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Taeyong descorchó la veinteava botella de champagne de esa noche. Eran un poco más de las diez y el restaurante estaba en toda su capacidad. La Nochevieja era siempre una locura, una noche ajetreada. Él estaría muy ocupado hasta después de la media noche. Dejó la mesa doce que estaba supervisando y se dirigió hacia el área de servicio, todas las mesas estaban ocupadas por la celebración y atendidas.

Yerim dejó su bandeja a lado de la de él.

—Jesús, estoy cansada. El año nuevo es siempre una locura —murmuró.

—Pero una locura muy rentable —corrigió él distraídamente mientras presionaba números en la registradora.

—Bueno, sí —dijo Yerim graciosamente—. Gano más en esta noche que en todo un mes. Y tu trabajando todo el día, cuando no te toca, ¿vas a jubilarte pronto?

Taeyong se encogió de hombros.

—¿Y qué haría? ¿Sentarme en casa solo a ver las manecillas del reloj en el Times Square? Prefiero estar aquí contigo, linda —se inclinó y besó la mejilla de ella.

Yerim lo golpeó juguetonamente.

—Regresa a trabajar, Romeo.

Taeyong asintió cuando ella se alejaba y revisó la siguiente orden, tamborileando sus dedos en el mostrador. De nuevo, tomó una profunda respiración y vio su pequeño reloj. Diez veinticuatro. Un martes en la noche.

Desde que Jaehyun dejó su apartamento la mañana siguiente de navidad, no había vuelto a saber nada de él. No tenía un número de teléfono para contactar con él. Y esa noche debería ser cuando regresara al restaurante, pero aun no había aparecido. Era mucho después de su hora habitual, y Taeyong se decía a sí mismo un montón de cosas para evitar deprimirse por todo eso. Esa era la noche de año nuevo después de todo. Las plazas del restaurante habían sido reservadas con semanas de anticipación, y ni siquiera un cliente regular como Jaehyun, podía solo entrar, y esperar que le dieran mesa si ellos no tenían una disponible. O quizás él ya había hecho planes con anterioridad para esta noche y no pudo cambiarlos. Quizás tenía trabajo.

Taeyong cerró los ojos por un momento y suspiró. Jaehyun no le había pedido su número de teléfono y tampoco le había ofrecido uno. Simplemente se había ido la siguiente mañana con un beso de despedida. Eso no era muy prometedor para que pudiera existir alguna clase de futuro entre ellos.

Taeyong se sintió aliviado cuando oyó la suave campana que señalaba que una orden estaba lista. Así pudo volver al trabajo y dejar de pensar en eso. Había estado llevando aperitivos al salón de la fiesta durante quince minutos cuando levantó la vista para tomar una orden y se encontró a sí mismo mirando directamente a Jaehyun. Los ojos de éste estaban fijos en él cuando lo miró, y el gran hombre sonrió ligeramente. Taeyong parpadeó varias veces y correspondió con una brillante sonrisa. Asintió incluso más ligeramente y regresó al área de servicio, tentado todo el tiempo a mirar sobre su hombro. Cuando llegó, Yerim estaba esperando, los brazos cruzados y una sonrisa en su cara.

—Intercambiamos mesas. —Taeyong se ruborizó y ella se rio ligeramente, palmeando su hombro, y dándole la cuenta de la mesa—. Feliz año nuevo —entonces ella salió, moviéndose hacia el salón de la fiesta.

Taeyong se puso de pie y miró la nota antes de sacudir la cabeza y sonreír. Tomó una botella de vino y un vaso y salió a saludar a Jaehyun.

Éste, levantó la vista de lo que examinaba en su pequeña libreta, y le sonrió discretamente cuando se acercó. Taeyong esperaba estar nervioso cuando le viera de nuevo, pero no fue así, no exactamente. Bajó la botella de vino y trató de no sonreír.

Martes | JaeyongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora