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Armin 
Narrador

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Año 850

"Cinco años despues de la caida de la caída de Shinganshina"

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La batalla se intensificaba mientras Zeke, con una mezcla de desprecio y diversión, observaba a los soldados a su alrededor. El Titán Bestia estaba más feroz que nunca, lanzando rocas con una precisión mortal.

—¿No aprendieron nada del pasado? —murmuró Zeke, molesto—. Es una tragedia que el primer rey de los muros les haya borrado los recuerdos. Ahora, solo luchan por una muerte honorable. Qué triste.

Zeke trituraba las rocas en sus manos con una fuerza inconsciente, haciéndolas polvo mientras se preguntaba por qué estaba tan serio. Se rió para sí mismo, alegando que no era como su padre y que, en lugar de eso, debía disfrutar del espectáculo y reducir a los soldados a simples trozos de carne.

Marlowe, aunque tembloroso y consciente del peligro inminente, trató de incitar a sus compañeros a seguir adelante sin mirar hacia atrás.

—¡No se detengan! ¡Sigamos! —gritó Marlowe, tratando de alentar a los soldados a enfrentar el ataque final.

Sin embargo, Zeke estaba decidido a no darles tregua. Presionó el botón para lanzar una segunda oleada de rocas, que se aproximaban con una velocidad letal. Marlowe y los soldados de la primera línea dispararon las bengalas justo antes de que las rocas impactaran, aunque el resultado fue devastador. Las rocas destruyeron tanto a los jinetes como a los caballos, causando una masacre brutal. Marlowe, que estaba en el centro del caos, murió perdiendo parte de la cabeza.

Zeke, satisfecho con su nuevo estilo de lanzamiento, se rió para sí mismo.

—Mucho mejor —dijo Zeke—. ¡El espectáculo sigue! ¡Vamos a ver cómo reducen a trozos de carne a estos soldados!

Del polvo levantado, tres soldados lograron salir vivos, aún cabalgando con miedo hacia Zeke. Dispararon las bengalas, pero su esfuerzo fue inútil. Zeke volvió a lanzar piedras y los tres soldados fueron aniquilados de nuevo, mientras Zeke mostraba una ligera lástima hacia los humanos que se esforzaban en vano.

Mientras los titanes a su alrededor yacían muertos, Zeke se mostró confundido. El vapor espeso dificultaba la visión, y Levi aprovechó el momento para lanzar un ataque rápido. Sabía que Reiner, Eliana y Bertolt le habían advertido de un soldado especialmente habilidoso, cuyas características coincidían con las suyas propias. Sin embargo, Levi era demasiado rápido para el Titán Bestia. Con precisión, Levi cortó el brazo izquierdo del titán, luego se dirigió a los ojos, cegándolo por completo. Continuó su ataque desde los ojos a las piernas, luego a los brazos, y finalmente a los dedos que cubrían la nuca, debilitando al titán.

Finalmente, Levi introdujo su espada en la boca del titán, atravesando la cara y saliendo por el ojo derecho. Aunque Zeke estaba gravemente herido, Levi dudó en matarlo, esperando que alguien más pudiera usar el suero y no desperdiciar un poder tan valioso. Sin embargo, en ese momento, el titán cuadrúpedo, que había estado oculto, apareció de repente y salvó a Zeke, llevándolo entre sus mandíbulas a un lugar seguro.

Zeke, aún dolorido pero recuperado lo suficiente, se dirigió a Levi con una sonrisa amarga.

—Por poco me matas —dijo Zeke—. Aunque costó, obtuvimos la victoria. Ahora, morirás irremediablemente.

𝐄𝐥 𝐄𝐜𝐨 𝐝𝐞 𝐃𝐨𝐬 𝐀𝐥𝐦𝐚𝐬º 𝗘𝗿𝗲𝗻 𝗝𝗲𝗮𝗴𝗲𝗿Donde viven las historias. Descúbrelo ahora