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Luna no parecía sorprendida por la situación; más bien, se mostraba divertida. Con una delicada destreza se enderezo y se acercó a Draco, sus pasos apenas haciendo ruido sobre el suelo cubierto de hojas secas, mientras el aroma terroso de la hojarasca invadía el aire. Las criaturas, revolvían las hojas con sus pequeñas patas, produciendo un suave crujido que resonaba en la quietud del bosque.

Se agachó junto a él, observándolo con una mezcla de curiosidad y simpatía.

-¡Eso fue divertido! Parece que fuiste atacado por pequeños escarbatos. Son bastante traviesos, ¿no? -dijo en un tono alegre y suave. Estiró una mano hacia él, ofreciéndole ayuda para levantarse-. Les encanta coleccionar objetos brillantes. Debes tener cuidado con ellos, especialmente si llevas algo valioso.

Draco, aún aturdido por lo que acababa de acontecer y un poco avergonzado, rechazó su ayuda, tratando de conservar el poco orgullo que le quedaba. Miró la mano extendida con desdén. -No necesito tu ayuda -murmuró, alejándola con un gesto brusco.

Con un rápido movimiento, se levantó, sacudiéndose las hojas y el polvo de sus ropas, con elegancia y dignidad, acomodó su uniforme. Miró a Luna con una mezcla de desdén y curiosidad.

-¿No tienes algo mejor que hacer que vagar por el bosque? -gruñó, tratando de ocultar su confusión detrás de su habitual máscara de frialdad.

La rubia se dio media vuelta, dándole la espalda, y se acercó al lugar donde se habían escondido los traviesos escarbatos. Sus movimientos eran gráciles y su expresión se mantenía serena. El ambiente a su alrededor parecía estar lleno de una tranquilidad casi mágica, con el canto de los pájaros y el susurro del viento que se escuchaba por lo bajo.

-Estoy cuidando a la mamá de esos pequeños -respondió, señalando un claro donde una criatura herida descansaba entre las hojas-. Estaba un poco lastimada, pero ya se encuentra mejor.

El aroma a tierra húmeda y el gorjeo distante de los pájaros creaban un entorno de apacibilidad que contrastaba con la expresión de incredulidad en el rostro de Draco. La observaba, incapaz de comprender por qué alguien se preocuparía por una criatura tan insignificante.

-¿Por qué te molestas en hacer eso? -preguntó, tratando de entender la lógica detrás de sus acciones-. Es solo un escarbato. No vale la pena.

Luna lo observo, como si la respuesta fuera tan obvia como la de que el cielo es azul.

-Todas las criaturas, por pequeñas que sean, merecen cuidado y atención. Cada una tiene su propio valor, incluso si no podemos verlo de inmediato. -No crees?.

Draco frunció el ceño, tratando de procesar sus palabras. Le costaba entender la perspectiva de Luna, pero había algo en su forma de hablar y la serenidad con la que lo decia que lo dejaba sin palabras. Observó el paisaje a su alrededor, sintiendo cómo la humedad de la tierra se filtraba a través de sus zapatos y la suave brisa movía su cabello rubio.

De repente, pensó que tal vez podría aprovechar las aptitudes de alguien tan chiflada como Lovegood. Había algo en su manera de interactuar con las criaturas que podría serle de utilidad.

-Espera, lunática... ejem, Lovegood -se aclaró Malfoy, corrigiéndose torpemente-. Parece que tienes un don para tratar con esos bichos, ¿no? Yo estoy aquí por una razón válida, completando una tarea -empezó a explicar mientras observaba la expresión de Luna, quien permanecía tan calma como un mar sin olas. Al ver que no había respuesta inmediata, continuó-: No es que la clase sea importante, de hecho es una basura, pero ya sabes, todo sea por obtener puntos. En fin, necesito a uno de esos bichos que se llevaron mis cosas, ya que Hagrid nos dará puntos si llevamos a una pequeña criatura. Y me vendría de maravilla uno de esos.

"Destino Perfumado"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora