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Eliana Müller

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Confesiones
Año 850

"Cinco años despues de la caida de la caída de Shinganshina"

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Estaba tumbada en el suelo, desde que escapamos. Nos habíamos refugiado en una casa abandonada. Reiner y Bertolt fueron a buscar comida, mientras que Ymir estaba en una habitación de por ahí. Yo hablaba con Zeke, el titán bestia.

– ¿Cómo están Pieck y Pokko? –le pregunté.

– Ellos están muy preocupados por ti, y te extrañan mucho –dijo Zeke.

Bajé la cabeza triste.

– ¿Cómo le voy a decir a Pokko sobre la muerte de su hermano Marcel?

Zeke me acarició el pelo, tratando de consolarme.

– Igualmente, Pokko tendrá todos los recuerdos de Ymir. Solo debes disculparte.

Asentí y no pude evitar pensar en Eren. Zeke me miró y me preguntó:

– ¿Qué piensas de Eren Jaeger?

Lo miré, confiando en él, y le dije todo lo que pensaba de Eren Jaeger.

– Eren... es fuerte y valiente. Su motivación de seguir adelante, su sueño de matar a todos los titanes, es admirable. Sus ojos verde esmeralda, siempre llenos de determinación... –suspiré–. Y sus acciones, siempre tan decididas, incluso cuando son impulsivas. No puedo evitarlo, Zeke. Extraño a Eren.

Zeke suspiró.

– No debes enamorarte de él –dijo con seriedad.

Asentí, pero respondí:

– No puedo evitarlo. Es como si una parte de mí siempre estuviera pensando en él.

Zeke me miró y dijo:

– Guardaré tu secreto.

Sonreí y comencé a llorar.

– La última vez que lo vi, Eren me dijo cosas horribles. Me llamó traidora, dijo que me odiaba y que me mataría de la peor manera. –Las lágrimas caían por mi rostro–. Recuerdo su mirada de repugnancia, cómo decía que solo era una mentirosa. Eso... me dolió mucho.

Zeke se quedó en silencio por un momento, luego dijo:

– Eren está confundido. Ha pasado por mucho. Pero debes ser fuerte, Eliana. No dejes que sus palabras te destruyan.

Asentí, tratando de calmarme.

– Gracias, Zeke. Solo... necesitaba decirlo en voz alta.

Zeke asintió y me dio una palmada en el hombro.

– Estamos aquí para ti, Eliana. No lo olvides.

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Más tarde, estaba al lado de Ymir, que estaba sentada escribiendo una carta para Historia. Ymir me miró y me dijo:

– Quiero que le des esto a Historia.

Asentí, prometiendo que se la daría. Ymir suspiró.

– Estoy asustada, Eliana. Me he dado cuenta de que quiero estar con Historia. Pero es demasiado tarde.

𝐄𝐥 𝐄𝐜𝐨 𝐝𝐞 𝐃𝐨𝐬 𝐀𝐥𝐦𝐚𝐬º 𝗘𝗿𝗲𝗻 𝗝𝗲𝗮𝗴𝗲𝗿Donde viven las historias. Descúbrelo ahora