"Dame solo una noche".
Divorciado y con un hijo pequeño, Nattawin Baxter no
necesitaba a ningún hombre en su vida. Pero cuando el
multimillonario Mile King se mudó a la casa vecina, Nattawin
acarició la posibilidad de tener una aventura con él...
Caminó hacia la ventana y contempló la calle. El barrio de Long Beach era muy acogedor, los bungalows se alineaban en la calle y los árboles formaban un arco alargado que proporcionaba una agradable sombra en verano. Las familias llevaban una vida tranquila y apacible, y a Nattawin le encantaba vivir en aquel remanso de paz y seguridad. Había llegado allí después de que su marido lo abandonara.
La casa de su abuela y sus gratos recuerdos le habían proporcionado la estabilidad y la comodidad que tanto necesitaba. Y vivir en aquella bonita calle donde todos se conocían lo había ayudado e encontrar de nuevo su camino.
Build y el se habían hecho íntimos amigos y eso lo ayudó a recordar quién era realmente. Había encontrado la fuerza para afrontar la soledad y el embarazo, y finalmente pudo liberarse del rencor que albergaba hacia su marido por haberla abandonado cuando más lo necesitaba. Estar solo era infinitamente mejor que estar con la persona equivocada.
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Y cuando nació Connor no pudo menos que estar agradecido. Los últimos años no habían sido fáciles, teniendo que hacer de madre, padre y empresario. Pero no los habría cambiado por nada del mundo. Se había hecho más fuerte de lo que nunca había creído ser. Y tenía a Connor. No necesitaba nada más. Hasta ese momento...
Tras su breve pero demoledora experiencia con Mile, se preguntaba si tal vez podría aspirar a algo más. No con mile, naturalmente. Él no era de los que se comprometían, y por esa misma razón lo había elegido para su aventura sexual. Aunque, por otro lado, tenía que admitir que era muy bueno con Connor. Y simpático, y divertido, y buen conversador, y guapísimo, y... Era buenísimo en el sexo. Basta, se ordenó a sí mismo..
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El era madre y padre soltero y Mile era un mujeriego. No había ningún futuro en común. Suspiró y, tras echarle una última mirada a su hijo, se fue a su habitación. Miró por la ventana que daba al jardín trasero, desde allí no podía ver el jacuzzi, pero su imaginación no tenía ningún problema para evocar a mile en el agua, con los ojos ardiendo de pasión y su fabuloso cuerpo esperándolo...
Un hormigueo se propagó por la parte inferior de su anatomía. Suspiró y se deleitó con la sensación, por inquietante que fuera. Debería haber quedado satisfecho con sus tres orgasmos y olvidarse del asunto. Solo buscaba una breve aventura y ya la había tenido. Pero su cuerpo se negaba a olvidar...
