Veintitrés.

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—Lo siento, hermano, tengo el brazo roto —se excusó James adormilado, y movió suavemente su yeso para evidenciar lo que dijo—. Pero al regresar podrían contarme lo que vieron.

—No caminas con el brazo, James. ¿Y tú, Lars?

—Sabes que odio caminar —respondió seco y un poco inaudible por estar boca abajo.

—Kirk, Jolenne irá conmigo, ve con nosotros, anda —insistí mientras sacaba de mi maleta una chamarra abrigadora.

—Vayan ustedes, no me molesta. Aprovechen para conocerse y hacer amistad —fruncí el ceño al escucharlo, porque parecía que no había notado que durante el último año he salido más con ella que con él. Apenas alcanzó a articular esa frase cuando escuché un par de golpes en la puerta. Corrí a abrir y era Jolenne, lista para irse.

—Tu novio no quiere levantarse de la cama —le dije señalándolo.

Ella abrió la boca ofendida—. ¡Dijiste que sí irías, Kirk! —alzó levemente la voz.

—Cambié de opinión, linda. Anda, salgan y disfruten su caminata —se volteó y nos dio la espalda, tapándose con las sábanas.

Giré la vista hacia ella y alzó los hombros. Rodé los ojos y tomé los guantes para ponerlos luego. Cerré la puerta detrás de mí y Jolenne caminó hacia el ascensor—. Está bien si no quieres ir, ya sabes, Kirk iría, pero...

—No seas tonto, claro que quiero ir —sonrió.

Las puertas se abrieron y entramos en el ascensor.

—Kirk se puso muy contento después de que llegaste —confesé, recordando las graciosas caras que hizo cuando la vio llegar.

Siempre he sido fan del amor verdadero y correspondido, aquél en donde el hombre no es cegado por la hombría y es igual de efusivo que su pareja al verla.

—No quería perderme los conciertos de los que tanto ha hablado.

Saqué un poco de aire de mis pulmones—. Estoy nervioso, James no ha tocado la guitarra en dos meses, no quiero que se lastime.

—Pero tampoco podrás detenerlo, anhela tocar de una vez por todas.

—Es un maldito terco.

—Y lo entiendo, es adictivo tocar, no sé cómo ha sobrevivido tanto sin esos solos.

Las puertas se abrieron y, al instante, la corriente de aire chocó contra nosotros. Jolenne tembló un poco, pero luego sacó una bufanda de su mochila y se la coloca. Yo saqué mis guantes y también me los puse.

—¿Entonces te gusta el senderismo? —preguntó—. Jamás lo imaginé.

Llegamos a la salida del hotel. Era temprano, la neblina estaba baja y ayudaba a que no me reconocieran fácilmente.

—Solía practicarlo mucho y le tomé cariño, sobre todo a las preciosas vistas —respondí. Una camioneta se paró frente a nosotros, y el conductor nos entregó las llaves—. ¿Te molesta si conduzco?

—No sé usar mapas, así que adelante—respondió. Caminamos hacia el vehículo y nos subimos.

Había escuchado hablar sobre unas montañas bellísimas. No teníamos que caminar mucho, pero sí conducir alrededor de una hora.

El ambiente se sentía algo silencioso. Jolenne miraba atentamente por la ventana, sin dejar que ningún detalle se le escapara. Encendí la radio para amenizar un poco el camino; "Addicted to Love" sonó de inmediato y por el rabillo del ojo alcancé a ver que Jolenne sonreía levemente.

—¿Todo bien?

—Sí, es solo que... mi mamá es una eterna enamorada de Robert Palmer. La canción me recordó a ella.

Nothing else matters ☆━ Kirk HammettDonde viven las historias. Descúbrelo ahora