Yo también tengo cicatrices, aunque no sean tan visibles. Son cicatrices del alma.
A veces un simple acto puede ser el desafío que te lleve a descubrir que tu corazón puede sentir otra vez.
Jeremías:
—Gaby, ¿quién iba a imaginar que besaría los labios de una chica tan bella? —le digo, acariciando su cara con una sonrisa en el rostro.
—Erich sí lo imaginó, jajaja —bromea, recostándose en mi pecho.
—Eres muy especial, he llegado a quererte mucho más de lo que te imaginas.
—¿De verdad? —indaga con un poco de pena en su voz alzando su rostro para verme—. Aun a pesar de mis muchas cicatrices, ¿me amas?
—Aun a pesar de todo, me importas y te quiero —sonrío sosteniéndome sobre mis codos para levantarme de la grama donde estamos recostados. —Te amo Gaby, te amo más allá del dolor.
Este parque es hermoso y relajante.
Algunos niños corren a lo lejos haciendo crujir las hojas secas, y los árboles vibran con el viento entre sus ramas, ella se acurruca tiernamente abrazándose a mí con fuerza. Parece tonto pero ha llegado a gustarme estas cursilerías Jejeje.
>>Yo también tengo cicatrices, aunque no sean tan visibles —Completo besando la comisura de sus labios. —Son cicatrices del alma.
—Tienes razón, a veces te oigo hablar así de confiado y con tanto amor, que se me olvida que tu pasado también estuvo lleno de dolor.
Se ciñe a mi cuello en un abrazo que nos tumba a los dos sobre la grama y reímos porque su cabellos se han hecho un lío con las hojas y las ramas que se le han pegado y yo intento quitarle conteniendo inútilmente una sonora carcajada.
Gaby me ha hecho saber lo mucho que le importo a Dios y, en el instante en que me siento solo o defraudado por Él, ella me hace ver que son solo mis emociones las que me hacen creer que Dios me ha abandonado; a veces pienso que es la persona que Dios ha enviado para hacerme ver lo perfecto del amor del Señor.
Todo en ella es perfecto: sus labios llenos, sus suaves mejillas, su piel tostada, sus ojos color café, sus cabellos lacios que me hacen enloquecer. Ella es hermosa tal como es. Tan solo deseo besarla, pero ella lo ha hecho primero. Una sonrisa otra vez se ha dibujado en mi rostro y lo ha iluminado con la ilusión de un nuevo amor.
***
Jaime:
Desde que conocí a Eleiza, no he dejado de pensar en ella, en sus cabellos rojos y sus labios seductores, evoco el recuerdo de sus manos sobre la flauta y su maestría en aquel escenario donde la vi por primera vez, es una chica muy hermosa; debo atreverme a llamarla.
Sí.
Dejo de dar vueltas en mi cama como un bobo y me armo de valor. Me desperezo y voy al baño a lavarme la cara, luego tomo una bocanada de aire y como de si un gran desafío se tratara tomo el teléfono en mis manos para marcar.
A veces un simple acto puede ser el desafío que te lleve a descubrir que tu corazón puede sentir otra vez.
El Riiiing, Riiiing, Riiiing del teléfono interrumpe mis pensamientos, es mi amigo Henry quien dice:
—Hola, tío, ¿cómo habéis estado?
—Bien, Henry. ¿Algún problema? —contesto entre bostezos frotándome los ojos. —¿Hay algo especial por lo que me hayas llamado?
—Sí, pero ¿por qué? ¿Os he interrumpido en algo? —se excusa un poco apenado.
—La verdad es que sí, pues estaba a punto de llamar a otra persona, pero dime qué deseas.
—Desde luego —Aclara con rapidez, siempre ha sido un hombre directo. —Te llamo con el objeto de deciros que estamos en busca de una persona que domine el inglés para el cargo de mi asistente en el área de recursos humanos, específicamente en las relaciones exteriores, y si vos estáis enterado de alguien, me complacería muchísimo que me avisaseis.
—En realidad, ese es el motivo por el que vinimos a Barcelona, tío —aclara con tono firme—. Más allá de visitar ciertos sitios de aquí.
—Ehhh —rasco mi nuca un poco apenado caminando en círculos por la habitación. —La verdad es que, por ahora, no tengo a ningún conocido que pueda servir para este puesto, pero si tengo noticias de alguien, desde luego te avisaré —me comprometo a ayudarlo, pero la verdad es que estoy impaciente por que acabe esta llamada. —Pero ahora te dejo porque tengo otras cosas que hacer.
—Hasta pronto, nos vemos y que os vaya bien en lo que pensáis hacer —se despide, percibiendo el apuro en mi voz.
Ahora sí, podré llamar a Eleiza. Reviso mis bolsillos en busca de la tarjeta que me dio.
No la consigo.
Rebusco entre las gavetas y al fin la veo entre las hojas de uno de mis libros favoritos: El fuego Muerto de José Irimia Barroso.
Lo compré recién llegado aquí y vaya que me gustó.
Marco su número telefónico y el tuuu, tuuu, tuuu… en señal de espera, me pone cada instante más nervioso, tanto que mis manos no dejan de mover las hojas del libro.
—Bueno, ¿quién habla? —pregunta ella del otro lado del teléfono y un sobresalto me sorprende de improviso.
—Soy… Jaime, ¿recuerdas? (claro que recuerda), nos conocimos en el Teatro Nacional de Cataluña — le aclaro con un repentino temblor en la voz.
Parece que soy un adolescente, jajaja.
—Claro…, ya recuerdo y… ¿qué deseas? —pregunta ella con una tono frio, como desentendida del asunto.
