Nueve.

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Qué vueltas da la vida. Hace años juré jamás involucrarme sentimentalmente con alguien, y menos empezando mi carrera musical... Y heme aquí, con Kirk a mi lado y con un brazo suyo encima de mis hombros; sentados otra vez en el cofre de un maverick viendo la ciudad y fumando un cigarrillo. Sumando que acabamos de tener sexo.

Este sin duda es uno de esos momentos que se quedarán en mi memoria por años.

El frío comenzaba a aumentar, aunque estábamos tapados con nuestras chamarras, el aire se colaba hasta los huesos. Kirk tembló un poco y buscó mi mano, entrelazando sus dedos con los míos. Sonreí ante ese movimiento y no pude evitar recargarme en su hombro. Él enseguida colocó su cabeza encima de la mía.

No sólo quería que este momento se quedara en mi memoria, sino que también durara para siempre.

Una ráfaga de aire chocó con nosotros, era tiempo de que nos fuéramos de ahí si no queríamos morir de hipotermia. Lo tomé de la mano y él también se impulsó para bajar del cofre.

—¿Puedo conducir esta vez? —preguntó.

—¿Sabes manejar? —rió.

—Si no fuera guitarrista, sería piloto de autos, nena.

Me guió hacia el asiento del copiloto y abrió la puerta, antes de que pudiera entrar, me jaló un poco hacia él.

—Déjame besarte... —un mechón de cabello que se atravesó en mi rostro lo pasó detrás de mi oreja—. Besarte debajo de estas hermosas estrellas.

Y unió nuestros labios. No sé que tenía que cada beso era mejor que el anterior, con más química, más conexión y más microbios, pero hasta ahora eso no me molestaba. Después de unos segundos, se separó y acarició mi mejilla. Me dio un corto beso y dejó que me subiera al auto.

—¿A dónde me llevas, eh? —Kirk llevaba conduciendo cerca de 25 minutos y se le notaba algo confundido—, ¿estás seguro que no te has perdido?

—Por supuesto que no, debe de estar por aquí... ¡sí, reconozco esa cantina!

No lo juzgo, bien podría ser yo.

—Ya casi llegamos, preciosa —asentí ruborizada. Esta vez le agradecía a la poca iluminación para no exhibir mi rostro hecho un tomate—. Mientras, cuéntame. ¿Qué tal las cosas con Pete?

—¿Qué?

—Déjame decirte que tu rostro habla por ti. Cada que lo mencionaba durante nuestras conversaciones tú hacías ese gesto con la nariz, es bastante obvio. ¿Todo bien con ustedes dos?

—Sí, supongo. Gajes del oficio.

Giró hacia mí por un par de segundos—. No lo creo, pero está bien. Aún así, estaré aquí dispuesto a escuchar lo sucedido, porque no mentiré estoy ansioso por saber.

Reí un poco —. Solo fue una pequeña discusión sobre... —dejé escapar un suspiro. No quería hablar de eso y Kirk lo entendió.

—¿Y se arreglaron?

—No del todo. Me pidió disculpas pero no lo sé. Es complicado.

—Deberías decírselo, todo lo que sientes él debe saberlo y así hacerse cargo de sus errores.

Antes de que pudiera responder, se estacionó afuera de una pequeña casa. Estaba casi en los límites de la ciudad, en ese lugar el ambiente era bastante tranquilo. Se apuró en bajarse del coche y abrirme la puerta. Me tomó de la mano y buscó algo en sus pantalones, sacando una llave. Caminamos a la entrada y abrió. Era muy hogareña, como de esas casas en las que te encantaría pasar una cálida navidad.

Los muebles eran de época, como de la los setentas, sin embargo no estaban descuidados ni maltratados.

—Esta casa es de un amigo de la infancia —explicó—. Le dejé las llaves de mi apartamento en San Francisco para que lo cuidara cuando no esté, y él me dio las suyas. Le prometí que vendría y aquí estoy, con una gran compañía —apretó un poco mi mano, la cual no dejó ni un segundo.

—Es linda, muy acogedora.

—Lo es, tiene buen gusto. Vamos a dormir, ¿sí?

—Anhelo una cama ahora.

—Veamos cuáles son las habitaciones.

Caminamos por el pasillo y al abrir la primer puerta y asegurarnos que había una cama, nos quedamos allí. Había un baño y, sorprendentemente, tenía todo artículo de higiene personal, incluyendo cepillos de dientes. Después de terminar con nuestro pequeño ritual antes de entrar a la cama, nos acostamos. 

Me estoy dando topes a la cabeza por estar permitiendo que experimente tantas cosas nuevas y bellísimas con Kirk en muy poco tiempo. Pero, ¿qué más da? Hasta ahora se ha portado increíble.

Quedamos cara a cara, sus labios eran algo que me volvía loca y, sus ojos, tenían ese brillo que no cualquiera posee. Pasé suavemente mi mano izquierda por su rostro, dándome el lujo de sentir su piel tersa.

—Es muy loco, ¿no? —comentó.

—¿Qué cosa?

—Esto. Habernos conocido de una forma tan espontánea y estar aquí, y así. Soy un completo romántico y no me importa serlo contigo, ______.

—Jamás habría imaginado esa parte de usted, señor Hammett —respondí—. Y me encanta.

—¿No te espanta que sea así?

—Ni un poco, Kirk. En verdad, no sé que tienes que me hace querer estar contigo todo el tiempo.

Sonrió—. Entonces aprovechemos el tiempo juntos, ¿te parece?

—Por supuesto.

Nos quedamos en silencio y no evitamos caer dormidos.

...

—No sé tú —dijo bajando del auto—, pero yo pagaría lo que fuera por unos huevos estrellados ahora mismo.

—¿Me pagarías por estrellarlos? —me detuve frente a él.

—Huevos de animal —respondió tapando con sus manos su parte baja—. Eso sonó peor, sólo camina.

Reí y avancé. Entramos al lugar y se camuflajeó por completo, pues se había recogido otra vez su cabello.

Nos sentamos en una mesa y una mesera rápidamente se acercó a nosotros, entregándonos las cartas. Miró a Kirk varias veces, como si lograra reconocerlo, él actuaba normal. Después de unos minutos y de haber pedido el desayuno, la mesera se fue.

—¿Es que acaso estoy presenciando a ____ celosa? —preguntó de repente.

—Ni en tus mejores sueños, Hammett.

Rió. La mesera regresó con una jarra de café y un par de tazas. Las llenó y claro, no dejaba a Kirk fuera de su vista.

—Disculpa la pregunta —dijo la chica en un susurro—, ¿acaso eres el guitarrista de Metallica?

Me puse algo nerviosa, pues sí le decía que sí, correría a decirles a sus compañeros y dentro de una hora ya nos habrán inventado una vida a Kirk y a mi.

—Soy su hermano, lo siento —respondió Kirk.

Giré a verlo divertida, él seguía estando normal y tranquilo.

—Oh, entiendo —contestó ella—. Aún así, mándale saludos por mi. Son muy parecidos.

—Oh, es que nuestros genes son así, deberías ver a mi madre y su hermana, son una misma.

La chica se fue y Kirk no tardó mucho en estallar de risa. Yo no me quedé atrás, ¿quién carajo podría creerse que Kirk tiene un hermano idéntico?

—Nunca falla.

Nothing else matters ☆━ Kirk HammettDonde viven las historias. Descúbrelo ahora