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Luego de varias horas, había despertado. Talle mi ojo suavemente, estirándome. La ropa que estaba en la cama había caído al suelo, ya mi habitación se encontraba oscura, mostrando como el sol se terminaba de ocultar.

 La ropa que estaba en la cama había caído al suelo, ya mi habitación se encontraba oscura, mostrando como el sol se terminaba de ocultar

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—Nunca el cielo se había puesto así de bonito como hoy—susurre suave, notando los colores que estos tenía. Aprovechando tome una péquela foto, me gustaba tomarle fotos a los atardeceres, algo que a veces solo hacía.

—Gizel, ¡baja a comer!—grito mi madre, al escuchar su grito, me coloque mis zapatos y me levante de la cama, para salir de la habitación y bajar las escaleras.

Me dirigí a la cocina, en esta ya estaba mi hermano y mi madre, sentado en sus repectivas sillas y con la cena servida

—Apúrate tonta que tengo hambre—Refunfuño Santiago murándome con una cara de las mil y un muerte en mente que tenía.

—Estupido...—susurre para ver cómo mi madre, nos mandaba a callar a ambos, ya al sentarme ella empezó a orar.

¿Por que tenía que hacerlo? No es que esté en contra de eso, pero cada noche es lo mismo... desde que papá nos abandonó, mi madre es la que siempre se ha hecho cargo de nosotros y me sorprende que como hoy llegue temprano. Por que siempre llega tarde...

—Amén—terminó mi madre para así sonreír.

—Amén, ahora si a comer —Gustoso Santiago empezó a comer la lasaña que había hecho mi madre y yo por mi parte, empecé a comer sin más

—¿no piensas agradecer?—ella me miro y yo solamente solté el cubierto.—Gizel, siempre debemos agradecer por los alimentos que tenemos hoy en día y en mesa, no todos tiene la misma dicha cómo tú de comer.—Explico, mientras cortaba la esquina de la lasaña para acercarlo a su boca y comerlo.

—Pues es algo normal, supongo.—Me encogí de hombros para agarrar nuevamente el cubierto y empezar a cortar mi pedazo de lasaña.

—Mira jovencita, en esta mesa se agradece y si no te gusta, puedes comer otra cosa o lo que se te de la gana.—Está vez había subido el tono de voz, me sorprendí un poco ante lo reprochante que estaba siendo conmigo. Pero no le iba a dar el gusto, dejando los cubiertos en mesa, me levante haciendo que la silla rechinara fuertemente.

—Total, no tenía hambre. Además quedo simple, nunca puedes hacer nada bueno.—sin más, agarre el plato junto con la lasaña para lanzarlo en la basura y dejando este en el lavaplatos.

Subí rápidamente a mi habitación molesta, para agarrar mi teléfono y rápidamente llamar a Isabella.

Llamada Saliente: Isa🧸.

—Por favor.. responde.. responde..—me movía de un lado a otro en la habitación, este repicaba y repicaba, nada que Isabella me respondía.

Salvación |Richard Ríos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora