Capítulo 1: EXTRAÑO AMOR

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Dedico este capitulo a Karol_Morelo por tan fantástica narración de este episodio. 😍😘😘


Hoy...
Digámosle a la vida:
¡Ya no vivas!
Digámosle a la muerte:
¡Estoy por verte!
Digámosle al amor:
¡Deséame suerte!
Digámosle al recuerdo:
No te olvido.

Digámosle al silencio:
¡Ya no grites!
Digámosle a los gritos:
¡Hablen más fuerte!

Entonces...
cuando mis ojos se abran
a un nuevo horizonte
¡Ya no podré verte!

Mis pies...
descalzos, cansados, inertes...
No querrán moverse
aunque mi corazón desee...
¡aunque mi corazón desee quererte!

Y...
cuando vaya hacia ti,
intentaré volverme;
pero sé que no podré,
no podré pues...
¡Has marcado mi suerte!


Voz en off:
El amor es extraño y loco para quien no lo tiene ardiendo dentro del pecho. ¿Cuántos no se han cuestionado por enamorarse locamente hasta olvidarlo y perderlo todo? El amor lo envuelve todo, lo mata todo y lo vuelve a la vida en un instante. Destrona a los reyes, enloquece a los psiquiatras, desfallece a los fuertes, despoja a los poderosos, humilla a los altivos, enaltece a los humildes, empobrece a los ricos y enriquece a los más pobres.

Lo hace todo y no hace nada. Así es el amor: queremos callarlo, pero cuando ya está dentro lo hacemos gritar; anhelamos olvidarlo, pero lo que hacemos es recordarlo día y noche.
No sé si te has sentido así, pero ellos...

Ellos sí.

Cuatro seres confundidos, cada alma enlazada una a otra por un vínculo secreto y misterioso, intentan deshacer el error, o la trampa donde han caído; inconsciente o... conscientemente luchan por huir uno del otro. Todos, en algún momento, hemos tenido un amor así: un amor que nos libera y nos apresa al mismo tiempo.

El amor nos hace libres y también nos encarcela.
Así viven muchos, así viven ellos: atrapados en el túnel de su mente, un túnel llamado... qué sé yo, ¿masoquismo tal vez?, locura, egoísmo, sumisión... todo en un mismo corazón.

En sus corazones confundidos y perversos, pero en realidad, ninguno sabe cómo poner fin a su dolor.
¿Cuál será la solución?
Solo Dios lo sabe.
Descubramos entonces cuál es...
La frontera del dolor.


Jeremías:


Hay amores que dan vida y otros... Los más profundos y oscuros, esos que nadie entiende, sino las almas que pactan con ese tipo de amor que se mete en tus huesos...; esos amores te arrastran a lo más hondo de tu alma; esos amores extraños de los cuales no te puedes zafar, son los que causan dolor y placer. Intentas huir, correr para salvar la poca cordura que te queda, pero es inútil y, lo peor es que lo sabes.
Sabes que debes parar.

Sabes que todo irá mal, que amar de ese modo es un total error.

Sabes, y bien de sobra, que te romperán el alma en mil pedazos; también sabes que aunque estés hecho trizas en cuerpo y alma, volverás a ese cuerpo, a esos brazos, a esos labios, a esos ojos que traspasan tu alma y te dejan indefenso... Quizás, y solo quizás, pues es difícil entender el alma humana, has llorado amargamente, has jurado una y mil veces que no volverás con ese ser al que amas, al que odias... ¡Qué sé yo lo que siente tu alma!
Pero mi alma... Mi alma es masoquista.

Mi alma, mi loca y desquiciada alma ríe, ríe a carcajadas, se complace en el dolor; pero lo más extraño es que no en el dolor ajeno, como muchos estarán imaginando, más bien en su propio dolor. Es una locura, pero al parecer así son los seres humanos: viven en una total dicotomía de sentimientos.
Odio y amor.
Placer y dolor.

Tentación, perversión, locura, perdición... todo en un solo cuerpo... mi cuerpo, su cuerpo; toda esa avalancha de emociones encerradas en un alma... mi alma, su alma; que grita y gime por ser liberada del peso que lleva a cuestas. Que lleva dentro, pero también esa avalancha, cual mar enfurecido, cubre mi alma, mi mente y mi cuerpo, lo cubre todo y lo arrastra todo.

También la cubre a ella, cubre su alma desquiciada, su mente pervertida, su cuerpo... ¡Oh, Dios mío, su cuerpo! ¿Su bendito cuerpo o... su maldito cuerpo?

No lo sé. No sé si es bendito o maldito, en realidad no sé nada... Solo una cosa sé, y nadie podrá negarlo: su cuerpo es mío, me pertenece y lo poseo.
O mejor dicho, ella posee mi alma, y con mi alma, mi cuerpo.

Ella logró dominar mi mente, ahora hago lo que quiere sin importarme nada.

¡¡Estoy enfermo!! Enfermo de amor por ella.

Y esta enfermedad es maldita, pero bendita a la vez; porque ella está enferma también por mí, y no me importa nadie, solo ella y yo.

¿Y para qué ha de importarme alguien, si ella y yo somos el mundo? Ella es mi mundo y yo, yo soy el amo de su universo.
No sé si he de ahogarme o viviré, nadaré, lucharé... con todas las fuerzas de mi alma, contra las olas que azotan mi mente a cada instante, pero la verdad, la horrorosa verdad que aprisiona mi ser, es que... me he quedado sin fuerzas, mis manos están cansadas y mis labios se niegan a fingir una sonrisa más. Sé que debo correr, alejarme de esa maldita mujer que me hace daño, pero es peor que la droga.