—Esperaba… que pudiéramos… charlar…, no sé, tal vez… ehh… podríamos almorzar juntos en el restaurante francés que está frente a la plazoleta —le suelto mi invitación quedándome casi si aire por el esfuerzo—, ese que se llama…
—Le ‘París, ¿cierto?, sé dónde está —completa ella.
¡Woow, que directa! Se ve que es una chica lista y decidida.
—Sí, por mí encantado, ¿a qué hora podemos vernos, mon chéri? —digo con un gracioso acento francés.
—¡Ja, ja, ja! muy gracioso… ¿Te parece bien a la 1.15 p. m.?
—Perfecto, nos vemos allí —digo con picardía—. Te espero.
—Está bien, allí estaré —se despide, colgando el teléfono, dejándome con el corazón alborotado por la emoción.
¡Qué bien, qué bien!
Ya han pasado 17 años desde que vine a vivir aquí, y durante todo ese tiempo no he rehecho mi vida, al menos nadie había logrado cautivarme como ella lo ha hecho, aunque desde luego que han pasado mujeres por mi vida, pero nada en serio, es más, mucho antes de venir a vivir aquí ya estaba solo y anclado al recuerdo de Alicia, mi amada Alicia. Esta oportunidad es excelente, debo volver a ver a esa chica, es una muy buena oportunidad.
***
Eleiza:
¡Me llamó, me llamó!... Doy saltitos como una boba.
Ya va, ya va y, ¿por qué me emociono de este modo? “Qué tonta eres, Eleiza” me recrimino, dando golpecitos en mi frente “Ubícate, no eres una niña”. Pero…
A decir verdad, no me emocionaba así desde… Jeremías. Sin embargo, Jaime es un hombre interesante, quizás podamos llegar a ser buenos amigos, además, es difícil encontrar a algún venezolano aquí en España, tan solo espero que, por ser un hombre maduro, no se comporte como un viejo aburrido y anticuado.
¡Aun así espero conocerlo mejor!
¿Quién sabe? Quizá hasta un beso le dé. Jajajaja “basta, tonta, compórtate”.
Debo comenzar a alistarme, tomaré un desayuno ligero:, voy a la cocina y rebusco entre los estantes; tomo un poco de pan tostado con jugo de naranja que había en el refrigerador. ¡Oh, Santo Dios, debo vestirme! Aunque con calma.
Con él debo ser serena, pero no atontada, conversadora, pero no abrumadora, discreta, pero no callada; sexy, pero no atrevida —mi madre siempre lo decía: cuando estés con un hombre, usa esa regla de oro, infalible para una mujer—.
Yo lo he recordado muy bien y lo he puesto en práctica, por eso he llegado a ser tan exitosa en mi vida.
…Y a todas estas no sé siquiera qué ropa voy a usar en mi cita… Ya va, ya va… ¿qué es lo que estoy pensando? Cálmate, Eleiza, NO es una cita, es un almuerzo más, con un hombre cualquiera, como esos hombres cualquiera con los que te reúnes a diario, sin embargo, no debo perder tiempo en anticipaciones…
“A ver… ¿Qué me pongo?”.
Corro a mi habitación y me doy un baño lento con agua tibia.
Por suerte Samuel está divirtiéndose en el cuarto de juegos.
Al terminar recorro de un lado a otro, con la toalla mojada cubriendo mi desnudez, mi espacioso clóset pero no encuentro algo que me guste para esta ocasión.
Camisa manga larga...: No, ¿manga corta? ¡Tampoco! ¿Una manga tres cuartas? ¡Sí, esa sí! ¿De puntos, rayas, floreada o unicolor?: me parece mejor floreada; hay un calor abrazador este verano, típico; me pondré un pantalón y estas sandalias rojas.
No, no, no, nada de eso; mejor me pongo un vestido. ¿A ver de qué color? Ah... ya sé… me voy a poner el vestido blanco acampanado con encaje dorado y las sandalias doradas con diamantes y... para completar, los zarcillos de oro que tanto me gustan; los labios los voy a llevar hoy color rosa que hagan juego con mis uñas en rosa pastel.
Bueno, pues, todo está listo.
Debo esperar que llegue Susi, la niñera, para que cuide a Samuel, ya le he dejado todo listo, su ropa está en la cómoda y sus alimentos están preparados, quisiera llevarlo conmigo, pero es obvio que me será imposible, en fin, solo serán algunas horas.
¡Pero qué cosa, mira la hora que es!
Al fin llega Susi, le doy en brazos a Samuel, quien se ha pegado a mi como un koala, después de que de aburriría de tanto jugar.
Me despido de él, dándole un besito en la frente y diciéndole que volveré enseguida y que obedezca a la niñera.
Salgo corriendo escaleras abajo, cruzo a paso veloz la puerta de nuestra casa y bordeo el jardín con rapidez hasta salir a la calle.
Tomo un taxi mejor, no quiero parecer una ricachona apareciéndome con un auto de lujo en un almuerzo común.
Veo mi reloj y vaya que es tarde.
Entre una y otra cosa, el tiempo pasó volando, ya debería estar ahí.
¡Debe estar impacientándose ese hombre!🌹🌹🌹
Hola queridos lectores, quiero agradecerles por llegar hasta aquí.
Y pues espero me cuenten qué les parece el capitulo, quién merece ser feliz y... será que lo logran.
Pues déjenme saber su opinión en los comentarios.
Bienvenidos a esta nueva etapa de La Frontera del Dolor.
Este capitulo va dedicado a Anita_Bonita19 por tus lindos comentarios y apoyo.
🥰🥳

ESTÁS LEYENDO
La Frontera del dolor.
RomanceJeremías Davalillo puede parecer un chico como cualquier otro, pero no es así; vive una vida de mentira. Toda su infancia de perfección fue solo una ilusión, presagiada por los fantasmas del pasado de su familia: una a la que nunca debió pertenecer...