Diecisiete.

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La voz de Morrison retumbaba por toda mi habitación, mientras daba miradas fugaces a su póster encima de mi cama. Parecía que me estaba seduciendo con esos ojos tan puestos en mí.

Pete jugaba con sus baquetas frente a la ventana, esperando a que mi vecina, Sharon, entrara a su habitación a fingir que no veía a mi amigo vigilándola y después quitarse el uniforme de su escuela de señoritas, para que al momento de llegar a quitarse su ropa interior, se esconda en algún sitio.

Aparte de conquistar a mi póster, estaba intentando escribir mi discurso de graduación. Nunca he sido fanática de hablar frente a cientos de personas, pero considerando que mi sueño es tocar la guitarra frente a millones, con algo debo empezar.

La vida es... una ruleta... —escribí en la hoja manchada de grafito, gracias a las anteriores frases escritas—. No, ni que fuera una pistola—suspiré, borrando lo que había escrito—. Estamos reunidos aquí hoy para celebrar el final de una etapa, así como el inicio de otra... —recité exagerada.

Pete soltó una risilla y giró a verme—. El inicio de la etapa del descontrol —susurró. Después siguió mirando hacia la ventana—. Oh si, nena, quítate esa linda camisa lentamente y menea tus cad...—

—Cómetela en silencio, Jennees —grité, lanzándole un cojín justo a su rostro—. Intento concentrarme.

—Ush, alguien está de genio —se quejó, acomodando de nuevo su cabello—. No es mi culpa que tengas una vecina tan... —suspiró recargando sus manos en el marco de la ventana— candente.

—Por Ozzy Osbourne, mejor ve y follala de una vez, ella lo desea igual que tú —respondí, y mi amigo giró a verme con confusión.

—¿Cómo sabes que lo desea?

—No lo sé, aparte de que acude a un colegio lleno de vaginas y no de penes, llega a su casa desde las dos de la tarde pero espera a que llegues tú para cambiarse, y cuando no ve tu camioneta, se cambia con las cortinas cerradas, ¿algo de eso de hace sentido?

—¿Espera a que llegue para cambiarse? —dijo completamente aturdido, girando otra vez hacia la habitación de Sharon.

—¿En serio ustedes son tan estúpidos? Por eso sigues virgen.

—No por mucho, Lenne. ¿Sabes si sus padr...—

—Está sola hasta las nueve de la noche —respondí antes de que terminara de formular su pregunta.

Aventó por algún lado sus baquetas y brincó encima, esquivándome. Corrió a la puerta y salió, pero luego regresó.

—¿Tienes... condones? —preguntó algo avergonzado.

—Segundo cajón de ese mueble —señalé detrás de mí—, hasta atrás.

Siguió mis indicaciones y buscó. Sacó un par y volvió a dirigirse a la puerta —. ¿Algún consejo? —giró hacia mi.

—Consentimiento, sobretodo —asintió frenéticamente —. Escúchala, preguntale qué cosas la ponen. Sé cuidadoso, el juego previo es la clave —volví la vista a mi cuaderno.

—Gracias Lenne, eres un ángel —lanzó un beso al aire y corrió afuera —. ¡Me voy virgen y regresaré no virgen! —gritó desde las escaleras.

Cuando escuché la puerta cerrarse, suspiré agobiada. Era pésima escribiendo esta mierda, ¿porque piensan que por tener buenas notas, puedo escribir un discurso?

No conforme, Pete me presionaba constantemente a decirle a mis padres sobre aquél asunto. Él ya se los dijo hace unos cinco meses, y lamentablemente no lo apoyaron. Está viviendo en un apartamento que está encima de una tienda cuyo dueño es un asiático. Lo veo bastante feliz, sinceramente es un cambio que él planeaba hacer hace mucho tiempo.

Nothing else matters ☆━ Kirk HammettDonde viven las historias. Descúbrelo ahora