Recuerdo que alguna vez Pete ne enseñó un método de respiración para tranquilizarse, inhalar, mantener unos segundos y exhalar por otros segundos más.
Esa estupidez no me estaba sirviendo mientras esperaba que el ascensor llegara al piso del restaurante. Las manos me temblaban, y a decir verdad, creo que todo el cuerpo lo hacía, ¿estoy acostumbrada? sí, pero no causado a estas circunstancias.
El tiempo de espera se me hacía eterno, parecía que el hotel es el más alto de todo el país, pues sentía que llevaba horas ahí. No ayudaban mucho el par de viejitos viéndome como si fuera la peor escoria del mundo, y eso que intenté vestirme lo más decente.
Pero creo que los pantalones de cuero ajustados simplemente no van con ellos.
Las puertas me dejaron ver un pequeño muro que muestra dos flechas, a la derecha el restaurante, y a la izquierda el restaurante privado. Sinceramente se me hace una pérdida de dinero ir al privado, todo mundo aquí está envuelto en sus negocios, nadie se da cuenta de quién está a su alrededor.
No le tomé más importancia y emprendí camino hacia el lado izquierdo. Un espacioso pasillo lleno de plantas me inundó la visión y se sintió una vibra totalmente distinta. Huele a millonarios, a egocentrismo, a corrupción; es decir, a tabaco, whiskey y café.
Después de caminar otro poco me encontré con la entrada, donde afuera estaba una chica uniformada. Me acerqué y ella me miró sonriente esperando que le diga algo, pero es cuando desvié la vista hacía ellos.
Lucían igual. No podía negar que mis padres son guapísimos, ambos desprenden elegancia a montones y también mucha arrogancia. Si antes me temblaba todo el cuerpo, no puedo explicar como me sentía en ese momento.
—¿Tiene reservación, señorita?—la voz de la chica hizo que vuelva al mundo.
—Me están esperando.
—¿Podría indicarme el nombre de la persona que reservó?
—Alfred Richardson—de inmediato buscó en un enorme libro el nombre de mi padre y al encontrarlo, asintió.
—Sígame.
Entró al restaurante y mis piernas caminaron detrás de ella. Cientos de miradas caían en mi, algunas como la de los viejitos en el ascensor, una que otra con mucho descaro y otras más que, la verdad no quisiera descifrar.
Cuando llegamos a la mesa la chica nos indicó que en un momento nos atenderían. Mis padres se levantaron de su asiento sin decir una sola palabra, solamente me miraban sorprendidos. No los culpo, cuando me fui de casa mi estilo era totalmente diferente, los colores pastel resaltaban en mi y en toda mi ropa, así como atuendos conservadores que cualquier chica de buena familia llevaría. Años después se encontraban con una persona que porta cuero, escotes, colores oscuros y llenos de sensualidad, botas altas y escandalosas, algo que los puede sacar de quicio fácilmente.
Mi madre me miraba de arriba a abajo, concentrándose en mis senos. Había dicho que elegí lo más decente, pero para ella nada sería lo suficiente pulcro. Mi padre no dejaba de mirar mis botas. No sé si a estas alturas las envidiaba.
Carraspeé un poco mi garganta para sacarlos de su trance, y de inmediato me miraron al rostro.
—Jolenne te ves... distinta—soltó mi madre, aún sin poder quitarme la mirada de encima. Con su tono pude saber que no le gustaba para nada mi apariencia.
—Sigues estando preciosa como tu madre—respondió ahora mi padre—. Por favor, siéntate.
Tomé asiento frente a ellos y me acomodé. Le pedí a una mesera que me trajera un whiskey y asintió—. ¿Qué tal te ha ido con tu nueva vida?
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Nothing else matters ☆━ Kirk Hammett
FanfictionJolenne despierta después de un concierto sin recordar nada, en una habitación desconocida, con ropa que no es suya, rodeada de los integrantes de Metallica pero con el vocalista desaparecido. Por supuesto que da un giro de 180° a su vida.