"Destino Perfumado"

20

Todo parecía estar envuelto en niebla, y no solo el cielo gris sobre Hogwarts; en la mente de Luna también reinaba esa neblina que traen las dudas y los silencios. Había algo que podía decir con seguridad: sus sentimientos. Pero, a pesar de esa certeza, las palabras de Ginny resonaban como ecos persistentes en su cabeza. "¿Por qué él iba a gustar de ti?" La pregunta había plantado una sombra en su corazón, una incertidumbre dolorosa sobre lo que ella podía significar realmente para Draco.

A su alrededor, el castillo parecía en transformación constante. A pesar de que el invierno estaba en su punto más frío y la nieve cubría cada rincón, los adornos navideños que comenzaban a colgarse por el castillo traían una atmósfera brillante y festiva. Alumnos y profesores hablaban con emoción sobre el baile de invierno, los pasillos se llenaban de risas y un alboroto alegre.

—Lovegood —la voz aguda del profesor Flitwick la sacó de sus pensamientos.

Luna se giró, con esa mirada de curiosidad constante.

—Luna, querida —dijo el profesor con una sonrisa—, necesito que lleves esta campana a la sala Crookedthorn, cerca de las mazmorras, la notaras cuando la veas. Estoy un poco corto de tiempo, y es importante que la dejes en la repisa del fondo.

Aceptó la campanita, que era pequeña y de un tono plateado que reflejaba la luz en suaves destellos. Al observarla, sus ojos se iluminaron con fascinación.

—Claro, profesor Flitwick —respondió con voz tranquila, mientras el profesor se alejaba con un gesto agradecido.

Con la campana en sus manos, comenzó a cruzar los pasillos del castillo.

Draco Malfoy la había divisado entre la multitud de alumnos, pero era imposible no notarla, Luna pasaba entre la multitud con pequeños saltos y una campana que retumbaba ademas de brillar casi cegando al que estuviera a un lado, la imagen le provoco una pequeña mueca. Ella era como una nota desafinada, pero cautivadora en la melodía perfecta y aburrida de Hogwarts. Aún sentía esa quemazón en el pecho al recordar cómo se habían quedado solos la última vez, antes de que Weasley los interrumpiera. Draco se obligaba a calmarse cada vez que pensaba en eso. Si acaso ginny weasley había visto algo, ¿de verdad diría algo? después de todo ella era amiga de Lovegood... No, no lo haría. se convencía a si mismo.

Mientras Luna se alejaba, dejándose envolver por los rincones más oscuros y tranquilos del castillo, el comenzó a seguirla. Esta vez, se prometió, no permitiría que el miedo o sus prejuicios le arrebataran ese momento. Había algo en ella que ya no podía ignorar, querer estar cerca, aunque solo fueran esos pequeños y fugaces instantes en los que parecían existir solo ellos dos.

La observaba mientras caminaba, y se dio cuenta de que desde que la conocía, su vida ya no era la misma. Hogwarts, con sus cielos encapotados y sus muros fríos, ya no se sentía tan sombrío; de alguna manera, ella era como un rayo de sol en medio de sus días más grises. Y, aunque siempre había despreciado a los estudiantes que se movían fuera de las reglas sociales que él consideraba importantes, ahora se encontraba caminando en silencio, siguiendo a Luna sin que ella lo notara, queriendo entender aquello que parecía tan natural en ella, tan... libre.

De repente, la rubia se detuvo frente a la puerta de un salon aparentemente pequeño. Su silueta se recortaba contra la madera oscura de la puerta y, por un momento, se detuvo a observarla, con el corazón latiendo rápido y una extraña urgencia y anhelo.

Luna abrió la puerta lentamente y entró al salón.

El dudó un instante, pero luego, incapaz de resistir, se escabulló tras ella en silencio, dejando que la puerta se cerrara suavemente detrás de él.

En el interior, la campana en manos de Luna parecía brillar aún más en la penumbra. Ella la colocó en la repisa del fondo, y en ese momento, el sonido de la campanita se amplificó, llenando la sala con un eco profundo que reverberó como un hechizo en el aire y Draco simplemente la miró, sintiendo que ella, sin siquiera intentarlo, iluminaba ese frío salón de piedra.