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Sus manos se rozaban aún, no tanto por el espacio reducido, sino porque parecían aferrarse el uno al otro en aquel pequeño hueco del Sauce Boxeador. El sonido de las ramas azotando contra el suelo resonaba como latidos irregulares, creando una tensión casi palpable en el ambiente. Draco y Luna permanecían ocultos en un hueco bajo una de las gruesas raíces, sus cuerpos separados por apenas unos centímetros.

Luna miraba con detenimiento el rostro de Draco, observando cada detalle con una intensidad que nunca antes había experimentado. Era una cara distinta, desconocida y vulnerable. Su cabello platino, normalmente impecable, estaba desordenado, y su pálido rostro estaba manchado de tierra, una evidencia del caos que los había arrastrado hasta allí. Un par de raspones decoraban su frente y mejillas, y el contraste entre su piel y la suciedad resaltaba la tensión del momento. Sin embargo, lo que más captaba la atención de Luna era su perfume, que se infiltraba en sus pensamientos, llenando el aire con una fragancia que la embriagaba hasta en lo más profundo de su ser. Ese aroma, inconfundible, la transportaba a un momento que desearía olvidar, el instante en que había sentido su esencia en la Amortentia.

Ese aroma le traía preguntas, más que respuestas, y un tormento que intentaba enterrar. Con una decisión férrea, intentó ignorar el impacto de ese infortunio, cerrando sus pensamientos a esa memoria, pero no lograba apartar la sensación que la rodeaba.

Draco, por su parte, se movía nerviosamente, sus ojos recorriendo el espacio estrecho, sus manos tanteando la rugosa corteza del árbol en busca de una salida. Su respiración era rápida, como si el peso del momento lo aplastara. Con cada movimiento, su cuerpo se acercaba más al de Luna, envolviéndola en una especie de abrazo involuntario. Sentía el calor de su cuerpo cerca, su pecho casi rozando el suyo mientras él trataba de hallar una forma de escapar.

Luna cerró los ojos por un instante, dejándose llevar por la proximidad, y sin pensar demasiado, susurró: —Hueles a limón y...— Su voz era suave, casi melancólica, mientras se inclinaba ligeramente hacia él, acortando la distancia que los separaba. Podía sentir el leve temblor en su propia voz, mientras la confesión escapaba de sus labios.

El sintió un escalofrío recorrerle la espalda, la inesperada cercanía lo desconcertaba, y el comentario de Luna lo dejó sin palabras. La miró con incredulidad, sus ojos grises buscando una explicación en los suyos. — "Tu perfume, Draco... huele a bosque después de la lluvia"— continuó Luna, sus ojos abiertos ahora, brillando con una curiosidad infantil y una suavidad que desarmaba a Draco.

Un rubor sutil comenzó a teñir las mejillas del rubio, su confusión reflejada en su rostro. Quería responder, decir algo sarcástico para restarle importancia, pero se encontró sin palabras, perdido en la manera en que Luna lo observaba, como si viera algo más allá de la fachada que él siempre mostraba al mundo. Sentía que cada palabra de ella lo desnudaba, dejándolo expuesto de una manera que lo hacía sentir incómodo, pero al mismo tiempo, extrañamente atraído hacia ella. El sonido de una rama rompiéndose bajo el peso del viento hizo que ambos se sobresaltaran, y sin pensarlo, sus manos se rozaron. El contacto fue breve, pero la calidez que dejó a su paso fue innegable.

Con una mezcla de desconcierto y frustración, finalmente respondió, rompiendo el encanto: —Deja de decir tonterías, Lovegood, mejor busca una manera de sacarnos de aquí—. Pero su voz carecía de la dureza que pretendía, quebrándose ligeramente al final, y la miró con una mezcla de desesperación y algo más que no se atrevía a nombrar.

Ambos salieron de su inmensidad y se enderezaron, poniendo un poco de distancia entre ellos. Luna, ahora más seria, comenzó a observar el entorno, buscando una solución. Sus ojos se movían con agudeza entre Draco y el árbol, escaneando cada detalle como si pudiera descifrar un enigma oculto en la maraña de raíces y ramas. Malfoy, impaciente, frunció el ceño, tratando de mantener la compostura, aunque sus manos apretadas y los músculos tensos de su mandíbula delataban su incomodidad.

"Destino Perfumado"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora