El Enfermo (52)

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Juanjo

-¿Me hacezz?- Susurro en su oído cuando pasa por mi lado en la cocina.

Fue muy extraño no tener a quien decírselo cuando estaba en casa, así que la sonrisa que me regala al oírme, me enamora aun más de él.

-Al día siguiente de que te fueras preparé dos colacaos sin querer. Me puse a llorar cuando me di cuenta y Álvaro me miró muy extrañado.

-Si es que eres tan mono.- Le cojo de la cara, acercándome a sus labios, cuando el sevillano y Bea entran por la puerta, obligándonos a separarnos.

-¿Ya volvéis a ser siameses?- Mi amiga nos sonríe.

-Joder, que poco habéis durado separados.

-Mira, iros a la mierda los dos.

-Ni enamorado estás de buen humor.- Martin se ríe y yo coloco nuestros desayunos en la mesa.

-Álvaro, espero que nunca lo dejes con Paul, porque a ver quién te aguanta después de él.

-¿Pero tú?- Se hace el ofendido llevándose una mano al pecho.

-Dejar de pelearos todo el rato, anda.- Bea intenta poner paz entre nosotros, como siempre que estamos juntos los tres.

-Si todo es de broma. En realidad me ama mas que a ti.- Señala al vasco con la cabeza.

-Lo dudo mucho.- Digo, y las mejillas de Martin se tornan rojas de la vergüenza.

-Ala, desayunar solos, tortolitos.

-Pues yo me iba a quedar.

-Álvaro, vamos.- La madrileña le agarra del brazo para llevárselo a su habitación.

-Les quiero mucho.- Las palabras de Martin cuando se han ido me pillan por sorpresa y le miro confundido.

-Y yo. Me peleo con ellos cada día, pero les quiero como a nadie.

-Ya se ve, ya.- Comienzo a untar la mantequilla en mis tostadas, poniendo cara de enfadado para ver si se lo cree.- Oye...

-¿Qué?

-Picón. Que te picas por todo.

-Y tu igual.- Sonríe como un niño antes de levantarse por encima de la mesa y besarme.

Terminamos de desayunar entre risas y le propongo salir a dar una vuelta, aunque mi plan sea llevarle a un sitio concreto. Se viste y se abriga todo ilusionado después de que le haya dicho que le voy a llevar a un sitio que le va a gustar.

-¿Dónde vamos?

-Martin, creo que te he escuchado la primera vez que me lo has preguntado.- Separo mi mano del volante para coger la suya.- No te lo voy a decir.

-Es que llevamos un buen rato de camino. Estoy empezando a pensar que me vas a secuestrar.

-Ojalá. Así te tendría solo para mí.- Se sonroja y yo le muerdo la mano, porque si le beso ahora igual nos matamos.

-¿Cómo podemos pasar de cero a nada? El otro día diciéndonos de todo y ahora como si no hubiera pasado nada.

-Estamos bien, ¿no?- Espero a que asienta para volver a hablar.- Pues ya está.

Llegamos poco después al sitio. Mientras aparco el coche, me fijo de reojo en la cara del vasco, que es todo un poema.

-¡No te creo!

-¿Te gusta?

Sus ojos se humedecen como respuesta y sé que sí, porque lo conozco más de lo que quiero admitir.

Mi refugio ~JuantinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora