Veinticuatro.

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Kirk tenía la mirada perdida. La lluvia seguía cayendo sobre él como lo había hecho durante los últimos treinta minutos; no cesaba. Se repetía constantemente: «No debió dormir ahí... debí ser yo». Se culpaba cruelmente por lo sucedido, a pesar de que no había sido así.

—¿Qué es lo que pasa contigo? —la chica al fin lo encontró. Su voz estaba temblorosa; no sabía qué debía hacer o decir. Kirk estaba tan empapado que los rizos habían desaparecido, pero no parecía importarle—. Todos estamos sufriendo, Kirk —comentó después de no obtener respuesta.

—Cliff era mi mejor amigo —respondió un tanto a la defensiva.

—Era amigo de todos.

—Jolenne, no sé qué es lo que quieres —negó con la cabeza y luego la dirigió a ella.

—No quiero que te cierres; queremos ayudarte, Kirk. Él dejó un hueco enorme, pero tú construyes un muro que nos aleja.

—¿Quieres que me abra? ¿Quieres que te cuente cómo cada noche me despierto gritando porque veo su cara? ¿Cómo cada canción que escucho me recuerda que nunca más podremos tocar juntos? ¿Es eso lo que quieres escuchar? —su cabeza se devolvió al frente.

Sus palabras eran como cuchillos en su corazón. Su estómago se revolvía cada vez que él decía una palabra—. Solo quiero ayudar —respondió en un hilo de voz.

—¿Ah, sí? ¿Y cómo pretendes ayudarme, con tu presencia? —giró nuevamente hacia la chica, con los ojos a punto de dejar salir algunas lágrimas.

—Aquí es donde te disculpas.

—Aquí es donde te pido que te vayas.

Y ahí la destrozó. Se formó un vacío dentro de ella que no entendía cómo su cuerpo lograba hacerla sentir de esa forma. Sus piernas apenas respondían, pero las obligó a alejarse de él.

Siguió caminando, con la vaga esperanza de que él, arrepentido, fuera tras ella.

Caminó y caminó, y nunca sintió esas manos detenerla.

Se abrazó a sí misma mientras su garganta pedía a gritos liberar el nudo que había formado, buscando desesperada su auto, pero el cementerio era tan grande que no lograba identificar dónde estaba.

Se quedó parada en medio del sendero de concreto, dejando que la lluvia la envolviera por completo, como si fuesen los brazos de Kirk.

—¿Lenne? —la voz de James frente a ella captó su atención. Estaba confundido, se notaba en su rostro. No dudó ni un segundo en acercarse a ella—. ¿Qué ha pasado, estás bien?

Jolenne de inmediato rompió la distancia entre James y ella y se aferró a su pecho. Al abrazarlo, se soltó en llanto. Se privó de sollozos; era tanto el sentimiento que no podía respirar correctamente. El chico solo la tomaba fuertemente y le susurraba: «Ya está, suéltalo».

—Vamos, te sacaré de aquí —dijo James con determinación, manteniéndola firme contra su pecho mientras caminaba intentando encontrar o, su coche, o el de Lenne.

Una vez encontró el de él, abrió la puerta del pasajero y la ayudó a entrar, cuidando de cubrirla con su chaqueta para protegerla al menos un poco de la lluvia.

Mientras tanto, Lars había observado la interacción entre Kirk y Jolenne desde la distancia. Su preocupación por la situación no había hecho más que crecer. Decidió que era hora de enfrentar a Kirk, y no iba a ser suave al hacerlo.

—¿Qué demonios te pasa? —gritó Lars acercándose con pasos firmes y seguros. Kirk levantó la mirada, sus ojos llenos de dolor y confusión.

—No es asunto tuyo, Lars —respondió Kirk fríamente, intentando mantener su fachada de dureza.

Nothing else matters ☆━ Kirk HammettDonde viven las historias. Descúbrelo ahora