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Muralla María
Eliana Müller

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Año 850

"Cinco años despues de la caida de la caída de Shinganshina"

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El calor de las llamas aún me envolvía cuando escuché el rugido de Reiner. Los soldados habían logrado darle un golpe fuerte, y su cuerpo titánico estaba en un estado crítico. La desesperación se apoderaba de mí mientras intentaba mantenerme consciente en medio del caos. La vista se nublaba por el agotamiento, pero me aferraba a la esperanza de que podríamos encontrar una salida.

Cuando vi el barril acercarse desde el cielo, supe que era una señal para el regreso de Bertolt. La desesperación de Reiner y el miedo en el ambiente me hicieron dudar si esto podría ser un respiro o simplemente una trampa más. Mi titán estaba en mal estado, pero la idea de que Bertolt pudiera hacer algo para ayudar nos daba una pizca de esperanza.

Vi a Bertolt aterrizar cerca de nosotros. Con el barril ahora vacío, se levantó con una determinación en sus ojos que no había visto antes. Su presencia era una mezcla de alivio y inquietud, y su expresión mostraba la severidad de la situación.

—Eliana, ¡sal de ahí! —me gritó Bertolt mientras se acercaba. Sus palabras eran firmes, casi como un mandato.

A pesar de las quemaduras y el dolor, no podía permitir que él luchara solo. Miré a Reiner, que yacía en el suelo, su titán con la mitad de la cabeza destruida, y luego volví mi mirada a Bertolt.

—No voy a dejarte solo en esto —le respondí con voz entrecortada—. Estás en una mala situación y lo sé, pero no me voy a ir.

Bertolt me miró, su rostro reflejaba preocupación y una fuerte determinación. Se dirigió hacia mí con paso decidido, y me vi obligada a salir de mi titán, a pesar del dolor que sentía. El esfuerzo de mantener mi forma y el calor del combate me habían pasado factura, pero no podía ceder ahora.

—No puedes seguir así, Eliana —me dijo, acercándose con su titán—. Estás herida y tu cuerpo está exhausto. Necesitas salir de aquí.

—No, Bertolt —respondí con firmeza—. Si te dejo solo, no solo fallaré a Reiner, sino también a ti. No podemos permitir que todo esto haya sido en vano.

A medida que me acercaba, pude ver cómo los soldados del Cuerpo de Exploración comenzaban a moverse hacia las posiciones que habían tomado. El pánico se reflejaba en sus rostros, y la presión de la situación estaba alcanzando niveles críticos. Bertolt estaba decidido a protegernos y vengar la derrota de Reiner y mía. Su actitud era inquebrantable, pero yo sentía que no podía simplemente quedarme al margen.

—Eliana, escúchame —dijo Bertolt con tono más suave, pero lleno de urgencia—. No podemos permitirnos perder más tiempo. Si no haces esto, los soldados acabarán con nosotros.

Mi mirada se encontró con la suya, y en ese momento, comprendí la gravedad de la situación. No podía seguir luchando en mi estado actual, y Bertolt estaba arriesgando todo para salvarnos. Sin embargo, el calor y el dolor me estaban afectando, y la idea de abandonar la lucha era casi más dolorosa que el combate mismo.

—Está bien —admití con voz débil—. Pero asegúrate de que Reiner esté bien. Haré lo que pueda para protegerte desde aquí.

Bertolt asintió con determinación y se volvió hacia Reiner. A pesar de la desesperación en el aire, había un rayo de esperanza en su determinación. Me aferré a esa esperanza, aunque el precio de la lucha se sentía cada vez más alto. Mientras Bertolt se preparaba para enfrentarse a los soldados y proteger a Reiner, supe que todo lo que podía hacer era asegurarme de que no fracasáramos. El destino de todos nosotros dependía de lo que sucediera a continuación.

𝐄𝐥 𝐄𝐜𝐨 𝐝𝐞 𝐃𝐨𝐬 𝐀𝐥𝐦𝐚𝐬º 𝗘𝗿𝗲𝗻 𝗝𝗲𝗮𝗴𝗲𝗿Donde viven las historias. Descúbrelo ahora