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Ese dia

Grisha Jeager

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Año 817

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El recuerdo de la civilización fuera de las murallas me inunda con su cruda realidad. Cuando era niño, mi hermana Faye y yo salimos de nuestro hogar en la zona de internamiento de Liberio para ver el vuelo de un dirigible. Antes de partir, nuestra madre nos recordó ponernos las bandas en los brazos y me pidió que no saliéramos de los muros.

Faye y yo cruzamos la ciudad, finalmente llegando a tiempo para ver el dirigible. Ella, entusiasmada, se preguntaba cómo funcionaba.

—Está propulsado por hidrógeno caliente —le dije—. Eso eleva el vehículo lo suficiente para ser dirigido.

Faye, con una sonrisa, afirmó que algún día se volvería millonaria y conseguiría un dirigible. Decidí llevarla fuera de las murallas del gueto para ver el aterrizaje del dirigible, a pesar de su desacuerdo. Pasamos por la puerta ante los desconcertados soldados que la vigilaban. Nos pidieron que regresáramos, pero seguimos adelante. Una vez al otro lado, los ciudadanos nos miraban con desprecio, lo que causó temor en Faye. Finalmente, llegamos al dirigible y lo admiramos hasta que dos militares también se acercaron.

Uno de los soldados, llamado Kruger, nos preguntó si procedíamos del gueto Liberio. Asentí y él pidió nuestros permisos para salir del gueto.

—Se nos han olvidado —respondí, optando por una sanción en lugar de trabajos forzados, asumiendo toda la responsabilidad para proteger a mi hermana.

Kruger me golpeó, llamando la atención de su compañero, quien se ofreció a escoltar a Faye de vuelta al gueto. Faye se fue con él mientras yo permanecía mirando el dirigible, gracias al permiso de Kruger, quien afirmó que hubiera sido peor si no lleváramos nuestros brazaletes.

Al volver a casa, no encontré a Faye por ninguna parte. Más tarde, su cuerpo mutilado fue hallado en la orilla del río. Cuando ambos soldados fueron a dar explicaciones a nuestra casa, el que escoltó a Faye afirmó que no sabía qué le había sucedido y que no se responsabilizarían de lo que ocurriera después, puesto que eran hombres ocupados. El soldado remarcó mi impertinencia a mis padres, preguntándoles si no me habían enseñado sobre los crímenes de nuestros ancestros. Sabía que mentían, pero no podía soportar la angustia de mi madre ni que mi padre asintiera a todo lo que los soldados contaban.

Después de que los soldados se marcharon, mi padre decidió instruirme acerca de la historia de nuestros antepasados. Hace 1820 años, Ymir Fritz hizo un pacto con el Demonio de la Tierra, vendiendo su alma a cambio del poder de los titanes. Después de que Ymir muriera, su "alma" se dividió en "nueve titanes", quienes fundaron el imperio eldiano, que derrocó al imperio de Marley. Los eldianos, también conocidos como "la gente de Ymir", comenzaron una era de terror a lo largo del continente, haciendo desaparecer a las tribus que consideraban inferiores. Esta persecución y limpieza de sangre duró por 1700 años, hasta que los marleyanos se rebelaron contra los eldianos en la Gran Guerra de los Titanes, obteniendo siete de los nueve poderes de titán y ganando la guerra. El rey de los eldianos, Fritz, huyó a la isla Paradis junto a gran parte de su gente y construyó tres grandes murallas para proteger a su pueblo. Sin embargo, no todos los eldianos escaparon a la isla. Algunos fueron dejados atrás en Marley y, en vez de ser eliminados, se les permitió vivir subyugados como ciudadanos de segunda clase.

Aún después de haber escuchado toda la historia, seguí pensando que mi padre era un cobarde incapaz de oponerse a los asesinos de mi hermana. Les confesé a mis padres que los soldados mentían y que probablemente habían asesinado a Faye, provocando la ira de mi padre que me obligó a callarme a gritos. Añadió que si no permanecíamos en silencio, seríamos enviados a la isla Paradis debido a los crímenes de nuestros antepasados de persecución y segregación étnica. Accedí a callarme, preguntándome quién estaba mal, yo, el mundo, o tal vez ambos.

𝐄𝐥 𝐄𝐜𝐨 𝐝𝐞 𝐃𝐨𝐬 𝐀𝐥𝐦𝐚𝐬º 𝗘𝗿𝗲𝗻 𝗝𝗲𝗮𝗴𝗲𝗿Donde viven las historias. Descúbrelo ahora