Cada vez que huyo, que corro en dirección contraria, vuelvo al mismo lugar, ese es mi Gilgal, mi círculo vicioso, y no puedo, no quiero... no me atrevo a salir; me maldije muchas veces, y después me arrepentí, volví a ser fuerte, me aparté, logré olvidar y conseguí una nueva ilusión, un salvavidas en medio del naufragio en el que estaba...
Pero ¿de qué sirvió?
De nada.

Todo se vino abajo cuando vi sus ojos otra vez, todo se desplomó cuando percibí el olor de sus cabellos rojizos, su olor me vuelve loco. Junto a ella, mi cordura se deshace y vuelvo a ser aquel tímido niño sin madre, sin padre, sin futuro... que se refugió en su cuerpo por una única vez.

Pero se marchó. Me abandonó, cuando creí tenerla, cuando la creí totalmente mía, no fue mía; corrió para liberarse de mí, se fue lejos y no volvió.
Pero ahora, ahora que rehíce mi vida, ha vuelto como un espíritu vuelve en busca de un cuerpo.

Un cuerpo que cree que es de su propiedad.
Susurra a mi oído, me seduce, me envuelve, me hala hacia ella.

Tiene una fuerza impresionante, es casi una energía diabólica que me atrae hacia su cuerpo, como el hierro es atraído por el imán.

No sé si es amor o más bien obsesión, creo que es un poco de los dos, y este amor me tiene loco ¿o la obsesión por su cuerpo, por su cabello, por su olor... es quien me ha vuelto paranoico?

¿A quién le pregunto eso?

¿A Dios? Quien me ve por dentro y por fuera, y conoce todo de mí; lo bueno y lo malo, lo santo y lo profano, la luz que brilla dentro de mí y la oscuridad que aprisiona mi garganta.

¿O al diablo? Ese vil tentador, ese engañador de almas y seductor de mentes, ese que tiene miles de años destruyendo vidas, destrozando cuerpos y enloqueciendo almas perturbadas por su error.

O peor aún... ¿me preguntaré a mí mismo?

—Jeremías, Jeremías —me digo casi llorando entre furioso y triste frente al espejo—, oye tú, idiota... ¿amas a esa mujer o estás obsesionado con ella?
Nadie responde.

Tan solo se escucha el susurro de una respiración profunda y cansada.
La del idiota que está frente a mí.

—Responde, estúpido —vuelvo a insistir con rabia—, di la verdad.
Silencio.

—Qué quieres que te diga —contesta casi alzando su voz quebradiza—, no sé lo que siento, estoy confundido, asustado, como un niño abandonado en el mar profundo de su propia alma.

—No seas cursi, no te pregunté cómo te sentías —espeto con rabia y con unas ganas inmensas de romperle la cara—, solo quiero saber ¡si la amas o noooooo!

La última frase salió en un grito.

El hombre meditó unos segundos. Como si aquel grito lo hubiese amedrentado.

—Bueno, qué te puedo decir —inicia como tramando algo entre manos—, quizás yo no tenga la respuesta a esa pregunta. Al menos no ahora mismo. ¿Pero tú? ¿La amas? ¿Sí o no? ¿O entonces qué te importa a ti si yo la amo o no?

Aquello me dejó sin aliento, no esperaba eso. Pero sé la respuesta. Mi respuesta.

—Sí, la amo —contesto con toda la firmeza que tengo en el alma y en mi cuerpo—, si no la amara no estaría aquí en este hotel, con ella, haciéndola mía.

—¡Ja! Qué iluso eres —me reta el del espejo con una media sonrisa en los labios—, esa es la verdad que prefieres creer. ¡Te engañas a ti mismo!

»Tú no la amas, solo estás obsesionado con ella. Te obsesiona su cuerpo, el placer que te produce y todo lo que te da. Tú no amas a Eleiza. ¡No! Tú amas a Gabriela, y lo sabes.
Solo rompo en sollozos al escuchar ese nombre.

¡Gabriela, Gabriela, Gabriela!
Mi esposa. A ella es a quien amo.
La que salió del pozo de la desesperación conmigo. La que me dio la mano cuando nadie me la dio, la que estuvo ahí cuando todos se fueron. La que construyó a mi lado las ruinas de mi alma.

Ella, ella. Mi verdadero amor.

—Ahí está, lo veo en tus ojos —susurra el chico del espejo, casi en tono compasivo—, trataste de engañarte a ti mismo y engañarme a mí, muchos como tú saben la verdad y prefieren creer en la mentira. Porque esa mentira les conviene, les justifica, les hace sentir menos traidores, menos cobardes.

—Tienes razón —confieso entre avergonzado y libre—, traté de engañarme a mí mismo, de meterme en los huesos este fuego extraño, volver al pasado y olvidar todo lo que he vivido, lo que he luchado junto a Gabriela.

—Pero yo estoy aquí para hacerte volver a la realidad. Estoy aquí para hacerte recordar.

—Pero... ¿Quién eres tú? —pregunto aún desorientado.
—Te sigues engañando. ¿Acaso no sabes quién soy?
—Mi conciencia.
—Jeremías Davalillo.


🌹🌹🌹

Hola chicos, bienvenidos al primer capitulo de esta historia.
Espero les guste.
He hecho algunas correcciones para hacer de esta lectura más amena.
Un abrazo se les quiere.

Espero sus comentarios.

La Frontera del dolor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora