I V

241 37 3
                                    

Ya era tarde antes de que Taeyong tuviera un momento para ir a ver a Mark Lee a su oficina. La pequeña grabadora había estado en su bolsillo toda la noche, y a pesar de haberla sacado y revisado, preguntándose qué significaba, no había tenido valor para encenderla. Giró en la esquina y se detuvo frente a la puerta de la oficina, llamando suavemente.

—Entre —gritó Mark desde el interior de su oficina. Taeyong abrió la puerta y entró.

—Buenas noches, Mark —saludó. Mark había insistido en que no le llamaran Señor Mark durante casi seis años.

Mark levantó la vista de los papeles de su escritorio y sonrió débilmente.

—Buenas noches, Taeyong —saludó tan amigable como siempre—. ¿Qué puedo hacer por ti? ¿Cómo van las cosas esta noche?

—Realmente bien —dijo Taeyong con una sonrisa—. Creo que las tres fiestas estuvieron geniales, la gente se fue satisfecha... y todos bebieron mucho vino —añadió con una sonrisa cómplice.

—Maravilloso —comentó Mark divertido—. ¿Mejores propinas verdad? —bromeó tamborileando la pluma en los papeles del escritorio—. ¿Eso es todo? —preguntó, todavía amigablemente pero obviamente distraído.

Vacilando, Taeyong deslizó su mano en el bolsillo y dio los tres pasos que le separaban del escritorio de Mark.

—Él me pidió que le diera esto —sacó la grabadora y la colocó sobre el escritorio.

Mark vio la grabadora, y su cuerpo se tensó inesperadamente cuando volvió a mirar a Taeyong.

—¿Él? —preguntó suavemente sin tocar la grabadora. Taeyong se tensó incómodo.

—Él. Jaehyun.

Una de las cejas de Mark se arqueó y volvió a mirar la grabadora.

—¿Y oíste la grabación? —preguntó al final.

Taeyong negó con la cabeza, mirando fijamente a Mark.

Mark se quedó pensativo, cogió la grabadora y la examinó antes de presionar el botón de rebobinar brevemente y después el de encendido. La suave y profunda voz de Jaehyun se filtró de la pequeña grabadora casi inmediatamente:


»—Realmente sabes que nunca regresarás aquí.

»—Claro. En veinticuatro horas estaré en las islas Caimán, después del duelo de mi marido, no tengo razón para regresar.

»—Bien. Termina tu comida.


Mark apagó la grabadora con un clic y levantó la mirada hacia Taeyong con una pequeña sonrisa.

—Gracias, Taeyong —dijo complacido—. Y oye, tú no has oído nada —indicó con una sonrisa.

Taeyong se encogió de hombros.

—No he oído un montón de cosas —dijo con una pequeña sonrisa aunque sin dejar de pensar en el extraño intercambio. Mucha gente habla en los restaurantes temas delicados, olvidando a los camareros que se mueven entre ellos en silencio. No sabía lo que era y no creía que quisiera saber.

—Bueno, de cualquier forma hiciste tu buena obra de la semana —dijo Mark tomando el teléfono y empezando a marcar—. ¿Qué piensas de la mujer? —preguntó distraídamente mientras esperaba a que contestara.

Taeyong torció los labios.

—Ella me pregunto si se veía como una puta —dijo intrigado.

—Bien puede serlo —gruñó Mark con naturalidad—. Bueno, veremos cómo le sientan unas agradables vacaciones de ocho o diez años en una celda —agregó saboreándolo—. ¡No me dejes en espera! —gritó al teléfono y entonces maldijo por lo bajo y regresó la vista hacia Taeyong—. Jaehyun, ¿eh? —preguntó con una pequeña y conocedora sonrisa.

Martes | JaeyongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora