar una vez el mundo contemplara la belleza de su rostro y la inocencia de sus ojos. Sentía que no cabía de la emoción. Su hija ya tenía un rostro, el que nunca olvidaría y por la que lucharía día a día para permanecer a su lado, celebrar sus triunfos y abrazarla en sus tristezas.
Las dos son lo único que él necesita para poder ser feliz en la vida.
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Viajera
RomansUna decepción lleva a Destiny por rumbos alejado de todos las personas que conoce. Se aventura a llegar a Europa, emprender un viaje para sanar las heridas del pasado. En el camino encuentra nuevas y mejores amistades, conocer nuevos lugares y encue...