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Taeyong estaba acostado en el sofá observando por la ventana la noche oscura, aunque él realmente no estaba viendo nada. Había pasado todo el día del sábado y del día de hoy flojeando, preocupado por todo lo que concernía a Jaehyun. Sus miedos, sus preguntas, sus nervios...

Algo acerca de Jaehyun le decía que se acurrucara en los brazos de su amante e ignorara las posibilidades, cualquiera que pudiera ser la verdad, no lo sumergiría en la calidez de la aceptación y de la seguridad.

Solo que él había estado enfrentando la realidad durante ese par de días. Realmente no sabía nada sobre Jaehyun: dónde vivía, cuál era su trabajo real. Si tenía familia. ¿Por qué solo se quedaba una noche y un día a la semana? ¿Dónde pasaba el tiempo lejos de él?

¿Por qué nunca salían en público? ¿Estaba casado?

Taeyong trató de calmarse después de que esos pensamientos lo pusieron nervioso.

No había razón para pensar en que Jaehyun no era cada vez mejor.

Jaehyun nunca había tratado de evitar una pregunta directa. Él simplemente se había rehusado a contestar algunas de ellas. Eso no era mentir.

Ciertamente no le había preguntado dónde vivía. Jaehyun había admitido que tenía un trabajo peligroso, uno que podía poner en peligro a Taeyong también, e incluso sugirió dejar a Taeyong para no causar que lo lastimaran. Nunca había mencionado familia o amigos, aparte de Mark.

Nunca ofreció disculpas por no poder verlo más, y en realidad le había preguntado en una ocasión si quería salir; además no usaba anillo de matrimonio.

Había algo en el mismo Jaehyun, alto, oscuro y misterioso, devastadoramente hermoso y tan apasionado en la cama como controlado en las calles. El viejo cliché. Peligroso. Seguramente para otros. ¿Pero para Taeyong? Él no pensaba eso.

Jaehyun nunca había hecho nada amenazador o que le asustara, y se había disculpado en las raras ocasiones en las que había sido rudo, a pesar del hecho de que Taeyong le había asegurado que lo disfrutaba. No, a él no le daba miedo.

Solo no sabía dejar de pensar acerca del resto. Quería creer en Jaehyun. Lo amaba desesperadamente. Solo habían estado juntos un puñado de meses y habían pasado tan rápido. No quería dejarlo ir, ni que lo dejaran.

Si él hacía más preguntas, si pedía explicaciones, ¿podría Jaehyun cambiar de opinión y dejarlo? ¿Podría darle la misma mirada inanimada que le dio en la fiesta y alejarse de él? Por que no creía que pudiera manejarlo.

De cualquier modo, el hecho de si él podría vivir y amar sin conocer la verdad, era algo que aún estaba por verse.

Unos suaves toques en la puerta lo sacaron de sus pensamientos. Taeyong miró hacia la puerta y se levantó del sofá. Los perros ya estaban ladrando y saltando a su alrededor. Los apartó de su camino para lograr ver por la mirilla de la puerta.

Jaehyun estaba en el pasillo con la cabeza hacia abajo, esperando. Sorprendiendo a Taeyong de nuevo, había rasurado su ligera barba; apenas lo había notado en la fiesta antes de encerrarse en la cocina y luego lo había olvidado. Seguía viéndose guapo. Demasiado guapo.

Taeyong tragó saliva y tomó el control de sus emociones. Se sentía relativamente calmado. Solo un poco receloso, pero no más nervioso que de costumbre, suponía. Abrió la puerta.

Jaehyun levantó la vista cuando oyó la puerta abrirse y sonrió tentativamente cuando le miró a los ojos. Esa sonrisa le ayudó a tranquilizarse.

Aunque no podía pensar en Jaehyun como un hombre que se pusiera nervioso, notó indicios de nervios en el otro hombre, ¿no era así? Con esa sonrisa parecía normal. Él le sonrió en respuesta y abrió más la puerta; los perros llegaron a los pies de Jaehyun.

Martes | JaeyongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora