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Los días pasaban tan rápidos como los segundos, el clima era invariablemente nublado, lo que provocaba el mal humor tanto en estudiantes como en maestros. En uno de los pasillos que daban hacia el patio no se encontraba la excepción. Draco Malfoy se encontraba acomodado sobre una pared de piedra con las piernas cruzadas, mientras terminaba de saborear una manzana verde, dulce, pero no empalagosa, como a él le gustaba. La escasa luz solar hacía que su cabello rubio luciera casi blanco, dándole un aspecto etéreo.

Draco observaba a su alrededor cuando, de repente, escuchó una suave voz, un tanto... familiar, a unos metros. De reojo, no pudo evitar observar a la dueña de la melodiosa voz.

-¿Quisquilloso? -preguntaba Luna a cada estudiante que se encontraba pasando el tiempo en aquel largo pasillo. Ella lucía un tanto excepcional, con una gran cantidad de ejemplares de El Quisquilloso en sus manos, lo que la hacía lucir un tanto graciosa. Su pequeño cuerpo quedaba eclipsado por la cantidad de revistas. Sus aros y collar no podían faltar, aunque esta vez los acompañaba con una blusa violeta tejida y un jardinero amarillento, lo cual la hacía resaltar aún más. Muchos la ignoraban, otros pocos, uno o tal vez dos, le recibían la revista.

De repente, se paró frente a un grupo de cuatro chicas de Ravenclaw.

-¿Quisquilloso? -consultó la rubia, mientras estiraba con el brazo derecho un ejemplar ofreciéndolo.

El grupo de muchachas la miraron de arriba abajo con desdén y una de ellas, de cabello castaño, masculló con sarcasmo:

-Lindo collar, combina perfecto con ese suéter que llevas puesto.

Pronto las acompañantes empezaron a reír por el comentario, burlándose de Luna.

El rubio que observaba la escena se rió por lo bajo, disfrutando un poco de aquel sarcástico comentario hacia Luna. De hecho, él pensaba lo mismo: qué incrédula, se decía en su interior.

-Gracias, puedo hacerte uno si quieres, un collar o un suéter -musitó la rubia dulcemente, sin prestarle atención a la malicia de las palabras de aquella chica-. Los hago yo misma. -Sonrió.

-Se nota -exclamó mientras reía exageradamente la castaña.

Luna se encogió de hombros y se apretó levemente los labios, formando una mueca. Se dispuso a continuar su camino, cuando una de las chicas del grupo estiró el pie, provocando la caída de la rubia. Las revistas se derramaron por todo el pasillo y Luna amortiguó su caída con sus manos y rostro. Se quedó inmóvil por un momento, La expresión en su rostro se apagó y sus ojos brillantes mostraban un atisbo de lágrimas, aunque permaneció en silencio.

Draco observó la escena con el entrecejo fruncido, sus ojos ampliándose mientras una ola de incomodidad lo invadía. El calor en su pecho se convirtió en una presión casi dolorosa, mezclada con un resquemor que no podía ignorar. Se preguntaba a sí mismo ¿cómo podía alguien ser así de cruel sin motivo? La idea de que él mismo pudiera ser percibido como esa figura intimidante y distante lo hizo sentir un nudo en la garganta. El eco de su propia indiferencia ante las injusticias se reflejaba en la manera en que esas chicas trataban a Lovegood.

El grupo de Ravenclaw se alejó rápidamente, casi como si estuvieran huyendo de la escena. Luna quedó en el suelo, con la cabeza agachada, sin quejarse. Se levantó, sacudiendo sus piernas y su cabello, recogiendo uno por uno los ejemplares de El Quisquilloso.

Draco, consternado, se encontró recogiendo una de las revistas. Mientras lo hacía, su mente no dejaba de dar vueltas. La inquietud le nublaba el juicio. El atropello hacia Luna le parecía más personal de lo que esperaba, como si un reflejo de sus propias inseguridades y comportamientos estuviera frente a él. La idea de ser tan despiadado como aquella chica castaña lo perturbaba más de lo que quisiera admitir. Saliendo de su ensimismamiento, bajó la mirada y se encontró con Luna frente a él, observándolo con una calma desarmante.

"Destino Perfumado"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora