Capitulo 8

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Almorzaron a gusto. Como dos personas normales. Hablaron de una que otra cosa sin importancia para ellos. No era un almuerzo de negocios como ambos estaban acostumbrados, ni de pareja como ella frecuentaba con Justin.

Era uno de dos personas desconocidas que coincidieron por casualidad y solo se acompañan.

Para él era la primera vez que hacía tal cosa, solo hacía almuerzos para cerrar algún negocio. Y terminaba llevando a la mujer a su cama desfogando todo el deseo que su cuerpo podía tener para luego irse sin remordimiento. Esta vez no se sentía así. Miró a Destiny que tenía una mirada tan distante. No lo veía con ojos de mujer en celo como la mayoría de sus acompañantes, lo veía como alguien más con el que compartió su mesa en un almuerzo. Nada de miradas lujuriosas, ni siquiera volvió a tocar el tema de la pintura, ni el hecho que él era el pintor.

Se mantuvo al margen y eso hacía que su intriga creciera cada vez más.

Después del almuerzo cada cuál se fue a su habitación. Los dos con pensamientos similares. A ella le intrigada él y viceversa. Cuándo Marco se sentó en el balcón de la habitación del hotel donde se hospeda y comenzó a pensar en su mirada, sus hermosos ojos, en su cabello dorado como el sol. Y que aunque no era fanatico de las rubias porque tenía el concepto de que eran barbies plásticas, en ella era diferente. Se veía culta e inteligente. Su cuerpo tenía las curvas que todo hombre deseaba, le hacía lucir hermosa con cualquier cosa que se pusiera. ¿Qué le pasaba con esa mujer? Se preguntaba constantemente.

No es normal esas mariposas en la boca de su estómago, ni la corriente cada vez que la tocaba. ¿Por qué se sentirá así cuándo está cerca de ella? Se quedó dormido pensando en esa mujer que aunque conocía su nombre seguía siendo un misterio para él.

Ella por su parte no podía quitarse esa sensación de su cuerpo. Pensaba en él y no paraba de compararlo con Justin. Nunca sintió esa atracción con su ex. No sabía que se podía sentir esa corriente que solo ese hombre provoca en ella. No era una chica con basta experiencia. Pero no era normal esas mariposas en la boca del estómago que hasta el hambre le cortaban. Esa corriente que sentía en todo su cuerpo. Su mirada penetrante tratando de desnudar su alma.

Cuándo conoció a Justin no tenía experiencia en el amor. Se había criado en un internado donde solo veía a sus padres en las vacaciones. Y casi nunca compartía con ellos. Cuando entró a la Universidad era una joven antisocial y luego conoció a Justin que poseía sus mismas cualidades. Negar que se enamoró del hombre casi enseguida era una mentira. En él encontró el amor que sus padres nunca le dieron. Él era bueno, amable, siempre con una sonrisa en sus labios. Además de inteligente.

Su padre era el dueño de la compañía de publicidad más grande de Estados Unidos. Al contrario de ella, que no tenía hermanos, Justin tenía tres, dos mayores y una menor. Carol era la más unida a ella, con los otros dos apenas habían hablado, vivían lejos. Habían hecho sus carreras y se habían separado de la familia.

Justin le había dado lo que nunca tuvo de sus padre un amor incondicional. El siempre estaba para ella. Eso la hacía sentir especial, valorada. En ese momento fue que reconoció que su amor por Justin no era amor, si no era la necesidad de encontrar algún sentido a la vida. Se aferró a él sin pensar, solo se dedicó a sentirse amada.

Las horas pasaron y llegó la noche. Se arregló, le habían hablado de la vida nocturna en Zaragoza. Quería visitar las discotecas, o un lugar donde pasarla bien. No se quedaría lamentando, el que hubiera sido. Se puso un vestido rojo pasión con accesorios negro. Se soltó el cabello y se puso un maquillaje suave. Se miró en el espejo para darse los últimos toques y salió a disfrutar su noche.

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Ya había pedido unos tragos que había bebido como si fueran agua. Estaba bailando cuando él la ve. Un hombre se aprovechaba de su estado de embriaguez para tocarla y pegarla más a su cuerpo. Ella se reía y le seguía el juego. En ese momento sintió un coraje muy interno. «¿Qué demonios hace esa mujer?» —pregunta su conciencia. Lo que sea que estaba haciendo eso se iba a acabar. Él no iba a permitir que nada le pasara. De dónde había salido ese deseo de protegerla, tampoco sabía, solo sabía que en sus manos estaba que ella llegara sana a su destino y eso precisamente es lo que haría.

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